Capítulo veinticinco

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Llevaban ahí un largo rato en silencio.

— ¿De verdad vas a hablar conmigo? — Anastasia desbordaba casi un suplicio en su semblante, los minutos pasaban como si se trataran de horas. — Hasta el momento solo me has dicho que eres Irene Stewart, CEO de Nova Influence.

Aquella mujer dirigía un importante negocio de modelaje y es socia de la familia Russo desde hace décadas, uno de los hijos de Anthony trabajaba como su modelo inclusive.

Pero esa conversación no la estaba llevando a ningún lado.

Irene solo meneaba el contenido de su copa con una sonrisita mientras era escaneada por Anastasia. — No sé qué es lo que quieres que te diga.

— Cualquier cosa me bastará, tengo tantas preguntas que mi cabeza explotará y el tiempo se agota. — En cualquier momento se darán cuenta de que el ''Centro de atracción'' estaba desaparecida. — ¿Qué pasó con las anteriores esposas de Erick?

— Lo que sucede cuando un matrimonio no funciona: Se divorcian. — Explicó sin rodeos.

— Sabes que no es eso a lo que me refiero... ¿Por qué terminan sus matrimonios? ¿Él...Les hace cosas malas a sus esposas? —Lo meditó antes de soltar aquella pregunta casi como un susurro, pasando saliva.

Irene no relajó ni siquiera un músculo de su enseriado rostro. — ¿De verdad crees que vas hablar sobre algo tan delicado con la primera persona que te ofreció ayuda en tu celebración de bodas? Creí que eras más inteligente que esto pero al final se nota a leguas por qué Erick te eligió a ti. — Aquel comentario atrajo por completo la atención de Anastasia, quien esperó a que terminara de hablar. — Eres más ingenua de lo que había apostado.

— ¿Ingenua yo? — Vaciló al responder.

— No veo a alguien más que haya sido completamente dominada por Erick Russo al grado de convertirse en su perrito faldero. — Irene la miró con lástima, poniéndose de pie. — ¿Tan desesperada estás por un poco de afecto que no te importó de quién provenía? No te hagas ilusiones, los hijos de puta como él solo piensan en sí mismos.

Las palabras de Irene le sentaron como un balde de agua helada, cada una fue tan filosa que traspasó su corazón y rompió la barrera que trató de armar para refugiarse en ella como la cobarde que era. — No tiene nada de malo querer ser amada. — Alzó la voz, haciéndola detener su paso lento.

— El único problema es de quién fuiste corriendo a buscarlo, créeme, allí no vas a encontrar nada. — Respondió a secas, sin inmutarse aun cuando las lágrimas seguían deslizándose por las mejillas de Anastasia. — Tienes que ver el mundo con los ojos de la realidad y darte cuenta de que lo único que estás haciendo te hará daño a ti misma. Ocultarte bajo una máscara y pretender que todo está bien no solucionará nada.

— ¡¿Y qué se supone que debo hacer?! ¡Mi vida entera está en sus manos! — Era cruel la manera en que seguía recibiendo golpes de la vida, aún después de haberse liberado de sus padres. — ¡Nunca quise casarme con él! ¡Odio que todos me miren por encima del hombro y usar estas malditas ropas elegantes para aparentar algo que no soy! — Explotó en cólera ligada con la tristeza de su alma. —Porque para Erick no soy más que un bicho que le es útil y al que luego desechará, él solo se ama a sí mismo y a su dinero... Ni siquiera confía en mí lo suficiente como para dejarme salir sola de la casa, ¿Qué más pruebas necesito de que solo soy una herramienta?

En medio de su llanto Irene apoyó la mano en su hombro. — Ese hombre te está destruyendo, Anastasia. Y tú estás permitiendo que eso pase. No cometas el mismo error que cometimos todos, tú eres diferente. — Ella sacó de su bolso de mano una tarjeta de presentación con el nombre de Nova Influence y la dirección. — El día en que de verdad estés lista para escuchar quién es Erick Russo ven a mi oficina, haré que te traten bien.

Esposa del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora