Capítulo treinta

24.2K 1.2K 107
                                    

Para su buena fortuna aquel incidente nunca llegó a los oídos de Erick.

Los días pasaron tranquilos, ocupados y tan inflexibles hasta el punto en que regresaban a casa a altas horas de la noche, el día anterior no había sido una excepción a la regla.

— ¿Entonces me quieres explicar por qué me despiertas tan temprano? — Anastasia fue completamente arrastrada fuera de su habitación por Erick, quien la despertó y obligó a arreglar. — Ayer estuvimos haciendo papeleo hasta la medianoche, quiero regresar a la cama.

— No puedes, tú tienes que venir conmigo. — Contestó Erick, quien se veía mucho más fresco y descansado que ella.

— ¿Por qué ahora debo acompañarte a todas partes? Me gustaba más cuando salías y me dejabas encerrada en mi habitación. — Contestó, desganada.

— ¿Vas a subirte al auto o planeas seguir quejándote? — Caminó hacia su vehículo lujoso, demasiado brillante para los adormilados ojos de Anastasia.

De mala gana le siguió al paso, Erick solo había interrumpido su sueño para decirle que se pusiera ropa cómoda veraniega demasiado incómoda para el frío de la madrugada, por lo cual llevaba un sweater encima.

La música del radio se escuchaba de fondo, Erick golpeteaba sus dedos sobre el volante al ritmo de la canción con un aura diferente a la habitual; sereno, relajado y con una sonrisa de satisfacción.

— Dios mío ¿A quién mataste? ¿A dónde estamos huyendo? — Fueron las primeras palabras que salieron de la boca de Anastasia.

Erick solo soltó una risa. — ¿Acaso está prohibido despertar feliz?

— Si se trata de ti es casi como una regla — Reclinó el asiento con las intenciones de seguir durmiendo. — De todas maneras ¿A dónde vamos en nuestro día libre que te pone tan contento?

— Ya lo verás.

Esa era la peor respuesta que podía recibir.

Aunque durante todo el camino intentó deducir de qué se trataba Erick terminaba siendo tan impredecible que lo complicaba por completo, nunca lograba saber en qué estaba pensando y eso hacía posible que pensara en que el destino fuera algún desierto donde la abandonaría y la daría por muerta luego.

Tener la imaginación a millón tan temprano por la mañana le hizo imposible continuar con su preciado sueño.

Cuando Erick estacionó el auto todo lo que hizo fue soltar un largo suspiro complacido. — Hemos llegado.

Anastasia se sintió extrañada, pero de todas maneras se quita el cinturón de seguridad y baja del auto, la primera bienvenida que tuvo fue la agradable brisa marítima haciendo bailar su cabello, luego el sonido de las gaviotas y por último un cálido sol veraniego que la hizo agradecer por haber obedecido a Erick y llevar ropa de verano.

— ¿Dónde estamos? — Se le ocurre preguntar en primer lugar, tomando la mano de Erick cuando él la extendió hacia ella. — ¿Iremos a la playa?

— Es algo mucho mejor que eso. — Fue todo lo que contestó. — Dame un momento para prepararlo, no te muevas de aquí.

— ¿Qué? ¿Esperas que me quede aquí ahora? — Se quejó, pero Erick no se quedó a escuchar sus reclamos.

Se sentía como si de verdad fuera a abandonarla en aquel lugar.

Estaba en un estacionamiento privado desde donde podía escuchar el sonido del silbato de los barcos, el ambiente era completamente distinto a la ciudad donde vive, daba sensación de que podría relajarse ahí.

Esposa del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora