Capítulo 06.

747 122 12
                                    


Mil partes, un alma. Wei Ying.

Desde aquel día, había quedado atrapado en este lugar oscuro, frío y desolado. Por más que caminara y caminara, solo encontraba oscuridad. Recuerdo haber gritado tanto que mi garganta sangró, mis pies cansados ardían y mi cuerpo se sentía como plomo. Aun así, no me detuve, continué hasta que finalmente mi cuerpo se derrumbó y mi voz se perdió en medio de esa oscuridad.

El tiempo parecía efímero y eterno al mismo tiempo. No sabía si era de noche o de día, tal vez porque en este lugar no existían esas bellezas. Aquí no había nada más que oscuridad eterna y desolación. El hambre se volvió un tormento, el frío congelaba mi cuerpo, pero cada vez que caía inconsciente, volvía a despertar en esta cruda realidad. Cada día era agonizante, un infierno desmedido que se regodeaba en la injusticia.

No sé por qué estoy aquí, no entiendo por qué el caprichoso destino me jugó esta mala pasada. Me lo he preguntado mil veces, tantas veces que ya he perdido la cuenta. Lo único que hice fue amar, amar a un humano, a un humano tan puro como nuestro amor. ¿Por qué el destino nos separó? ¿Cuál fue nuestro pecado? ¿Por qué nadie responde a mis lamentos?

—Por favor... por favor, si alguien me está escuchando, déjame ir —dijo el joven dios entre lágrimas, derrotado en el frío suelo, sin fuerzas para seguir adelante—. Solo termina conmigo, pero sácame de aquí.

Sollozos lastimeros resonaron en el vacío de aquella oscuridad. El joven dios intentó levantarse una vez más y, con dificultad, dio dos pequeños pasos antes de caer nuevamente al suelo como plomo.

—Lan Zhan, te extraño... tengo miedo, mucho miedo —susurró, con lágrimas que brotaban de sus ojos y perdían el color por completo. Cuando creyó que volvería a desvanecerse como tantas veces antes, una fuerte voz resonó en sus oídos.

—Tu castigo por un amor prohibido es lo que te trajo hasta aquí —dijo la voz con autoridad y firmeza. Wei Ying buscó con la mirada, pero solo encontró la oscuridad que abundaba en el lugar. Aun así, la voz volvió a retumbar en sus oídos, causándole un leve dolor—. Sin embargo, es tu fuerte amor el que aún te mantiene vivo.

Wei Ying parpadeó y entre quejidos suaves logró articular palabras torpes.

—¿Vivo? ¿Esto es vida? ¿Existe realmente un amor prohibido? ¿Acaso el amor no es el símbolo máximo de libertad? —preguntó con voz entrecortada. La voz gruesa resonó en todo el lugar, regalándole al joven dios risas burlescas del joven dios. —¿Libertad? Pobre criatura inocente, eso no existe. Cada acto tiene sus consecuencias y, aunque conocieras las reglas de los cielos, tentaste al destino. Jugaste y amaste a un mortal. Fuiste tú quien condenó a toda una nación, tú condenaste a tu amor —dijo Wei Ying mientras intentaba levantarse.

Sus sollozos eran desgarradores, capaces de partir el alma de cualquiera—. Pero, ¿acaso el destino porta alguna? Yo solo lo amé, el amor no es un pecado. Las antiguas reglas claman tener la razón, pero solo son caprichos de seres que creen tener cierto control. Puedes torturarme por la eternidad, puedes matarme mil veces, incluso podrás hacerme desaparecer, pero mi amor por él jamás desaparecerá. No condené a una nación, no lastimé a nadie. Son aquellos que controlan el destino quienes se encargaron de arrebatar vidas, crear guerras, sufrimiento y lamentos.

Las lágrimas del príncipe (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora