NOCTURNO en C MENOR B 108

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Los personajes empleados en este escrito pertenecen a J. K. Rowling


El hombre de ropas oscuras se hallaba cómodamente sentado en una butaca estratégicamente ubicada frente al cuadro, una mano sostenía su rostro la otra jugueteaba con su varita sobre sus piernas abiertas. De cuando en cuando alzaba la mirada hacia su madre durmiente, era casi el momento y estaba casi perdiendo la paciencia, aunque nada en su pose lo indicaba.

Ella le había hablado hoy, después del espantoso lio en la misión de los traficantes y que cayera como un novato bajo una montaña de piedras por desconcentrarse a causa de una estúpida piedra, misma que ahora descansaba segura y salva sobre su escritorio. Se permitió una mueca de inconformidad mientras pensaba en lo irrazonable que había sido proteger con su cuerpo el objeto y como aun debajo de los escombros se las arregló para esconderlo en su bolsillo. No quería siquiera intentar explicar su actuar, ya sabía que no podría, con fastidio se rasco el cuello, sintiéndose momentáneamente incomodo con el alto cuello de su ropa que cubría las cicatrices del ataque de la serpiente.

El leve movimiento de la mujer en el cuadro lo alertó y con cuidado metió su varita en el puño de la levita, planto las manos en ambos brazos del mueble preparándose para una conversación no tan cómoda. En la mesa junto a él una charola con una atractiva botella de whisky, un vaso y un recipiente de hielo, por si la charla lo requería.

-Madre, mucho me temo que tenemos una conversación pendiente. - habló cuando la vio finalmente despertar.

- ¿Por qué lo hiciste, Severus? - el tono seguía siendo el infantil que escuchara el día anterior, pero algo en ella sonaba diferente, lo había llamado por su nombre.

-Lamentablemente para ti, madre, esta vez yo haré las preguntas y tu responderás – permanecía quieto como una estatua moviendo únicamente su boca al hablar. - ¿que tienes que ver con el condenado por realizar magia oscura imperdonable, Gaspard Deburau?

- ¡oh no! Dime que no, el esta, esta... - terminó con un susurro muy bajo mientras se cubría la boca con las manos en expresión horrorizada.

-Muerto, madre. - alzo el vaso de whiskey a la espera de pasar lo que seguramente sería un episodio de llanto. La reacción de la pintura lo hizo entrecerrar los ojos con duda latente.

- ¡Gracias a Merlín! Mil veces bendito, mil veces bendito – dijo sonriendo y enjugándose alguna lagrima – eso significa que aún hay esperanza para nosotros.

-Madre, he tenido un día complicado, muy, muy complicado. Te agradecería por el bien de mis nervios – dijo mientras presionaba el vaso en su mano con furia, pensando en las variadas maneras que podría profanar el cadáver del sujeto en cuestión si es que había hecho algo en contra de su madre o su recuerdo – que me explicaras ¿Qué demonios hizo Deburau contra ti? ¿él te puso en ese cuadro? ¿te obligo de alguna manera?

-Severus, Severus, sigues siendo el mismo, enceguecido por tus propios impulsos, listo para atacar como un toro furioso sin siquiera parar a considerar las consecuencias – sintió el tirón de la tensión nerviosa en el cuello, al recordarse diciéndole las mismas palabras a Potter cuando se entrenaba como Auror. - ¿Cuántos años tienes ahora?

-Demasiados, madre. Como es que estas hoy tan lucida, ayer parecías una niña perdida, ¿Qué clase de hechizo te ata al cuadro? - dijo con sospecha.

La mujer rio un poco, pero su risa sonaba hueca.

-Tu presencia me ayuda, pero no será así por mucho tiempo. - la mano en alto de él la detuvo.

-Explicaras en detalle que tiene contigo el ultimo patriarca Deburau, cuando yo este conforme podrás decirme que es lo que pareces querer que yo haga, en ese momento y no antes. Habla.

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