I

73 2 0
                                    

Desde mi perspectiva, cada vez que aludo al «lesbianismo», me refiero a una inclinación romántica amorosa entre féminas: lesbiana es la mujer que se enamora de otra mujer, de la feminidad en sí o del Eterno Femenino. En mi mundo y de acuerdo con la naturaleza de mi sensibilidad, el eje de una relación de pareja, de un compromiso conyugal o de un matrimonio no es el sexo, sino el amor de enamoramiento. Y el sexo, en éste marco, es la expresión sensual del enamoramiento, su aterrización al nivel corpóreo, pero secundario y dependiente de su principio de amor ubicado en el corazón.

La palabra «lesbianismo» me encanta, es musical, idílica, artística, un fetiche que evoca las imágenes y sensaciones más delicadas y bellas en la imaginación, de ahí mi afición por ella. Cuando esa palabra, casi mágica para mí, es pronunciada, la acompaña lo siguiente: visiones de mujeres bellas, túnicas griegas, deidades femeninas, esculturas, liras, jardines y guirnaldas, ungüentos, perfumes y brazaletes, pureza inmaculada, integridad, incorruptibilidad, amor prohibido e imposible, suavidad, dulzura, ondulación, trasgresión, libertad, vida bohemia, el siglo XIX, mujeres artistas y de inteligencia superior, etc.

Escritos lésbicos delirantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora