Hallie.
-¿Tienes algún sentimiento encontrado con el brazalete?
Observé el brazalete en mi brazo, e hice una mueca rara con los labios, antes de responder la pregunta.
Tal vez no sea mío, ni siquiera me da buena espina ese nombre.
-No. ¿por qué debería tenerlo?, no siento que sea mío, y tampoco es que sepa si este nombre me pertenece.
El señor Kast negó con la cabeza, mientras acomodaba sus lentes. Sentí que no le gustó la respuesta que acabo de darle.
Llevaba cinco minutos de estar aquí dentro de la oficina del especialista, ya sentía que me ahogaba con tantas preguntas sin respuesta alguna. No sabía como responder la mayoría de las preguntas que él me hacía.
Bruno y Megan me habían traído con la promesa de que esto me serviría bastante para recordar y poder volver a casa con mi familia. Si es que tengo.
Me apetecía bastante recordar y terminar con este dolor de cabeza de todos los días.
Recordar pequeños fragmentos no me sirve de nada, quiero tener todos mis recuerdos, no solo pequeños fragmentos.
-¿Por qué estás tan segura de que no te pertenece?
-No me suena- al parecer no me logró entender, porque la mirada incomprensible que me da, lo confirma todo - No me identifico, tal vez haya otra persona llamada Hallie y no sea yo...
Bajó la mirada a su cuaderno y empezó a marcar algo en este. Quería saber que escribía sobre mi, tenía la necesidad y la intriga.
-¿Que escribió, señor Kast?- cuestioné, observándolo fijamente. No había notado que llevaba una perforación en el lado izquierdo de su nariz, es tan pequeña la argolla, que no se nota demasiado.
¿Pueden los doctores llevar alguna perforación que no sea en las orejas?
Una pequeña sonrisa se marca en sus labios, lo que me hace sonreír a mi también.
-Nada malo - respondió mirándome fijo.
Su cabello peinado ligeramente hacía atrás, le da ese toque misterioso y encantador, sus ojos azules, tan iguales al color del cielo. Fueron los primeros en atrapar mi atención.
Cuando entré a su oficina, en segundos me quedé encantada con él, logró captar toda mi atención.
¿Como podría una persona enamorarse de otra en cuestión de segundos?, ¿podría eso llamársele amor?, ¿y por qué?
-Señor Kast- había un silencio incómodo, no debería de pasar así ¿o si?, debería él de estar haciéndome preguntas para poder ayudarme y no quedarse mirándome embobado, como yo a él.
-Jacob, para ti- me corrigió de inmediato.
-¿Puede una persona sin recuerdos enamorarse?- fué la primera pregunta que escapó de mis labios, la sonrisa de su rostro se agrandó un poco más.
-Si un loco puede hacerlo, ¿por qué alguien sin recuerdos no lo haría?
No supe que responder, no entendía muy bien lo que quiso decir, él tiene que saber la respuesta de su pregunta.
-No lo sé.
-¿Quieres decir que estás enamorada?
-No sabría decirle si es que estoy enamorada o atraída.
Me observó con cautela y detenimiento, su sonrisa nunca desapareció y sus ojos no dejaron de ver a los mios por varios minutos. No me sentía nerviosa, tampoco sentía la necesidad de apartar la mirada, me gustaba mirarlo fijo y que él me mirase a mi.