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Pasaron el segundo día cantando. Harry no había tocado la guitarra en mucho tiempo; se sorprendió haciéndolo bastante bien. Falló en un par de notas y no pudo mantener ciertos tempos, pero dentro de todo, Ariana aplaudió y le sonrió, elogiándolo por recordar tanto a pesar de haber estado años sin practicar.
Mientras Harry tocaba la guitarra, también cantaba, pero era Ariana quien lo hacía la mayor parte del tiempo; o al menos lo intentaba. Su voz se quebraba y no podía llegar tan alto como recordaba Harry. Se veía molesta, pero Harry le daba un golpecito con la rodilla y le sonreía. Continuaban entonces, él cantando la voz principal y Ariana volviendo a acompañarlo. A ninguno le molestó el cambio en los roles. Sus voces armonizaban de todas formas.
Cuando el sol se puso y las estrellas aparecieron, Ariana llevó una manta afuera e invitó a Harry. En el jardín detrás de la casa, Ariana posó la manta en el suelo y, con la ayuda de Harry, la estiraron.
Recostados sobre sus espaldas, yacían en un silencio confortable mientras miraban a las estrellas resplandecer. Cuando Harry comentó cuán raro era ver las estrellas en la ciudad, Ariana le mencionó la contaminación lumínica.
―Te impide ver el cielo. Te distrae.
―Me impide ver esto en las noches.
―Sí ―respondió Ariana suavemente―. Eso hace.
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Harry no sabía si Ariana siempre había sido torpe. La primera vez que Ariana tumbó un vaso de agua había parecido un accidente, pero cuando entrecerró sus ojos tratando de encontrar otro vaso veinte minutos después, sólo para volverlo a tirar, Harry pudo ver que algo andaba mal.
Cuando se acomodaron en el piso de la sala, preparándose para jugar una serie de juegos de mesa que Bill había traído desde el ático, Harry no pudo evitar preguntar:
―¿Estás bien, Ari?
Levantando una ceja ligeramente interesada, mientras desempolvaba los juegos, Ariana musitó:
―Sí, estoy bien.
―Me refiero a tu salud ―aclaró―. ¿Estás segura de que es solamente un resfrío?
―¿Qué más podría ser? ―Ariana se encogió de hombros. ―Estoy cansada todo el tiempo por su culpa.
Harry sentía que había algo más allí, pero no insistió.
―Veo que a veces tomas remedios ―murmuró―. ¿Son para el resfrío también?
Ariana se detuvo después de quitarle la tapa al juego de Monopoly.
―Sí... Son para mi resfrío. A veces me dan migrañas.
Frunciendo sus labios, Harry dijo:
―Tal vez deberías ir a ver a un doctor otra vez.
―Tal vez debería.
La atmósfera estaba tensa, pero en cuanto el juego comenzó, se alivianó. No hicieron apuestas. Ninguno prometió quitarse la ropa por cada propiedad perdida, pero las risas y los insultos en broma fueron todos reales, no pretendidos.
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La cuarta noche, se acurrucaron juntos bajo una manta en el sofá de la sala. Los dos (junto con Bill, quien se sentaba en el suelo) vieron Titanic, una de las películas favoritas de Ariana. Harry sabía que Ariana estaría llorando efusivamente al final pero, para su sorpresa, la cautelosa chica, quien estaba demasiado cansada para siquiera mantenerse despierta después de las diez, se durmió apoyada sobre su hombro.
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Binario -Harry Styles (One Shot)
RomantiekDonde las palabras son vagas, los números son claros.