Cuando te conocí

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Muchas veces, Volkov se había preguntado que clase de trabajo tenía. Era comisario pero siempre se replanteaba su elección. Si hubiese sabido que iba a estar a las 2a.m en una discoteca buscando a alguien que estaba vendiendo droga pero que esa droga no la iba a consumir él, ¿se hubiera metido a policía? No, seguramente no.

Las luces cambiaban de color al ritmo de la música, y a veces, empezaban a flashear su vista. Sus sentidos estaban sobre recargados y a duras penas podía escuchar la voz del superintendente, el cual le explicaba la apariencia de la persona a la que buscaba. Se sentía mareado y sabía que cuanto más tiempo pasase ahí, más oportunidad había de que alguien le reconociese.

-Conway, digame otra vez su aparencia- dijo a la radio y recibió una contestación que no fue muy necesaria. Volkov acababa de ver al sujeto, subido a una pasarela desde la cual, recibía billetes y discretamente, pasaba pequeños sobres con droga dentro- Localizado.

Se dirigió a la pasarela y vio como el sujeto continuaba bailando, embobado por la música. Podía decirse que Horacio, a parte de vender, se dedicaba también a la consumición de droga. Le encantaban las discotecas, sobre todo le gustaba estar en la pasarela, donde se sentía querido, deseado por el resto. EL hecho de no poder sentir nada cuando estaba en una discoteca drogado, la inmunidad emocional que recibía durante en ese estado, hacía que se sintiese poderoso y a la vez, cuanto más embriagado se sentía por la sensación, más duro era el choque con la realidad después.

Por ello, Horacio, completamente perdido en la dormición de sus emociones, no notó la atenta mirada de Vokov, la cual paseaba por todo su cuerpo, buscando donde podía estar guardando la droga y a veces, se paraba también a observar como se movían sus caderas, las curvas de sus piernas y el destello que provenía de la purpurina localizada en sus ojos y clavículas. Volkov era incapaz de dejar de mirarle.

-Superintendente, el sujeto está sobre una pasarela bailando- dijo mientras que miraba, hipnotizado, al criminal- voy a esperar que baje para no montar una escena.-Realmente le daba igual si montaba una escena, simplemente quería continuar viendo al hombre.

-10-4, avísame cuando se baje- no prestó atención a la respuesta, porque ya se había perdido de nuevo en las curvas del sujeto. Decidió quitarse la placa de comisario, para poder pasar más desapercibido mientras que disfrutaba del show como estaban haciendo muchos otros. Horacio levantó las manos al aire y cerró los ojos, se sentía libre. Por detrás de sus párpados podía apreciar todavía los destellos de la luz y sonrió.

Muchas veces Horacio sentía como su alma se alejaba de su cuerpo, buscando la libertad eterna que tanto anhelaba y aunque fuesen unos minutos, para Horacio era el único momento en el cual se sentía vivo. Su viaje astral fue interrumpido por la continuada vibración de algo en su bota. Alguien le llamaba.-¿Hola?

-Horacio- la voz reconocible del que consideraba su hermano sonó por el móvil.

-El mismo, ¿Que pasa Gustabo?- sonrió y continuo bailando pero más discretamente.

-Tenemos que irnos, creemos que hay un policia cerca y ya has vendido casi todo.

-OOOhhh- dijo haciendo un puchero- Yo no quiero irmee- arrastraba sus palabras y escucho como Gustabo soltaba un suspiro de exasperación.

-Pues nos vamos a ir, te veo en 15 minutos.- y le colgó.

Y ahí estaba su primer golpe contra la realidad, se acababa la libertad de su alma, se acababa el poder de no sentir y la sensación de que se ahogaba en su propia angustia le inundó el pecho. Guardo su móvil en su bolsillo trasero, salto de la pasarela y se fue hacía la puerta trasera con una figura que le seguía de cerca.

Bitch- Volkacio AuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora