A la mañana siguiente, la sonrisa se me había diluido en el café oscuro que tomé para intentar despertarme. Era sábado. Tenía mucho sueño pero no quería quedarme en cama. Quedarme pensando era peor que tener sueño. Así que decidí por salir a correr un rato al Parque Sarmiento. Me puse las zapatillas deportivas, un short y una remera vieja de Argentina. No llevaba una botella de agua. Luego de salir caminando cuesta arriba, las ganas de correr se habían ido. Quizás ya no estaba hecho para esto. Años atrás había participado en múltiples maratones, hasta en un momento se me había cruzado por la cabeza que podía entrenarme profesionalmente. Lo intenté, pero como todo lo que hacía, lo dejé a medio camino luego de haber cumplido con éxito uno de mis primeros objetivos. Siempre que me iba bien en la vida encontraba una manera para arruinarlo todo. Así como anoche, que por borracho no pude seguir a Meli.
La mañana era soleada, bastante agradable y había mucha gente en el parque. Me encontré con Manu, un amigo con el que siempre corríamos. Me preguntó que cuando iba a volver a las carreras, le dije que ya estaba pensando en retomar. Mentí. No volvería a ese nivel. A él tampoco le importaba, siempre había quedado por detrás mío en las maratones. Así que aunque quiso evitarla, yo noté su sonrisa cuando se dio cuenta que no volvería a correr. Yo por mi parte, seguía sin entender por qué la gente miente aunque el otro sepa la verdad.
Mi caminata se extendió por media hora más, hasta que decidí emprender el camino de regreso a casa. Una vez allí me bañé y me preparé un mate. No tenía nada para comer en la heladera, solo latas de cervezas. Era temprano todavía para beber. Sentí que debía disculparme con mi vecina por lo de anoche. Así que fui a tocarle la puerta. Insistí, pero ella no apareció. Le dejé una nota "oye, lo siento por lo de anoche".
La verdad es que quería hablar con alguien, pero con alguien que no me conociera. Mis amigos y mis amigas ya se habían cansado de escucharme hablar tantas veces de Meli. Necesitaba alguien a quien todo esto le pareciera nuevo, alguien que creyera ciegamente que estaba bien lo que hacía, alguien que me dijera «sí, es buena chica, solo está confundida«. Estaba falto de convicciones, lo único que tenía por seguro era lo que Meli me hacía sentir o me hizo sentir. Sentir que el pecho me va explotar solo me sucede cuando ella regresa de una manera mística como la de anoche. Quizás es ese juego el que nos emociona, el de saber que podríamos ser pero nunca seremos. Aunque no me está gustando ver que pasa el tiempo, pasan los años, me vuelvo más viejo y todos aquellos ideales con los que soñé de chico, se están postergando más de lo planeado. Ya saben, terminar una carrera universitaria, tener una relación estable, poder tener un hijo. No sé, esas cosas con las que sueñan algunos cuando son chicos.A la tarde decidí ir al bar que estaba a unas cuadras del departamento, un bar irlandés que pasaba buena música de los años 70, 80 y 90. La música de ahora me parecía una verdadera mierda. Esos reggaetones con sus letras insípidas y llenas de sexualización barata. El rock era lo que me gustaba, quizás tenías a un cantante cantándole a la cocaína, pero la letra era tan romántica que se la podías dedicar a tu novia y quedabas bien. Siempre sostuve y sostendré que las mejores letras las encontré en el rock.
Llegué a Clarkes, me senté en la barra, estaba sonando Oasis. Gran banda. Quería probar algo distinto, así que me pedí un whisky pese a ser las 6 de la tarde. En el fondo sabía que lo iba a terminar lamentando. Al lado mío se sentaron dos chicas; una, era morena, lindos ojos, llevaba una pollera y un top negro, la otra, parecía más tímida, más blanca que la harina, sentía que emanaba pureza, me gustaba su energía, bastante sencilla pero de gran sonrisa. Luego del primer vaso, tomé coraje y les hablé. "Hola, soy Carlos". Ambas me ignoraron por completo y siguieron con su conversación. Que va, estaba acostumbrado a ser rechazado. Mi altura no me beneficiaba tanto por estar debajo de la media, estaba perdiendo un poco de pelo y llevaba lentes. Sin embargo esa tarde sentía una confianza particular en mi capacidad de seducción. Así que no me di por vencido. Agarré y saqué mi AS bajo la manga. Le pedí al mozo que me diera un papel y una lapicera. Escribí un poema. En cuanto, la morena se levantó para ir al baño, deslicé el poema hacía la chica de aura celestial. Firmaba Carlos Runirini. Le pedí que no dijera nada, y me fui al baño. Luego de un rato y después de mi segundo whisky, hice lo mismo pero esta vez con la chica morena. El alcohol había empezado a hacer efecto en mí. Fue cuestión de minutos para que se dieran cuenta que estaba coqueteando con ambas. Al hacerlo, me miraron de una manera horrible y se fueron. Debajo de sus banquetas podía verse en el suelo mis poemas hechos trizas. Me había equivocado, no iba a ser un buen día para el desgraciado escritor Carlos Runirini. O, eso creía.
Luego, me pedí una cerveza. Miraba a mi alrededor, todos estaban en pareja, con amigos. Todos tenían a alguien menos yo. Me pregunté que estaría haciendo Meli. Mi mente comenzó a viajar hasta que me di cuenta que en la otra punta de la barra, una chica miraba hacía mi sector. Mi mente volvió a situarse en mi cuerpo. Intenté hacer contacto visual. Lo hice, y ella río mirando al suelo. Confirmé que me miraba. Luego de unos minutos de miradas sin sentido, se acercó a mi.
- He visto lo que hiciste con esas chicas.
- Uh, lo siento.
- ¿Por qué?
- No creo que ver cómo alguien coquetea con otra persona sea la mejor manera de empezar una conversación.
- ¿Por qué lo haces?
- ¿A qué te refieres?
- Que porqué coqueteaste con ambas, si sabías que las dos te miraban de la misma manera que yo hace unos segundos.
- Quizás porque siempre se trató de vos.
- Lo estás arruinando. Dime porqué coqueteaste con dos amigas al mismo tiempo.
- Te podría decir que porque me gustaban las dos.
- Pero, ambos sabemos que esa no es la verdad.
Mire mi vaso. Suspiré y continué diciendo.
- Parecían buenas chicas, no quería que conocieran alguien como yo. Les hice un favor.
- Pareces alguien que vale la pena conocer.
- Te equivocas.
Ella otra vez se estaba molestando:
- Soy Agus, y déjame decirte...
- Carlos.
- ...dejáme decirte Carlos, que alguien que se preocupa de esa manera por dos simples desconocidas no parece tan malo como cree.
- Eso es porque no me conoces.
- Me gustaría conocerte. Si estás sobrio, llámame dentro de tres horas. Me dio un papel con su número. Ahora tengo que irme a una fiesta con mi amiga. - dijo, señalando con la cabeza al fondo de la barra donde se veía a su amiga golpeando el reloj de su muñeca, intentando apurarla.
- Está bien. Adiós.
Me dio un beso en la comisura de los labios y se fue. Esa chica sí que sabía como captar la atención de un desconocido.
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El olvido cabe en un sobre
Romance"Carlos, he olvidado como nos conocimos" Solo eso le bastó leer para que algo en él cambiara para siempre. Esta es la historia de Carlos Runirini, un escritor desdichado que se ha enamorado de la persona equivocada y tendrá que enfrentar las consec...