En la espuma de mi cerveza logro visualizar formas varias, como la borra del té. No creo en los malos augurios pero no puedo dejar de mirar mi vaso de cerveza. La espuma me está queriendo decir algo o quizás es todo producto de mi imaginación y de mi aburrimiento. Estaba en un bar al frente del Paseo Buen Pastor con una chica que me había hablado por Instagram. No la conocía. De hecho, yo me había olvidado que tenía Instagram, la editorial me había recomendado que me hiciera una cuenta para difundir la presentación de mi libro hacía unos meses y esas cosas. Luego de lo que había pasado con Agus, se me dio por volver a instalar la aplicación. Todo el mundo la usaba. Vi varios comentarios en las únicas tres fotos que había publicado de la presentación de mi libro, otros mientras tanto preferían hablarme por mensaje. No eran muchas las solicitudes de mensajes, sin embargo la mayoría eran de mujeres y una de ellas era de Cata. Me contaba que le había gustado mucho mi libro, que varias frases le sirvieron de ayuda y la inspiraron. Yo pensé que eso estaba bien porque ni a mi me había gustado mi propio libro pero coincidíamos en algo, había buenas frases en él.
Lo extraño de verse en el bar era que ni con alcohol me estaba divirtiendo. Le pregunté por su vida, y era de lo más aburrida, creo que estudiaba abogacía porque sus padres eran abogados y era un mandato familiar, o algo así. Cuando le pregunté que si le hubiera gustado hacer otra cosa que estudiar abogacía, me contó que dibujaba pero que no se animaba a mostrarme sus dibujos. Yo pensé, pobre, no tiene mucho autoestima. La entendí porque al principio me costaba mostrar mis textos. Sin embargo, cuando le decía que se podía salir del secreto y empezar a mostrar sus creaciones al menos a las personas en las que ella confiaba, las que se suponía que eran sus amigas, se molestó y no quiso hablar más del tema. Me pareció una actitud media extraña, sin embargo yo recién la conocía así que preferí no presionar más. Después se puso a contarme todo lo que le gustaría hacer, la lista era interminable, viajes por Grecia, Italia, Turquía, y vaya a saber cuántos países más me nombró, eso aumentó un poco mis expectativas pero cuando le pregunté si hacía algo que la acercara a alguno de esos sueños, me dijo que no. Era una soñadora aunque de las malas, de esas que solo sueñan para poder escaparle a la realidad pero no para cambiar su vida y mejorarla. Cata era muy linda, pero no me llamaba la atención. No me gustaba, así que la acompañe a tomarse un taxi y le pedí que me avisara cuando llegara. Llegó bien y nunca más volvimos a hablar.
Qué aburridos podían llegar a ser estos asuntos de verse por primera vez con alguien aunque peor sería no intentarlo, pensé. Más conocía personas, más me convencía de lo especial que había sido la primera cita que tuvimos con Meli, la del sandwich y el tobogán. Y yo volvía a entristecerme recordando esa carta en la que decía que se había olvidado como nos habíamos conocido.
Si bien sabía que estaba de novia con un sujeto, en el fondo tenía esperanzas de que siguiera teniendo sentimientos hacía mi. Ya sé, era ridículo pero cuando se trata de ella siempre tengo esperanzas de algo más. Cada vez que me prometo cerrar la historia con ella, encuentro la manera de mantener una pequeña luz en la oscuridad. Quizás es que soy demasiado terco, o que no me animo a aceptar que es momento de enamorarme de alguien más.
Elegí otro de los mensajes de Instagram, empecé a hablar con una tal Candelaria. Le decían Cande. Parecía muy linda, me gustaba hablar con ella así que la invité a tomar algo al departamento. Esa noche cociné unas pizzas caseras. Tomamos unas cervezas, al otro día yo trabajaba temprano pero no me importó. Por ella valía la pena desvelarse. La estaba pasando bien, me reía, nos reíamos. Contábamos anécdotas vergonzosas del pasado. Todo iba bien, y me di cuenta que me estaba empezando a interesar en serio. Y siempre cuando eso pasaba, yo me comportaba como un inocente niño de 14 años que todavía no había dado su primer beso. Me olvidaba de todo y dudaba a cada segundo sobre cuando era el momento indicado para besarla. Lo irónico es que si la chica no me gustaba, si no me interesaba, todo era bastante fácil. No temía dar un beso, no temía que nada saliera mal y por lo general todo salía bien, pero con Cande tenía miedo que las cosas no resultaran así. Ella me dio el primer beso.Dos noches después de eso, nos volvimos a ver y terminamos lo que ese beso había empezado. Fue simplemente perfecto. Pero había un problema, yo no le gustaba. Así que, poco a poco, empecé a alejarme ante su desinterés. Me dolía querer que nos vaya bien cuando de su parte solo recibía indiferencia. Con los días Cande salió de mi vida. Y si bien eso me dolió, lo entendí. Cuando te han roto tantas veces el corazón, después todos son puros rasguños.
Una tarde al volver del trabajo me encontré a Josefina. Subimos por el ascensor. No nos saludábamos nunca pero ese día no quería quedarme callado.
- ¿Por qué me odias? - dije, sin dar vueltas al asunto.
- No te odio. - al escucharla, me reí sarcásticamente y continué diciendo.
- Desde el primer día me miras de esa forma horrible y ni hablar después de lo que le pasó a tu puerta.
- ¿Nunca te pusiste a pensar que quizás había tenido un mal día?
- No, se supone que si tenes un mal día y tratas mal a alguien, después te disculpas. Vos nunca te disculpaste conmigo.
- Bueno, lo siento, ¿sí? ¿Ahora estás feliz? - se abrió el ascensor y fue a toda prisa hasta su puerta. La seguí por detrás. - ¿Qué queres ahora?
- Invitarte a cenar a mi casa. Empezamos con el pie izquierdo y me gustaría cambiar eso.
- ¿Por qué?
- No lo sé, ¿podes dejar de hacer preguntas por un segundo y contestar?
- Está bien, a las 21 estoy ahí y más te vale que la comida sea rica.No entendía como había pasado todo eso. Algo en esa conversación me había acelerado el pulso y tenía que aceptarlo, Josefina me parecía muy linda. Además, era muy misteriosa. Todo lo que la rodeaba era misterioso, y eso me daba mucha curiosidad. Quería saber un poco más de ella. No iba a poder odiarla mucho tiempo más. Agus tenía razón, fui un exagerado cuando me enojé con mi vecina. Es increíble cómo las emociones son capaces de nublarnos la razón.
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El olvido cabe en un sobre
Romantik"Carlos, he olvidado como nos conocimos" Solo eso le bastó leer para que algo en él cambiara para siempre. Esta es la historia de Carlos Runirini, un escritor desdichado que se ha enamorado de la persona equivocada y tendrá que enfrentar las consec...