Se hicieron las 3 de la mañana, estaba lo suficientemente ebrio para tener más labia de la habitual pero sabía que un vaso más me haría perder la razón así que decidí emprender el regreso a casa. Mientras caminaba por la Chacabuco observé a unos escasos autos pasando a toda velocidad. Me pregunté si estaban corriendo una carrera ilegal. Seguramente. Yo le hubiera apostado al rojo. O al blanco. Uh, ese sí que va rápido. No lo sé, no sabía de autos, ni tampoco de apuestas. Pero al menos me divertía mientras caminaba. Me dio hambre así que me detuve en un puesto de sandwiches de milanesas. Allí había otros pobres diablos, ebrios como yo. Me senté al lado de dos sujetos en una banqueta que estaba vacía. Los miré y ellos siguieron con lo suyo. Uno me cayó mal apenas lo vi. Que se vaya a la mierda, dije para mis adentros. Antes de retirarme del local, me di cuenta que uno de ellos estaba distraído en una conversación de lo más estúpida. Así que, agarré la caja de los aderezos y busqué el más picante que había. Con cuidado, sin que se diera cuenta, llené su sandwich con mucho picante.
Segundos después, lo escuché gritar. Yo ya estaba en la puerta del local.
- ¡¡AHHHH!! ¿Qué le ha pasado a mi sandwich? ¡Hijo de puta, fuiste vos enano de mierda! - dijo, refiriéndose a mí.
Lo vi levantarse de su silla enfurecido y me di cuenta que tenía que salir corriendo. Corrí como nunca. En mi mente estaba corriendo igual de rápido que Usain Bolt. Quizás tenía que volver a las carreras. Logré escaparme de allí, y solo después de dos cuadras decidí mirar atrás. Nadie me perseguía. Tal vez le escapaba a mi sombra. No lo sé.Mientras recuperaba mi respiración normal llegué a casa riéndome. Era bueno no perder el sentido del humor, sobretodo, cuando la vida no iba nada bien. Pasé por la puerta de mi vecina, y me di cuenta que todavía seguía allí la nota que había dejado a la mañana. Me pareció extraño pero no me importó. Entré a mi casa. Comencé a desvestirme, saqué el poco dinero que me quedaba, lo dejé en la mesa, y ahí fue cuando encontré el papel con el número de la chica del bar. "Si estás sobrio, llámame" me había dicho. No estaba sobrio, tampoco estaba ebrio. Pensé en llamarla pero recordé que estaba en una fiesta. Seguramente no iba a escuchar el teléfono. Tardé 5 minutos en escribir un breve mensaje, lo revisé lo suficiente para que no sospeche de mi estado alcoholico. En media hora Agus estaba tocando la puerta del departamento.
- ¿Estás borracho? - dijo, apenas abrí la puerta.
- Ya no. Y, ¿vos?
- Un poco.
- Ah está bien. Pasa.Nos sentamos en el sillón. Puse un poco de música y comenzamos a beber las latas de cerveza que me quedaban. Tenía que ponerme a su mismo nivel. No me gustaba estar más sobrio que ella. Me dijo que la fiesta había estado un poco aburrida, que varios chicos habían intentado seducirla pero ninguno con éxito. No sabía si creerle, pero no me importaba si había estado con diez chicos en esa fiesta o con ninguno. Me daba igual. Le conté lo que había hecho en el local de los sandwiches de milanesas y nos reímos por diez minutos. El alcohol estaba jugando a nuestro favor. Cuando dejamos de reír empezó a sonar una canción que le encantaba y se puso a bailar delante mío. Se movía de una manera impresionante, se notaba que había estudiado baile en algún lado, Agus sabía moverse. Cerraba los ojos, movía los brazos lentamente de manera hipnotizante. Estaba gozando realmente la canción. Y mis ojos la admiraban en cámara lenta. Verla bailar era poesía. Mejor poesía que la mierda que había escrito unas horas antes en el bar.
Me agarró las manos, me levantó del sillón y comenzamos a bailar los dos. Se acabó su canción y parecía que el alcohol no era lo único a nuestro favor. Comenzó a sonar uno de esos lentos que se bailan en pareja, de esos lentos que bailaban nuestros padres, que bailaron todos los padres, en el pasado. Bailamos en el medio del living. Ella tenía su cabeza apoyada en mi pecho. Nos movíamos lentamente. Yo trataba de no pisarle los pies, no era tan buen bailarín. Sin embargo, ahí con ella yo me sentía bien. Me gustaba Agus. Estaba en problemas. Le di un giro y cambié de canción.
- Oye, ¿por qué lo hiciste?
- No lo sé.
- Sí que lo sabes. Escúpelo cobarde.
- Tengo miedo.
- Explícate.
- Esta noche está yendo demasiado bien.
No dijo nada. Miró hacia la ventana. Salió al balcón. La seguí por detrás. Y me coloqué a su lado a mirar la nada misma. Y me habló:
- Estoy cansada, Carlos.
- Está bien, si queres vamos a dormir.
- No. Estoy cansada de los chicos que tienen miedo a enamorarse, estoy cansada de que nadie sea sincero respecto a sus sentimientos. ¿Sabes porqué hoy rechacé a todos los chicos en esa fiesta? O, ¿por qué me acerqué a vos en el bar?
Negué con la cabeza.
- Porque a ellos no les interesaba ni un poco quién era yo. Solo querían alguien con quién acostarse esta noche, alguien a quién olvidar a la mañana siguiente.
- Y, ¿qué te hace pensar que yo soy diferente a ellos?
- Tus ojos Carlos. Están llenos de dolor. Te queres mostrar como alguien duro, alguien que solo quiere embriagarse y estar con chicas solo por la noche, pero no es así.
Miré hacía el costado, no quería que viera cómo mis ojos se humedecían. No le contesté nada. El silencio lo hizo por mí.
Minutos después le dije que nos fuéramos a dormir. Y eso hicimos. No hubo besos, no hubo sexo. Solo hubo intimidad, de esa que no es habitual pero que es la más real. Al desvestirse vi que tenía una cicatriz en su espalda, parecía dolorosa. No quise preguntar. Y me dormí abrazado a ella.Llevábamos un buen rato durmiendo hasta que me despertó. Respiraba agitada. Le pregunté qué pasaba. Y me dijo que había oído unos gritos. Le dije que no se preocupara, que era habitual. Mi ventana daba al patio interior del edificio que a su vez, este, compartía con los patios interiores de otros edificios. Seguía un poco tensa hasta que le dije que era normal escuchar gritos, música, y ruidos de todo tipo, que la zona no era la mejor para vivir pero al menos el alquiler era barato. Logré tranquilizarla, la volví a abrazar y nos dormimos nuevamente.
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El olvido cabe en un sobre
Romance"Carlos, he olvidado como nos conocimos" Solo eso le bastó leer para que algo en él cambiara para siempre. Esta es la historia de Carlos Runirini, un escritor desdichado que se ha enamorado de la persona equivocada y tendrá que enfrentar las consec...