Parte 2. Plan

223 24 0
                                    

Todo plan, puede desmoronarse. En este mundo, no hay plan o maquinación que siga cada paso al pie de la letra. Siempre, sin ninguna duda, debe haber espacio para improvisación y cambio de planes. Eso lo había aprendido a temprana edad. Cuando su madre había muerto y él había guardado esa nota.

Nunca entregó ese texto, considerándolo como su motivación personal, el dolor de esas letras y de todo lo que había arruinado su infancia junto con la de su hermano. Quería mantener a WangJi libre de pecado. Porque era el único que comprendía, el único que había permanecido de rodillas frente a las puertas que nunca más se abrirán. El único que era capaz de aumentar el dolor en los ojos de su tío.

Xichen no era ciego, sabía perfectamente quién era el favorito de Lan Qiren. El favorito de los ancianos del clan. Lo sabía, lo veía en sus ojos, en el orgullo de la voz de su tío, en la forma en la que era cada vez más estricto con él. Mientras más exigían a WangJi, más su hermano se entregaba a ellos. Y mientras más sufriera WangJi, más sufrirían ellos.

¿Y Xichen?

Xichen había llorado. Había expresado emociones de un modo que no era del todo bien visto por el clan. Mientras que WangJi solo expresaba su dolor en silencio y con tozudez. No había calculado el efecto de tal acto. Era claro que el tío era más fácil de dañar. Porque el tío, aunque fuese un hombre cruel capaz de tratar a su madre no mejor que una puta que le había costado su hermano, sentía afecto por ellos.

Entonces Xichen le dejó ser, porque WangJi era el mejor en lastimar a su tío. Y él, solamente ofrecía silencios y palabras comprensivas cuando era requerido. Sonreía, porque sonreír era todo lo que podía hacer. Todo lo que debía hacer. Y miraba a su tío como buscando respuestas.

Lan Qiren odiaba esa mirada. Lo sabía, lo sentía en su incomodidad. El tío, el querido tío, odiaba que Xichen le mirara con afecto. Porque sentía culpa y responsabilidad. Mientras que WangJi, obedecía sin decir nada.

Siendo pequeño, no había notado el otro efecto de ese actuar. No sino hasta que los ancianos del consejo de Gusu comenzaron a acercarse cada tanto. Haciendo comentarios, actuando como si fuesen familiares cercanos, pretendiendo dar consejo, pretendiendo dar ayuda, manipulándolo para asegurar su poder en el futuro.

El clan estaba podrido. Total y completamente podrido de raíz.

¿Qué podía hacer entonces? Pues, destruirlo. Claro está.

Las reglas, el código de conducta que debía de ser una guía había sido reinterpretado.

"No cometer actos de promiscuidad"

¿No había hecho eso el maestro que había sido muerto por su madre?

"Mantener los valores de la justicia"

¿No había el clan desechado la justicia al castigar una inocente?

"No usar malas palabras para lastimar a otros"

¿Acaso su tío no notaba cómo esas palabras que usaba en WangJi, lo herían y presionaban? ¿No notaba cómo dejaba de lado al propio Xichen?

Cada día que pasaba, cada instante, podía identificar como las reglas eran rotas por la propia secta. Pero no por cualquier miembro, sino por los grandes cultivadores y cabecillas. Todos y cada uno de ellos, desde su tío, a su padre, a los ancianos y maestros.

Todos.

Absolutamente todos.

Habían roto las reglas.

Y nadie les castigaba.

Nadie decía nada.

Y él solo miraba, sabiendo quiénes eran y juntaba uno a uno sus pecados en un contador propio.

Pintó un cuadro de tinta, pincel sobre lienzo, y dejó su imaginación vagar. Gusu Lan siendo representado en tal amplio lienzo. Y cada trazo sobre el papel, era una regla rota de la que había sido testigo.

Memorizó las palabras de su madre, aquella carta. Y luego la quemó, para que no cayera en otras manos.

No dejar pruebas. Sin pruebas, no hay culpas.

Sin testigos, no hay pecados.

Así que no tenía planes, solo ideas. Pequeños gestos de manipulación controlada. Sonreír, y demostrar emociones.

Aprendió a ver más allá de lo evidente.

En los ojos de Nie Huaisang la serpiente que se escondía, pero que era feliz con el simple hecho de no ser molestado. Huaisang, nunca lastimaría a otros siempre y cuando no le lastimaran primero.

WangJi, siempre necesitaría guía. Porque era alguien que no tomaba decisiones por sí mismo.

O no lo hacía, sino hasta que Wei Wuxian, con su risa e inteligencia, irrumpió en su vida.

WangJi haría bien al irse con ese joven. Sobre todo porque Lan Qiren detestaría ello. Lo detestaría tanto que se opondría. Y al lastimar a WangJi, se lastimaría a sí mismo.

No, el mejor plan. No era un plan.

El mejor plan, era conocer a todos, conocer a todos quienes le rodeaban. Todos y cada uno de ellos. Sus miedos, sus motivaciones, sus afectos, sus secretos, porque mientras supiera todo ello, podía castigarlos como se merecían.

Así que observó, aprendió, y cuando la secta Wen comenzó a moverse tal y como esperaba, se aferró a la oportunidad. 

A dark road ahead of usDonde viven las historias. Descúbrelo ahora