Parte 8. Second Verse, Same as the Rest

205 18 7
                                    


Sensación de pesadez. Como si su cuerpo estuviera completamente atado al suelo. Como su su cuerpo estuviese separado de su alma, y solamente con mucha paciencia podía recuperar el control de sus miembros adormecidos. Era una sensación extraña, como si "él" fuese un ser fluido atrapado en un cascarón que no era del todo el propio. Extraño, inusual, y quizás irreal. Podía sentir su Qi fluyendo por su cuerpo, sus meridianos despertando uno a uno y tratando de reconectar con su raíz espiritual de un modo que le daba a pensar que su cuerpo había perdido el conocimiento de cómo respirar.

Era como si su sistema hubiese sido completamente sofocado y ahora debía de trabajar punto por punto para poder regresar a la realidad.

Una vez tuvo el conocimiento de su cuerpo, siguió el recuperar sus sentidos. Tacto fue lo primero, la sensación de su cuerpo tumbado y atrapado por la gravedad de sus músculos agarrotados y la cruel realidad de que no se encontraba en un lugar precisamente cómodo. Por lo que podía apreciar, yacía en el suelo boca arriba, una mano sobre su pecho y la contraria estirada, su rostro girado en dirección a su mano.

Siguió el olfato y el gusto, garganta seca y el aroma hierro. El aroma de la sangre y el óxido. No obstante era un aroma también un tanto... húmedo. Aroma silvestre, el aroma a hierba y tierra mojada. Polvo en el aire, la ligera comezón la sensación de suciedad tanto en el aire, como en su piel y paladar. No sentía haber tenido sangre en su boca, pero el aroma había impregnado su gusto.

Después llegaron los sonidos. La suave brisa moviendo papel y sacudiendo maderas, lluvia constante pero reconfortante, como un arrullo. Una canción de cuna que le invitaba a descansar al mismo tiempo que el aroma a sangre le invitaba a despertar.

Lentamente abrió los ojos, pero todo era oscuro. Negro, una oscuridad profunda en la que con cada parpadeo las sombras se movían y se abrían paso en un preámbulo de la visión que tardaba en regresar.

¿Acaso el clima había detenido el incendio? No... no era posible. E incluso al tratarse de ello, sabía mejor que nadie que Shuoyue no había fallado. No sentía dolor, no sentía nada salvo la extraña sensación de que su cuerpo no era suyo.

Parpadeó varias veces, y al abrir los ojos, se encontró con la imagen de otra persona recostada boca abajo. Largo cabello negro recogido en un tocado, túnicas del color azul, sangre cubriendo el suelo. Pero la mano de esa persona buscaba la propia, y sin embargo no habían llegado a tocarse. Lan Xichen tomó asiento lentamente, notando vagamente la inclinación de su cuerpo, como si hubiese estado tratando de alcanzar la mano contraria.

Aquellas manos jamás llegaron a tocarse.

Miró a los alrededores, inspiró con fuerza, y al sentir su cabello deslizarse por el costado de su rostro bajó la mirada encontrando una imagen tan extraña que le dejó de una pieza.

Su cuerpo, no era su cuerpo. Si las sensaciones no habían sido suficiente información, encontrarse ocupando un cuerpo claramente femenino era todo lo que necesitaba para confirmar sus sospechas.

Comenzó a circular su Qi, encontrando un exceso de energía Yang el cual lentamente se modificaba para adaptarse a su nueva raíz espiritual. Llevó ambas manos a su rostro, tocando el mismo y finalmente deslizando las manos hasta tomar el cuello de su ropaje. Eran... túnicas mortuorias.

En efecto, era una mujer. Una mujer que había fallecido y su cuerpo usado como contenedor para él. Y el hombre a su lado, probablemente había sido el sacrificio. ¿Por qué tan bizarra decisión?

El resto de la habitación se encontraba altamente limpio. Solamente el círculo en el que ahora él reposaba, el cuerpo que le acompañaba y los talismanes que pendían del techo y cubrían las otras aperturas. Una puerta le separaba del resto de la estancia. Por lo que se puso de pie, caminando alrededor del cuerpo tumbado y dedicándole una breve mirada.

A dark road ahead of usDonde viven las historias. Descúbrelo ahora