Prólogo

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Prólogo.

El día era oscuro y gris, la lluvia repicaba en la ventana y ella solo veía hacia el vacío de su habitación comparándolo con su interior, se encontraba recostada en su cama. Hoy, como casi todos los días que habían pasado desde su secuestro se encontraba sin ganas de hacer nada, solo regodearse en su dolor. Sabía que estaba haciendo sufrir mucho a su madre al verla en ese estado pero no podía evitarlo, desde su secuestro hace 3 meses atrás sentía que le faltaban fuerzas para seguir adelante.

Paso suavemente su mano por su cuello, rebuscando entre sus ropas negras el collar con la perla que Él le había regalado y que tenía grabado una "I" mayúscula en el centro. "Inuyasha" pensó con un nudo en la garganta mientras una solitaria lagrima escapaba de su ojo. De pronto, la puerta de la habitación se abrió y su madre entro y la miro con un semblante preocupado.

– Kagome, ya levántate, recuerda que hoy debes ir a la Universidad a renovar tu matricula, ya es tiempo de que retomes tus clases... – le dijo maternalmente al tiempo que se acercaba lentamente a la cama donde estaba su hija.

– Lo sé, en un momento bajo... – con dificultad se levantó quedando sentada en su cama.

– Otra vez vas a salir vestida de negro... – le comento la mujer adulta al ver a su hija nuevamente vestida de riguroso negro.

– Por favor mamá, ya te he pedido muchas veces que respetes mi luto... – le pidió con voz debilitada al mismo tiempo que trataba de tragarse el nudo en su garganta.

– Lo sé, lo sé, es solo que... ¿No crees que ya ha sido suficiente? Además, guardar luto tanto tiempo por el hombre que te secuestro...

– Ya hemos hablado de esto mama, yo me enamore de él y aun no puedo arrancármelo del corazón. – Suspiro – Dame tiempo ¿Si?

– Bueno... está bien, termina de arreglarte, que vas tarde... – se levanta para ir a la puerta. – Ah y no te tardes mucho, abajo hay alguien que está ansioso por saludarte – le dije sonriendo dulcemente.

La joven azabache con resignación se levantó y preparo su bolso para después salir de la habitación y bajar las escaleras, una vez abajo se encontró a Kouga bebiendo un café que en ese momento su madre acababa de servirle, retuvo el impulso de rodar los ojos, no tenía ánimos de convivir con él ni con nadie en esos momentos.

– ¡Kagome! ¿Cómo estas preciosa? – apenas Kouga la vio, dejo su taza de lado y corrió hacia ella para darle un beso en la mano.

– Bien Kouga, sigo con vida ¿No? – trato lo mejor posible de sonreír forzadamente.

– He aprovechado mi hora de comida para venir a verte, quería saber si tal vez podría invitarte a comer y....

– Lo siento mucho Kouga pero ya iba de salida... – y sin dejar que le responda, se soltó de su agarre y salió rumbo a la calle. Kouga salió tras ella.

– ¡Espera! Traje mi coche y está aquí cerca, podría llevarte si quieres... – le dijo animado.

– Kouga, te lo agradezco pero prefiero estar sola por ahora... – levanto los ojos desesperada a la calle tratando de encontrar rápido un taxi que la saque de ahí.

– No es bueno que te alejes de tu familia y amigos, todos estamos preocupados por ti – le dijo en tono lastimero.

– Lo sé pero necesito tiempo, entiéndeme, me siento mejor estando sola... – trato de convencerlo.

– ¿Has continuado yendo a terapia con el psicólogo que le recomendé a tu madre verdad? – al ver que ella desvió la mirada se molestó un poco. – ¡Por favor Kagome! Es por tu bien... él...

Destino RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora