Directo al punto

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Capítulo 5

Pasaron horas. Horas completamente llenas de incertidumbre, desasosiego, intranquilidad o tribulaciones, estados en los que una persona se siente en pena, aflicción o como yo le llamo un manjar de desazón. Son justo las sensaciones que una persona semejante a mi no debe sentir o percibir.

Las palabras de Alicia no salen de mi cabeza, ni tampoco toda la información que aún no asimilo del todo. Las líneas se repiten, una y otra y otra vez, sin parar, parecido a cuando un disco se queda rayado en el mismo estribillo de la canción que más detestas, pero a final de cuentas terminas aprendiéndotela, porque las secuencias logran quedarse grabadas en tu cerebro de una forma vaga, pero allí se quedan y sin darte cuenta, en un abrir y cerrar de ojos las palabras salen de manera inconsciente.

»—Eres la única que aparece en ese trato...debido a que yo pedí quedar fuera de todos los negocios de la familia, porque no me gustan ninguno de estos los lujos y lo que papá y mamá hicieron para gastárselos Sammy. No fui educada de esa manera, aunque claro fue con una doble moral, sin embargo influyó y no estoy de acuerdo con ese estilo de vida. Además ese derecho de heredera legitima solo lo llevas tú nena. Cariño, no quiero que esto cambie la forma de vernos, te amo, eres mi hermanit...

En ese momento la interrumpí, no aguante el gesto comprimido con el que me hablaba. Aún tengo grabada en mi mejilla la sensación de su mano dejando una caricia y peor aún su mirada de pena, ¡ella me miraba con pena aún cuando ella decidió dejarme embarrada en todo está mierda!

»—¿A qué te refieres con que solo yo? Alicia ¡Por Dios! Tú... tú también eres su hija y no podías ser tan egoísta y dejarme a mi toda la carga! ¡Fue injusto de tu parte!

Entonces gritó: —¡Ah, disculpa Samantha! discúlpame por sentirme dolida y apuñalada por la espalda al saber tantos secretos de la familia, ¡Y dentro de esos enterarme de que soy adoptada!

Lo único que logré hacer fue salir colérica de su hogar y no razonar ante sus palabras, ni siquiera me percaté de que me siguió hasta el coche mientras me gritaba o intentaba decirme algo más, ha sido solo hasta ahora, con la cabeza fría, que entonces las oraciones empiezan a tener sentido y también se han convertido en una secuencia.

Adoptada esa palabra hace eco en mi cabeza, junto con la frase: ¿Todavía no lees la carta de mamá?

Claro, esa carta que lancé en el saco roto que cargaba en el camino que recorrí hace unos años, con la intención de olvidarla sin leerla. ¿Eso decía esa estúpida carta? ¿Explicaría algo más del lío en el que me han metido? De todos modos no pensaba leerla, no cuando era la carta que mi madre escribió mientras daba su último aliento.

—Oye cielito —chilló una voz cantarina.

Pestañee varias veces acostumbrándome al escenario en el que me encontraba. Era Carla quien me llamaba, la misma que sin saberlo logró sacarme del camino al que sin frenos, me dirigía.

—¿Qué... qué decías? —fingí una sonrisa.

Rodó los ojos, intentando parecer fastidiada conmigo, cuando la malvada no cabe de la felicidad. No sé como carajos no le han dolido los cachetes de tanto reír, literal se ha pasado todo el día con los dientes fuera de su boca.

Llegué a pensar que le dio un espasmo a la pobre. Aunque no sería mala idea, así se quedaría callada.

—¡Mira el modelito que te he comprado! —otra vez la felicidad no cambia en ella— Lo usarás hoy mamita, ya póntelo que se nos hace tarde. Debes estar resplandeciente y ardiente, ¡eres la cumpleañera! —No creo que mis oídos vivan para mañana.

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