Prólogo

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«La vida cobra su sentido a través de la intensión de los ojos por los cuales se admira, dicha intención nace de lo profundo del corazón, por ello tu vida dependerá de la condición de tú alma»

Solía alegar esas palabras grabadas en mi memoria, día tras día. Pero en los momentos como estos aún más.

¿Una, dos, tres horas? ¿Era ese el espacio de tiempo en que me encontraba pérdida a causa de mi desdicha? Había perdido la noción del tiempo, sentía dar vueltas en sentido del reloj y por ello era inútil creer que podría salir de ese laberinto, cuando sólo podría ser a manos de mi captor. Lo que había llamado laberinto no es nada a comparación con lo que realmente es ese lugar. Estaba cubierto de penumbra, la noche nos había alcanzado y la neblina comenzaba a hacer su aparición gracias al templado clima, a aquello debía agregarle las plantas herbáceas a mí alrededor. Una especie totalmente desconocida para mí, sobre todo cuando no era alérgica, y estás me estaban provocando mal estar, mi piel arde, tengo escozor en los ojos y lágrimas, unas que no sabría identificar si eran a causa de las plantas o del dolor por el que atravesaba mi alma.

Es lamentable y un tanto desalentador el aceptar que la desdicha se ha apoderado de mi existencia, sin dar paso a la brillante persona que una vez creía ser. Porque aunque estaba intentando escapar de la vida impuesta para mí, no se debía al intento de salvarme a mí misma, ahora se debía a causa de otra persona. Una que su vida aún tenía tiempo para encontrar su verdadero sentido, debido a su alma pura, llena de inocencia.

El ruido alrededor logro sacarme del trance en el cual me encontraba, y temí lo peor. Tenía compañía, se enteraron de mi ausencia, por lo que ahora moverían hasta lo imposible, con tal de cumplir las órdenes de su señor.

No puedo más, estoy cansada. El hermoso vestido floral que mi madre me regaló estaba destrozada y sucio, aparte de que reiteradas veces caí al suelo por su largo, también mis pies duelen y creo que a causa de estar descubiertos se han rasgado, tienen cortes y sangran, al igual que mis brazos. Pero no duelen tanto, el suplicio que me ocasionan las heridas en mi cuerpo no es nada comparado con la pena de mi corazón.

Otra vez escuchaba los llamados que imploraban mi nombre y mi aparición. Con todo el saber de quienes me buscaban no me detuve, simplemente deje de lamentarme y tome fuerzas para continuar, porque no dejaría de luchar. Entonces, comencé a trotar nuevamente, mordiendo fuerte mis labios para acallar mis sollozos, con cada paso que daba las ramas a mis costados me herían más, podía calmar los sonidos lastimeros de mi pesar, pero las lágrimas continuaban. La angustia me estaba avasallando, jugaba con mi conciencia de formar cruel y lo peor era presentir, saber que sólo estaba a segundos de ser atrapada...

Estando en esa batalla mental me distraje del camino, por lo que terminé trastabillando y para mí mala suerte caí. Pero pensé que nada podía ir peor hasta que levanté la vista y lo vi.

Él estaba allí...frente a mí.

La furia compaginando con sus ojos, era la prueba del enojo que lo descomponía en esos momentos.

Como si ese maldito desalmado no fuese así siempre.

Odia maldecir. Sin embargo esta vez estaba de acuerdo con lo dictado por mi conciencia.

Mientras lo vi acercase más, toda mi valentía se consumía poco a poco y mi cuerpo comenzaba a temblar. Solía tener un carácter duro e inquebrantable, más en esos momentos sentía miedo por el destino que tendría mi causa de escapar.

Él terminó agachado delante de mí, su absurda sonrisa burlona apareció. Mientras yo solo hice acoplo de mis fuerzas para que no dejarle ver mi temor.

—Hermosa mariposa, ¿En serio creíste que podías escapar así de fácil? —cuestionó satírico.

Era tan descarado como para atreverse a acariciar mi mejilla. El toque fue suave, pero ya soy consciente de la malicia de la cual él es capaz, por lo que entendía la verdadera intención detrás de esa caricia.

—No me toques...—mascullé en un aliento.

Su respuesta fue una mirada profunda. Sus ojos azules que podía engañar a quien fuera por su belleza, me estaban escrutando, me atrevía a apostar mi vida que en su cabeza se formaba un maquiavélico plan para terminar lo que había comenzado. Y temía que logrará lo propuesto. Pero mis fuerzas eran nulas para pelear, sentía los ojos pesados.

—No lo hagas por favor —imploro antes de caer en la inconsciencia...



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Nos leemos pronto...

Ig: marukenzi




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