Capítulo 1: Un día cualquiera.

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El otoño de 1984 una chica yacía en la taza del baño, a las 2 de la madrugada esperando alguna señal para no hacerlo, no hacer aquella cosa que había planeado cuidadosamente dejando una carta en su cama, una carta que definiría lo que estaba apuntó de hacer y porque, pero ¿cuál era su problema? Porque simplemente no podía hacerlo, sería acaso qué ¿no quería cargar con la pena que llevarían las personas que la amaban? Si es que existía halgo más allá de la muerte o simplemente era un obscuro y vacío nada. Mientras esos pensamientos atroces y obscuros la atormentaba, con sus lágrimas en sus mejillas rosadas mirando hacia el suelo y viendo una pequeña gota de sangre escurriendo sobre su brazo decidió por tercera vez no hacerlo. ¿Como era posible esto? Una niña con una infancia no muy trágica (o eso era lo que creía y se acordaba), una niña bien educada, como podría pasar de una niña tan feliz... al borde de la muerte, por tercera vez, a caso ¿estaba enferma? NO! no podía estarlo, pero mientras esa voz tan agonizante y frustrante con un sonido persistente y fuerte decía ¡¡HAZLO, HAZLO, HAZLO!! El ruido de unos pasos bajando las escaleras silencio esa voz tan rápido que no sabía cómo reaccionar, mientras se limpiaba con sus delicadas, blancas y suaves manos esas lágrimas transparentes, saladas y con sus mejillas aún rosadas y ojos rojos, decidió bajar la taza del baño, salir fingir estar cansada, bostezando y llevándose una mano a la boca, se topo de sorpresa a su hermano, con unos boxers sin camisa y cabello despeinado, un muchacho unos meses mayor que ella, atleta claro, delgado y con cuadros el típico muchacho con promedio regular y un poco rebelde de vez en cuando pero si, a ella la conocían como "la hermana de..." No por su nombre, si no por la hermana de alguien. A caso si hubiera echo lo que tenía en mente esa noche en el baño, irían los amigos de su hermano para consolarlo, tomar cerveza o quizá vodka y después de unos meses olvidarlo, pero ¿en realidad hubieran sabido el nombre de la chica de aquel funeral?, o simplemente la hermana de aquel muchacho, una trágica historia familiar de una hija con problemas mentales no detectados a tiempo. Una vez más, un trágico accidente en aquella ciudad.


La mañana del día siguiente Margaret despertó con un dolor de cabeza insoportable, con su cabello largo castaño y despeinado, se miró al espejo con una cara larga y con una mirada vacía, escucho a su hermano
-Margaret, ¿que estas haciendo? es día de escuela alistate y baja a desayunar, mamá espera.
-lo haré.- contestó ella, secamente y mirando a la nada, como si lo hubiera dicho por instinto, ni si quiera lo pensó, corto y suave pero seco sonido que salió de su boca, un "lo haré".
Cuando se alistaba para la escuela, vio que la herida de esa madrugada todavía se notaba mucho en aquel brazo blanco, un blanco como si nunca hubiera salido al sol, de un blanco pálido, donde se veían claramente las venas verdes.

Decidió ponerce una blusa de manga larga y un pantalón olgado, al final de cuentas sólo iba a la escuela. La ayudó mucho el clima, ya que no hacía calor, sí no, hacía un aire fuerte que sonaba en los árboles afuera de su casa, como su el viento quisiera decirle algo, como si hubiera algo que quisiera comunicarse, pero al final quizá solo era su mente y nada más.

Bajo a la cocina mirando a su madre, vio algo extraño en ella, pero en estas temporadas siempre era extraña, se quedaba mirando al vacío pensando mirando hacia el horizonte como si quisiera encontrar algo en aquella frontera después de la ventana, pero no lograba ver nada. Pensó Margaret que quizá no sólo yo tenía demonios dentro de mí que me rasguñan el interior de mi cuerpo queriendo salir, probablemente otras personas sabían cómo ocultar mejor a aquellas criaturas obscuras que yacían en su interior, un claro ejemplo sería su hermano claro, como siempre, un chico medianamente "perfecto"; la llevaba a la escuela, hacía deportes, notas casi perfectas, popular, llegaba a tiempo aunque no importaba ya que ni si quiera tenía hora de llegada a casa.

Como siempre, el hermano de Margaret la llevaba a la escuela si no antes recoger o a su novia claro, una tal "Samantha" mejor conocida como "sam" de cariño obvio, una chica un poco alta, claramente la popular de la escuela, delgada y de buen cuerpo, casi perfecta para su hermano, y en sí perfecta por si misma, tan delicada e independiente quizá le llegaba a atraer un poco a Margaret... quizá.
-

Hola Margaret que tal estas. - le pregunto Sam, con aquella delicada, suave y hermosa voz, tenía el día de hoy unos labios color rojos con una blusa ajustada beige también de manga larga, una falda nehra pegada y unas botas negras un poco altas con sus respectivas mayas negras transparentes ajustadas.
-Bien gracias.- replique.
-Y que amor, a mi no me saludarlas.- dijo Ben.
Ay ese estúpido muchacho arrogante, iñme tenía arta, siempre se salía con la suya, se fugaba a mediados de entrenamientos para ir a los vestidores a besuquiarse con su novia, probablemente quizá más que eso, y aun así decirle que si no lo iba a saludar esa mañana? Porfavor, se verían en unas horas detrás de las canchas para hacer sus cochinadas,era hijo de mami y papi claramente le consentía todo, quizá era la obeja negrade la familia pero realmenteno me importaba, muy pronto no estaría en este mundo si algún ser superior se apiada de ella.
Sam lo beso y Margaret se volteó ¿porque se demoraban mucho tiempo besándose? haciendo ruidos extraños y al parecer leguas de por medio, no le gustaba para nada.
Para evitar como todas las mañanas esa empalagosa e incomoda situación voltio a un lado intentando ver lo que sea menos eso, pero de la nada, de sorpresa y de golpe, apareció ella... en su bicicleta blanca con canasta cafe, una chica que no la había visto en Medfort, así es Medfort Oregon, un lugar aburrido y anticuado, pero esa chica, esa chica era singular.

Los demonios Que Llevamos Dentro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora