· we fell in love in october ·

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La primera vez que se dio cuenta de que le gustaba una chica, Ginny pensó que era otra cosa, que no podía ser atracción

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La primera vez que se dio cuenta de que le gustaba una chica, Ginny pensó que era otra cosa, que no podía ser atracción.

Pensaba que simplemente le gustaba su estilo, su manera de ser con los demás. Era una mezcla entre querer convertirse en ella y querer hablar con ella. Ser su amiga. Saberlo todo.

Perseguía a esa Hufflepuff por los pasillos casi de manera inconsciente y se fijaba en lo bonito que era su pelo rizado y lo bien que le quedaban esos pendientes verdes con el color de sus ojos. Después, observaba su manera de caminar, de hablar con los demás, de reírse entrecerrando los ojos. Pensaba que era simple admiración, como la que sentía por las jugadoras de Quidditch o por cualquier famoso, pero entonces la vio besándose con un Gryffindor más mayor.

Y deseó ser ese Gryffindor para saber lo que se sentía al besar a esa Hufflepuff.

Se asustó. Se asustó muchísimo porque no sabía si eso era normal. No conocía a nadie más que tuviera esos sentimientos por una persona del mismo sexo. Y encima seguían gustándole los chicos, no había más que mirar a Harry para saber que, definitivamente, sentía algo por él.

¿Me gustan los dos? ¿Chicas y chicos?

Trató de olvidarse, principalmente porque no había nadie con quien pudiera hablarlo. No sabía si contárselo a una de sus amigas porque pensaba que no lo entenderían. No quería que la juzgaran. Su madre ni siquiera sabría si era posible que eso ocurriera. Debía de ser un error.

Pero reprimirlo no sirvió de nada, porque conforme pasaban los meses Ginny se fijaba en más y más chicas y al final se dio cuenta de que algunas también la miraban a ella más de lo casual. ¿Acaso había más como ella? ¿Era normal sentir cosas así?

Sabía que solo había una persona que la escucharía atentamente, que no pensaría que estaba loca. Necesitaba hablarlo con alguien y ella era la única que probablemente le dijera una locura más grande que le hiciera olvidar lo suyo.

Luna Lovegood era la alumna más especial de todo el colegio, y quizás por eso era el objetivo de todas las bromas pesadas y de todos los empujones "accidentales". No tenía muchos amigos, por no decir prácticamente ninguno, pero a ella en realidad no parecía importarle.

Vagaba por los pasillos con un libro entre las manos y la cabeza perdida en las nubes y cualquiera que la viera al pasar pensaría que Luna Lovegood estaba completamente majara. Y quizás tuvieran razón, pero Luna era feliz. Era alegre, optimista y amable con todos y eso desconcertaba a los demás, porque normalmente la gente que era objetivo de los insultos y rumores no se lo tomaba bien. A Luna le daba todo exactamente igual.

Eso fue lo que llamó la atención de Ginny en primer lugar, que Luna fuera lo suficientemente fuerte como para soportar cualquier golpe. Había intentado defenderla en varias ocasiones, pero Luna siempre la tomaba de la mano y se la llevaba a otro lugar para enseñarle un libro nuevo o un artículo de un periódico que le parecía de lo más curioso. Nunca hablaban del acoso que recibía porque para Luna no era relevante, así que Ginny tampoco lo mencionaba, solo escuchaba a Luna con paciencia mientras relataba su nuevo descubrimiento. Sabía que eso era lo que necesitaba.

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