· Lovebug ·

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¡Advertencia!

Este one-shot, al igual que los anteriores, pertenece al argumento de una historia que podéis encontrar en mi perfil, llamada this is me trying. Si no estás al día o si pretendes leerla, te advierto de que este one-shot es un gran spoiler.

Dicho esto, disfrutad de la lectura.

Heath Ledger cantaba Can't Take My Eyes Off Of You en las gradas del campo de fútbol

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Heath Ledger cantaba Can't Take My Eyes Off Of You en las gradas del campo de fútbol. Ari descansaba recostada sobre la cama, enterrada bajo una montaña de palomitas con mantequilla. Bella estaba sentada con las piernas cruzadas y las manos escondidas en las mangas de la sudadera, incapaz de quitar los ojos de la pantalla, igual que Heath no quitaba los ojos de la chica que le gustaba.

Ari también hacía como Heath: no quitaba los ojos de encima de Bella.

Le daba rabia que le gustara. Se maldecía a sí misma por no ser capaz de separar la amistad de la atracción, pero, joder, Bella hacía honor a su nombre: era preciosa. Bella no sonreía a menudo, pero cuando lo hacía se le iluminaba la mirada, echaba la cabeza hacia atrás y dejaba escapar todo el aire de golpe.

Bella te miraba con compasión cuando necesitabas que te mirara así, pero cuando te salías de la raya su compasión se desvanecía para dejar paso a la intolerancia. Entrecerraba los ojos y fruncía ligeramente la barbilla y de repente ya no merecías ni un ápice de su atención.

Y a Ari le encantaba cuando Bella dejaba escapar su parte más oscura. Cuando hacía un comentario borde hacia alguien —que seguramente lo merecía— y luego se disculpaba por haber sido irrespetuosa. Ari sospechaba que en el fondo no se quería disculpar, y eso era lo que le gustaba de ella.

No quería enamorarse porque sentía que con Bella nunca sería recíproco. Sabía que cuando Bella miraba a Heath en la pantalla besando a su novia se mordía el labio inferior y pensaba en su exnovio. Sabía que se acordaba de él por las cosas más tontas y a veces se quedaba con la mirada perdida en un escaparate de color rojo. Sabía que se le paraba la respiración cuando aparecía su gemelo en casa porque, por unos segundos, pensaba que era él.

Ari lo sabía todo y, aun así, no podía apartar la mirada de ella. Era intoxicante mirarla, y desde que se había dado cuenta de que le gustaba no paraba de preguntarse qué se sentiría al besarla. Era como una especie de bichito que se le había metido por la oreja y había llegado hasta su mente y le decía: bésala, bésala, bésala. Es todo lo que crees que será.

—Estás muy guapa con mi sudadera —dijo el bichito. Ari dio un respingo cuando escuchó esas palabras salir de sus labios, y casi todas las palomitas salieron volando.

Bella se echó a reír y se giró ligeramente para mirarla con una sonrisa de lado.

—Lo sé, estoy guapa con todo lo que me ponga.

Ari dejó escapar una risita a través de sus dientes apretados. Se le había acelerado tanto el corazón que temía que una de las palomitas que había quedado sobre su pecho empezara a botar al ritmo de sus latidos. Quería que Bella se lo siguiera tomando como una broma y girara la cabeza para volver a mirar a la pantalla, pero en su lugar se quedó mirándola de arriba abajo.

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