03; La nueva vida de Harry

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Diez años más tarde...

-¡Despierta vago! -Decía el tía Petunia como siempre mientras bajaba las escaleras y abría la puerta de la alacena que había debajo de éstas.

-Ya voy... -Allí dentro todo era pequeño y lleno de telarañas, pero Harry, estaba acostumbrado. Oyó a tía Petunia entrar en la cocina y poner la sartén al fuego.

-¿Ya estás despierto? -Decía otra vez tía Petunia cuando veía que el niño no se levantaba.

-Casi -Dijo éste estirándose.

-Pues arriba, y vigila el bacon, quiero que el cumpleaños de Duddy sea perfecto. -Decía tía Petunia entusiasmada.

Otro día empezaba, pero no un día cualquiera, porque hoy, era el cumpleaños de Dudley, sí, el pequeño y sobado Dudley que ahora cumpliría once años.

Harry se vistió como habitualmente, la misma ropa de siempre ya que la heredaba de su tío o su molesto primo. Intentó buscar un par de calcetines debajo de la cama y se los puso después de sacar una araña de éstos. Él estaba acostumbrado a ver arañas, ya que donde él dormía, siempre las había.

Harry era moreno, con el pelo negro azabache y ojos azules. Bastante flaco y un poco bajo para su edad, debido a la porción de comida que le daban. Tenía gafas redondas, exactamente de culo de botella, pero lo que más le caracterizaba a este chico, era la cicatriz que tenía en la frente, con la forma de un rayo y que se le tapaba con el flequillo. A tío Vernon no le gustaba nada el pelo de Harry, todos los días le decía que se peinara, que parecía un vagabundo. Pero lo que más odiaba de él, era que le creciese tanto. Petunia le cortaba el pelo y a la semana lo volvía a tener como siempre. Por eso, ni se limitaban en ir a una peluquería.

Harry fue hacia la cocina, y allí vio una cantidad de regalos inmensa. ¡Quién le diese que fuera para él!

Cogió la sartén y se encargó de vigilar el bacon que le había dicho su tía.

Tío Vernon llegaba a la cocina cuando Harry pasaba el tocino por la sartén y como siempre, se sentaba a mirar el periódico mientras absorbía pequeñas cantidades de café.

-Péinate. -Le decía al chico como saludo matinal.

Harry estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó con su madre a la cocina.

Tía Petunia decía amenudo que Dudley parecía un angelito. Y Harry decía amenudo que Dudley parecía un cerdo con peluca.

Harry puso los huevos y el bacon sobre la mesa, lo cual era difícil porque había poco espacio.

Entretanto, Dudley contaba todos sus regalos. Su cara se ensombreció.

-Treinta y seis -Dijo mirando a su madre y a su padre. -Dos menos que el año pasado...

-Querido, no has contado el regalo de tía Marge, el que está debajo de este grande de mamá y papá. -Dijo Petunia.

-Muy bien, treinta y siete entoces. -Dijo Dudley poniéndose rojo.

Harry, que veía venir un berrinche de esos de su primo, empezó a comer el bacon lo más rápido que pudo para después salir de allí por si la mesa volcaba.

Tía Petunia también sentía pánico, por al momento dijo:

-Y te compraremos dos regalos más cuando salgamos hoy. ¿Qué te parece pichoncito? Dos regalos más. ¿Todo bien?

Dudley se quedó un momento pensando. Parecía un trabajo difícil para él. Y lentamente dijo:

-Entonces, treinta y... Treinta y...

-Treinta y nueve, dulzura. -Dijo tía Petunia.

-Oh -Dijo Dudley dejándose caer pesadamente en la silla y cogiendo el regalo más cercano. -Entonces está bien.

Tío Vernon reía entre dientes.

-El pequeño tunante quiere lo que vale, igual que su padre ¡Bravo Dudley! -Dijo tío Vernon mientras revolvía el pelo de su hijo.

De repente sonó el teléfono y tia Petunia fue a cogerlo mientras tío Vernon miraba a Dudley, que estaba desembalando la bicicleta de carreras, la filmadora, el avión con control remoto, dieciseis juegos nuevos, etc.

Dudley estaba desenvolviendo un reloj de oro cuando tía Petunia llega enfadada y preocupada a la vez.

-Vernon, cariño, tenemos un problema. -Decía preocupada.

-¿Qué pasa Petunia?

-La señora Figg se ha fracturado una pierna, no puede cuidarlo. -Dijo ésta. De repente la boca de Dudley se abrió de horror mientras que el corazón de Harry saltaba de emoción.

Cada año, por el cumpleaños de Dudley, éste se iba con un amigo a un parque de atracciones, a una hamburguesería o al cine. Mientras que Harry se quedaba en casa de la señora Figg, que no soportaba estar allí, ya que olía a repollo y la señora Figg estaba loca, además de que le obligaba a ver un álbum de fotos de todos los gatos que había tenido.

-¿Y ahora qué hacemos? -Dijo Vernon.

-Puede quedarse con tía Marge. -Sugirió Vernon.

-No, no seas tonto, tía Marge no lo soporta. -Dijo Petunia. Los Dursley hablaban a menudo así del chico, como si no estuviese allí y pareciese tonto.

-¿Y... Qué me dices de... tu amiga, la que se llamaba... Yvonne?

-No, está de vacaciones en Mallorca. -Dijo enfadada Petunia.

-Podéis dejarme aquí -sugirió Harry - podría ver la televisión o hasta podría jugar con el ordenador de Dudley.

Tía Petunia lo miró como si se hubiese comido un limón.

-¿Y volver a encontrar la casa en ruinas? -Rezongó.

-No voy a quemar la casa. -Dijo Harry, pero estes no lo escucharon.

-Supongo que podemos llevarlo al zoológico... -Dijo en bajo tía Petunia -Y dejarlo en el coche...

-El coche es nuevo, no se quedará allí sólo...

Dudley empezó a llorar a gritos. En realidad no lloraba, hacía años que no lloraba, pero sabía que si retorcía la cara y ponía morritos, le darían todo lo que quisiese.

-Mi pequeño Dudley, no llores, mamá no dejará que él te estropee el cumpleaños. -Dijo Petunia abrazandolo.

-Yo...no...quiero que...él...venga... -Decía Dudley entre sollozos mientras le hacía una mueca burlona a Harry entre los brazos de su madre.

Y media hora más tarde, Harry no podía creer la suerte que tenía, estaba sentado en la parte de atrás del coche yendo de camino al zoológico con Dudley.

Continuará...

La hermana de PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora