03: Retrato A Lapiz

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Los pasos repiquetean en el asfalto mojado, pasando un transeúnte de abrigo largo cabizbajo, iluminado su perfil sobre la bufanda color pimienta por las luces ámbar y cían de las farolas y los autos. La noche, más tranquila de lo que debería, agobiando su mente de pensamientos repetitivos, de culpas y reclamos internos que pudieron haber sido callados por el bullicio de la ciudad nocturna. Sin embargo ahí está, acompasado su corazón aprisionado entre jaulas de costillas con los pasos fríos de sus botas en el invierno. Llovió, toda la tarde como si estuviera el clima en solemne compañía con sus sentimientos, como si el cielo se hubiese nublado como sus ojos y

-No. -Minho deja caer el índice contra la tecla de borrado del teclado, bufando, soplando el flequillo que ya le pica los párpados y deja caer su espalda contra la silla frente al ordenador. -No, no, ¡No, Ahg! -insiste, golpeando con los puños las teclas y llena de palabras sin existencia en su idioma y letras dispersas la hoja de su documento de Word.

Cierra el portátil, más fuerte de lo que quisiera haberlo hecho porque eso que tronó seguro fue una pieza o una tecla o algo importante de su único compañero de desvelos y testigo de sus sueños. Y se lamenta, tanto, mientras se revuelve el cabello. En la ventana, se ve la tormenta todavía a luz de medio día, se está cayendo el cielo decía su abuela y Minho se lo repite mentalmente, hastiado de que el clima también estuviera en su contra ese día.

Cuando toma la chaqueta del perchero, sin mucho cuidado ni atención y empuña las llaves de su habitación rentada entre su palma y dedos, todavía la frustración le abruma la razón y se transforma en punzadas de dolor sobre su sien. Migraña, maldice mentalmente y baja los escalones de la pensión rápido y en bloques de dos en dos, sus botas enlodadas y viejas, ah, pero tan fieles, truenan en cada escalón que pisa rumbo a la salida, al día gris que llora sobre su cuerpo.

-Necesito salir más... -Minho sube la mirada al cielo, hablando con nadie y consigo mismo. -Ya pienso igual que August...

Su personaje seguramente hubiese cruzado el umbral de forma poética, caminando por la acera rodeado de un aura de tristeza igual de poética, incluso en pasos lentos que se guiarán por el latir de su pisoteado corazón.

Pero Minho, un escritor sin un libro, veinticuatro años y recién abandonado por su novio que lo dejó por un bailarín, camina entre más gente de la que le gustaría por la calle, se detiene de todos los semáforos esperando por los tristes treinta segundos de paso al peatón que lo llevarán al maravilloso mundo del otro lado de la calle...

Hay alguien, entre el grupo de gente que espera el paso, que fuma y es la cereza de su pastel de desdicha, porque Minho odia que fumen cerca de él, tal vez un poco más que a sus ideas dispersas y eso, es decir bastante. Agradece incluso que el insistente goteo sobre su capucha acallen la cadenilla de maldiciones que suelta sin reparo, dedicadas al tipo del cigarrillo.

Camina sin rumbo y sin ganas, huyendo de sus propios demonios en forma de letras. Cuando levanta la vista y afloja el apretar de sus dientes, hay un letrero de "Bienvenido" en azul a pocos pasos de distancia, colgado en la puerta de cristal de una pequeña cafetería.

-Honey Tea... -lee Minho en voz baja mientras sus ojos pasan por las letras cursivas color marrón claro sobre la placa blanca, adornadas de una tacita humeante.

Es la segunda vez que entra y la primera que repara lo suficiente en el nombre de la cafetería. Tristemente un solo recuerdo le llega en ese momento y tiene nombre impreso, como el sabor del último beso que le dió a Chan, uno que supo a florentina...

Empuja la puerta sin pensarlo demasiado, tal vez huyendo también de sus recuerdos, esos que lo invitan a llorar sobre el cristal. No lo hace, por fortuna, y el calor dentro del local es lo suficientemente tibio para abrazarle las piernas húmedas bajo los jeans y despejar su mente un poco.

Lo suficiente para verlo.

Parece ir en pijama o la camisa de botones blanca a rayas era demasiado ancha para ser de un traje. Se le escurre por un costado apenas visible parte de su clavícula, tiene el entrecejo apretado y los labios curvados, un poquito su lengua salida por un costado mientras pasa el borrador sobre su libreta y el gesto se le antoja adorable a Minho, quien ladea inconscientemente una sonrisa y un suspiro, con los ojos marrón fijos en el largo flequillo castaño que cubre las cejas del dibujante.

-Se llama Jisung.

Minho brinca en su lugar,mirando al costado donde el barista de café le sonríe cómplice, divertido por su reacción. Lo recuerda de la tarde cuando fue al café por primera vez, su cabello negro, su mirada penetrante y su hermosa sonrisa.

-¿P-perdón? - con una mano en el pecho, Minho habla en voz baja, cuando a cinco mesas de encuentra el dibujante.

El barista se ríe, se recarga sobre su codo en la barra y señala con los ojos al chico de la pijama. -Pequeño, raro, pijama. Se llama Jisung y le gusta el café americano. -el barista le extiende una pequeña taza que toma de debajo de la cafetera, colocando esta sobre un plato que deja en un empuje de meñique ante Minho. -Le hará feliz verte, dale esto de mi parte...

Minho toma la taza con cuidado, mirando el amargo contenido como si de ahí consiguiera la respuesta a lo que está a punto de hacer, como si el hecho de que se sintiera esperado por el chico de la pijama fuese algo normal, como si no supiera que han pasado días y le prometió ir al día siguiente a recoger su retrato terminado. Pero, no sabe en qué día vive, por desgracia y lo único que tiene es una taza de café y una sonrisa temblorosa al plantarse frente al chico de los lápices, que desde esa distancia, puede ver que son cuatro.

-Te, mmm, te mandan esto... - Minho deja el plato sobre la mesa, apenas una onda en el café que tambalea sobre sus dedos. Pero tiembla, le sudan las manos y se le dispara el pulso cuando esos ojos marrón brillan, tanto, sobre los suyos. -Hola

Jisung, según le dijeron que se llama, tartamudea en silencio y una enorme sonrisa le adorna el rostro, mirando a Minho como si de una obra de arte se trata. -Hola, siéntate. -le muestra con el dorso de la mano el taburete color vino frente a él, invitando a Minho a su mesa especial.

-Gracias. -Minho le sonríe de vuelta, sin perder detalle del dibujo en la libreta que el chico hacía antes de ser interrumpido. -Eso, es genial. - se cruza de brazos sobre la mesa, señalando con el meñique la libreta que Jisung cubre con los antebrazos y la cabeza gacha.

-Nop. -Jisung alza apenas los ojos, mirando bajo su flequillo al chico pelinegro. Sonrojado, se ve tan tierno.

-Oh, entiendo... -el chico sonríe, jugando con el dibujante. -Así que nunca me dejarás verlos, ¿eh?

-Este no. -Jisung cierra la libreta. -Pero terminé el tuyo, si, uh, si quieres verlo...

Jisung se jala las mangas bajo la mesa, tan grandes para cubrir hasta sus nudillos. Minho asiente gustoso, una punzada de culpa atravesando su pecho ¿Cuánto tiempo ha cargado ese chico su retrato, esperando que llegara?

Cuando Jisung abre su carpeta y de ella saca una hoja de papel cubierta por otra de papel encerado que extrae con cuidado, a Minho se le encoge el corazón de pensar que, en una pequeña cafetería en medio de la ciudad, un pequeño dibujante esperaba con una taza de café americano entre las manos.

-Es.. Realmente.. -observa con detalle, las líneas de sus dientes y sus ojos. -Muchas gracias, Jisung...

-No está firmado... -el castaño suelta al aire, haciendo que sus miradas choquen. -Ahí, va tu nombre. - se inclina un poco sobre la mesa y si, el pantalón también es de rayas por lo que definitivamente trae pijama. Señala con un dedo un rincón de la hoja, en blanco. -Y así podrás llevártelo. ¿Quieres llevártelo?

-Sí! -Minho se aclara la garganta después de hablar demasiado fuerte. - Hm, sólo si quieres, después de todo es tuyo.

-Consideralo un regalo. -Jisung destapa un plumón de punto fino con el que garabatea su firma a un lado de la fecha, exactamente seis días antes de que lo firmara. -Cuando sea famoso, tendrás un Han original firmado. Habla con la tapa entre los dientes, aún cernido sobre la mesa. -Bam, ahí tienes, sólo falta tu nombre para la dedicatoria.

Minho sonrie, mirando al chico sobre la mesa con un plumón entre sus dedos.

-Minho, Lee Minho.



Ojalá alguien lea está adaptación porque es muy linda unu

Si alguien lee esto por favor dígame si hay algún fallo de adaptación <3

; pinceladas sabor chocolate - minsung   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora