Epílogo

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Año 2020, Casa de Natasha, 17.50 P.M.

―No me puedo creer que esté en casa ―Natasha se tiró en su cama mientras Steve reía, apoyado contra el marco de la puerta de la habitación.

―Ha sido todo tan surrealista... La Guerra Mundial me parecía algo mucho más sensato que lo que acabamos de vivir.

―Y seguiremos viviendo ―la espía rodó en la cama hasta llegar al borde y se levantó, caminando hacia Steve. Él la envolvió entre sus brazos y besó su frente―. Aunque nos ha dejado algo bueno...

―¿El qué?

―Esto ―le besó con coquetería y a Steve le recorrió un escalofrío de arriba abajo.

―Bendita sea la hora en la que te quedaste atrapada en la Torre.

―Eres consciente de que podría haber vuelto a casa sin ser vista, ¿verdad?

Steve asintió.

―Lo he sabido todo el tiempo, especialmente en las bromas y trastadas de los chicos. Por eso aprecio tanto lo que has hecho, quedarte conmigo, con nosotros, durante toda la cuarentena.

Ella suspiró teatralmente.

―Han sido veintiún días muy largos. Espero que me lo compenses con creces.

―Se me ocurren unas cuantas ideas... ―la agarró del culo para impulsarla y que le envolviese con las piernas y caminó con ella hasta la cama, dejándose caer. Entonces le hizo cosquilla en el cuello y las mejillas a base de besos y escuchó las deliciosas carcajadas de su chica.

―¡Clemencia! ―pese a que Romanoff podría haber cambiado las tornas se dejó llevar y disfrutó del momento.

Abrió los ojos cuando él paró y se lo encontró muy cerca de sus labios, mirándola con cariño. Le acarició la barba y pasó una mano por su pelo con mimo. Ojalá poder quedarse siempre así.

―Has sido lo mejor de la cuarentena, Nat... ―murmuró, besándola castamente.

Ella fue a bromear, pero no se vio capaz, no cuando él la miraba con tanta intensidad, desnudando su alma.

―Al principio tuve mis dudas ―volvió a acariciarle la mejilla―, pero gracias a todo lo que hemos vivido en las últimas tres semanas te tengo a mi lado... así que no puedo quejarme.

―La Viuda Negra ha caído finalmente ante los encantos de otra persona.

―Qué mala pata para ti, ahora que estoy fuera del mercado.

―¿Y quién es el afortunado? ―el soldado giró sobre el colchón, dejándola a ella arriba.

―Un apuesto y caballeroso hombre... No creo que le conozcas ―sonrió.

―Es muy suertudo él.

Natasha asintió.

―Lo es... porque le he entregado mi corazón.

Su profunda confesión dejó a Steve sin habla momentáneamente. ¿Acababa de decir lo que él creía que había dicho? Se sentó con ella en su regazo.

―¿De verdad?

―Pues claro que sí, tonto ―le besó―. Soy toda tuya.

―¿Y eso significa...?

―¿Qué estoy perdidamente enamorada de ti y que te quiero más que a mi misma? Sí.

Steve no pudo contener la emoción. Sonriendo como un niño pequeño la besó con efusividad y se dejó caer con ella nuevamente en la cama, envolviéndola en sus brazos. Y para Natasha esa sonrisa fue suficiente para el resto de eternidad.

―Pensé que nunca lo dirías, Romanoff.

―Estaba esperando el momento adecuado. ¿Qué tienes que decir al respecto?

El Capitán América la beso nuevamente antes de hablar.

―Yo también te quiero. 



¡Tará! Y hasta aquí esta historia llena de risas y anécdotas. Han sido unos cuantos meses preparándola con mucho cariño y estamos súper contentas con la acogida que ha tenido. Gracias a todos los lectores que han dejado comentarios y estrellitas y también a esos silenciosos. Os queremos. 

¡No olvidéis de compartir la historia!

¡Un saludo!

Gabs, Kuchi, Aroa y Asterie.

14 de octubre de 2020

Avengers: En cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora