Capitulo Tercero

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Alycia se sintió tan ligera que casi creyó que podría volar con todas aquellas mariposas revoloteando en su vientre; sin embargo tropezó con sus propios pies y cayó hacia adelante sin tiempo, ni opción de sujetarse a nada.

No tenía fuerzas, además de sentirse ligera, se sentía famélica, de nuevo a un paso entre la conciencia y la inconsciencia y no se había dado cuenta de lo escasas que eran sus fuerzas hasta que intentó bajar aquellas escaleras por segunda vez.

Se dejó llevar rindiéndose una vez más a su destino y cerró los ojos esperando sentir el duro golpe; aquellos peldaños aún con su canto redondeado debían sentirse bastante firmes, duros y afilados en cualquier parte de su cuerpo. Pero entonces solo sintió ese olor y ese calor rodeándola por la cintura, acogiéndola; la comodidad de unos brazos sujetándola con fuerza y a la vez con tanta delicadeza que a Alycia no le importó desfallecer una vez más si era esa mujer quien la sostenía; era suave, tierna y tan caliente que se sintió a salvo entre sus brazos.

Se aferró a ella con fuerza y abrió los ojos, encontrando los suyos muy cerca de su cara, de su piel y de sus labios.

Pudo sentir de nuevo esa energía fluyendo entre ellas conectándolas de una manera tan inexplicable y tan especial que sintió el impulso de besarla, de abalanzarse sobre ella y dejarse llevar hechizada por el enorme embrujo que ejercían sus ojos, la luz de su mirada, pero no lo hizo.

No quería y no podía admitir, mucho menos aceptar, que se estaba sintiendo atraía por una mujer a la que recién conocía, de la que debía huir y a la que pertenecía. Debía funcionar esa necesidad natural, el instinto de querer escapar antes que esa otra necesidad que estaba oprimiendo su pecho pero sin embargo todo en ella funcionaba al contrario.



Eliza reaccionó a tiempo de sostener a la castaña antes de que hubiese caído por la escalera. Jamás se había considerado fisicamente buena de reflejos pero pudo sentirla aún de espalda a ella cayendo, a tiempo de tirar de ella y atraer su cuerpo hasta el suyo, a la vez que ella misma se sostuvo con la espalda pegada en la pared.


De ninguna manera podría dejarla caer; si el destino había querido que ese chica se cruzara en su camino solo podía ser por una buena razón; debía cuidarla y protegerla por encima de cualquier cosa aunque dudaba ser capaz de protegerla de sí misma.

Desde el primer momento que la veía, su instinto más primario había sido el de querer empujar sus labios contra los suyos; una necesidad más allá incluso de la necesidad de respirar; enredar los dedos en su castaña melena, apreciar la suavidad entre sus dedos, saborear su piel y el cálido jugo entre sus piernas, hacerla suya; pero a la vez solo quiso abrazarla y acurrucarse a ella como a un gran osito de peluche mientras dormía. Dos sentimientos opuestos y distintos y que tiraban con la misma intensidad de su corazón.

¿A qué atendería primero?

No recordaba la última vez que había sentido algo tan especial por nadie y empezaba a perder la paciencia; esa virtud que la había mantenido durante años en su sitio de manera inquebrantable, inmutable, a veces incluso inerte.


—¿Estás... bien?.... -preguntó apretando la mandíbula.

Alycia prácticamente jadeó su respuesta al notar el dulce aliento de Eliza sobre sus labios.

Causa y efecto[[[Elycia AU]]]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang