Día siete

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Lavi no pudo reconocer al animal al que pertenecen las plumas. Según sus palabras, eran demasiado grandes para ser de una gaviota, búho o buitre y de un color distinto para ser de cigüeña u otra ave de la zona.


Este día pase más tiempo en el campus; me vi ligeramente atrasado con mis proyectos, pero por fortuna los pude terminar con la ayuda del conejo revoltoso.


Mi plan era regresar al faro con la esperanza de hallar más pistas o al Moyashi, pero la lluvia, la alerta de marea alta y olas gigantes no me dejaron acercarme mucho. Al caer la noche, terminé esperando que la tormenta se calmara dentro de la cafetería de Jerry cerca del muelle.


—Como está la situación, no me extrañaría ver una lluvia de peces dentro de poco —comentó siendo igual de dramático como siempre, después de apagar la televisión con el pésimo pronóstico del clima para los próximos días— ¿Quieres más té o soba, Darling?


—Así está bien —pagué la cuenta, preparándome para salir.


—Será mejor que regreses a casa. No es bueno andar por las calles y menos con este clima.


—No eres mi niñera o mi padre para decirme que hacer, Jerry —lo miré de reojo con molestia.


—No me malentiendas... es sólo que los seres de la noche pueden deambular en medio de la lluvia.


—¿Ahora tú también crees en esos cuentos fantasiosos?


—Pero Kanda, son más reales de lo que piensas. Los espíritus o bestias de la noche han hundido barcos y dicen que también atormentan a los que se han perdido en el camino... Los ancianos a veces cuentan leyendas aterradoras —dijo, con una expresión afligida.


—Tsk... solo son tonterías —contesté, saliendo del lugar.


Quizás estoy siendo demasiado escéptico, buscando una razón lógica para todas las cosas sin sentido que me han pasado en los últimos días. Pero no es la primera vez que escucho hablar de esas "leyendas".


Heysham tiene más ancianos entre sus paredes que jóvenes y niños, no soy tan tonto como para darme cuenta de eso.


—Allen Walker... —salió de mi boca mezclado con el vapor a causa del frío y la lluvia, recordando el nombre escrito en aquel trozo de papel. Todavía sigo pensando en qué voy a ganar una vez lo encuentre.


De pronto mis ojos captaron una luz algo pálida pero de color verde lejos de las casas y la calle. Con intriga, crucé las cintas de peligro e ignoré las señales de no acercarse a la playa debido a las olas y la tormenta.


No estaba muy lejos de mí, la luz provenía del faro viejo pero tenía un problema: yo estoy en la base, entre la barrera rompeolas, la pequeña playa de arena y el acantilado en donde está el faro. Es mejor que dé la vuelta para acercarme por el camino que se abre paso cerca de la torre de transmisión.


Kanda...


Pero en mis planes no estaba escuchar una voz llamándome, traté de moverme pero mi cuerpo no hacía caso. Una ventisca arrancó la sombrilla de mis manos y volteé observando que debajo de las olas comenzaba a brillar una luz del mismo tono.

Radio 014.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora