Caos Sin Identidad

Capítulo I

"Desde un punto de vista, muchas personas están muertas en vida, pero, ¿No deberíamos contar cuántos muertos están vivos en realidad? Solo podríamos responder esta pregunta de una vista filosófica hasta el momento claro, pero, tal vez en esta historia seas capáz de notat la importancia de esta pregunta y tal vez, no burlarte de esta pregunta si alguien llega a hacertela más adelante."

Lo único que se descubre en nuestro bizarro inicio, es una habitación blanca, pareciendo pulcra y marmolada, cómo si esta no contara con la presencia de pecado alguno. Cómo si este cuarto blanco, carente de cualquier clase de mancha, cómo si esta pared blanquecina como una luz fría y delgada que ataca los ojos de una persona despertando, diferenciandose por la falta de cálidez.

En medio de este cuarto, lleno de dolor y sufrimiento, pareciendo una tortuosa e inexistente prisión llena de solemnidad junto a una falsa y burlesca santidad. En esta habitación, se extendía un ruido vacío y triste que se desarrollaba desde una masa, incluso podría ser un objeto, una figura humana cubierta de lo que parecían ser sabanas enrrollandose a un cuerpo apretando con fuerza.

En un acercamiento se podía denotar los suaves y dolorosos quejidos tapados a través de una mojada mordaza que parecía combinarse junto a las blancas sabanas manchadas de sudor y sangre que parecían ser una contraparte a la blanca y pulcra muralla acolchada de la habitación, dando el parecido a un manicomio al conocido cuarto.

Dentro de esta habitación se lograban ver esas cuatro camaras ubicadas a cada rincón superior de la celda, teniendo como objetivo obvio a nuestro desafortunado prisionero. Al alejarnos de esa "celda" y observando en un área mayor a nuestro prisionero, podemos ver muchos cuartos similares, aunque, estos se encontraban cómo una versión antágonica al de nuestro querido y amado lugareño.

Cada cuarto poseía una visión bizarra y horrible, llenos de manchas sangrientas en las blnacas paredes, arañazos en las paredes que dejaban ver la roja espuma, negra por la podrida sangre de los cuerpos que yacían en convulsiones reiteradas o en una tranquilidad llameante, seguramente en los calabozos más profundos del infierno, donde la tortura del pasado serían meras caricias antes de los horribles y atroces actos.

Una que otra uña negra o morada por la infección, clavadas en el piso y las paredes en terroríficos arranques de ira y temor, que si éste narrador pudiera oler sería un pútrido y vil aroma nauseabundo parecido al de un frío y oscuro laboratorio lleno de conejillos de indias sangrantes, sometidos a pruebas que alimentaban el deseo suicida, que pensandolo bien, era mucho mejor que la muerte en este lugar, una muerte que en realidad no acababa hasta que todo tu cuerpo se vuelva polvo.

Era extraño, un simple y temible diseño que parecía tener una seguridad mínima, siendo las habitaciones resguardadas por un muro de hormigón y acero, ocultandose detrás de esa habitación acolchada, cumoliendo el verdadero motivo que todo el mundo desea desmentir. Proteger el exterior del interior, ese interior podrido y muerto que solo desea entregar un despertar, un desastre.

Además de esa defensa básica, se encontraban a las afueras, personas, una mínima cantidad de guardias estaba esparcida por cada celda, dando la idea de ser una colmena que resguardaba a las larvas que sembrarían el caos, agujereando la cotidianidad y destruyendo para siempre, la apolillada sociedad. Sin embargo, una colmena no puede ser nada sin el ente que las controlaba, la "reina", soberana de este lugar era una enorme habitación, si es que se le puede llamar así.

Desde sus afueras, se escuchaba el sonido de pequeños suspiros cansados, siendo opacados por el ruido de los teclados oprimidos y los sordidos gritos de cada prisionero. Cada uno de los integrantes de ese lugar observaban ojerosos, el desarrollo de la locura y la muerte de sus "reos" , disfrutando el dolor que ya los transtornó, hace ya mucho tiempo.