Capítulo II

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Obviamente debemos describir al que estaba a punto de cambiar seguramente las bases de la sociedad y que estaba a punto de destruir para siempre el estándar de normalidad. En frente de toda la psicopatía, esa panda de personas aclamando llenos de alegría y euforia, se encontraba una hermosa chica con facciones delicadas, teniendo un ligero aspecto andrógino.

Unos brillantes ojos ligeramente azules, teniendo una sonrisa, que poseía un cierto aspecto especial, imposible de explicar ahora, ella era alta y delgada, adornada con un suéter de cuello alto, cubierto por una bata. Sus pantalones blancos de tela desde su cintura adornando esa figura plana, parecida al de una tabla. Su mirada no estaba más segura de su plan hasta ver al prisionero envuelto en esas sábanas caer ante la tortura, seguramente muerto.

Las comisuras de sus labios se elevaron en una perversa, casi macabra sonrisa mientras admiraba el momento perfecto, esa mirada llena de intenciones viles que no se adaptaba para nada a su actitud usual con sus compañeros. Cómo si su mente hubiera sido infectada por un virus colectivo de locura, teniendo claro los fines "justos" en su mente, pero, sinceramente no estoy muy seguro de ello.

Se acerco con una mirada decidida al centro de mando mientras miraba los pequeños estuches, que desde el punto de vista maduro, eran extremadamente infantiles. Abriendo uno, que seguramente no le pertenecía, saco una pequeña botella de sustancia negra, la que parecía tener burbujas borboteando en su interior, normalmente la llamaría como alguna bebida de Cola.

En la gran pantalla que tanto se familiarizaba con su trabaja, guardo la botella, abriéndola con un pequeño temblor de, temor o desquiciante emoción, sintiendo ese ligero sonido, como un susurro o el chasqueó del plástico, mientras observaba que el chico, en la que tenía fija la mirada, ya no se movía. Solo pudo negar con la cabeza antes de tocar una perilla que subía el volumen de la cámara, que informaba a la audiencia de lo que pasaba a cada momento con el científico delgado y mayor, que seguramente acabaría, no solo sin su jubilación, sino que sin su preciada libertad.

Todos parecieron no interferir ni cuestionar las acciones de su superior, seguramente pensando que disfrutaba la misma situación que ellos, cometiendo el peor error de sus cortas y obtusas vidas, el resto que no se sentía lo suficientemente atraído, quedo extasiado al ver esa expresión llena de horror de su, ahora, excompañero. Una potente risa provino de su superior mientras ella arrastraba sus delicados dedos por las teclas de la consola.

[◇Esperaba que te molestarás, pero, parece que de verdad lo odias. Es un alivio, no quería tener que lidiar con una heroína◇] Dijo el jefe de zona mientras hacía tronar en su boca una de las frituras que tenía en sus manos, todos veían como ahora mismo su antiguo "presentador" corría por la celda de su torturado, que seguía con sus ojos cerrados y algunos de sus mechones ligeramente quemados. El hombre de ojos avellanas tomando algunas de sus herramientas  de tortura, amenazaba a los demás guardias mientras se formaban ligeras lágrimas en esos ojerosos y abultados ojos.

[◇Después de lo que hizo, claro que no estoy a su favor. Esto solo me hizo sentir, con una carga menos◇] Dijo con una voz fría y burlona, ella seguía tecleando los botones, tratando de callar todas las pantallas de aviso. Ella hubiese sido descubierta por los demás si tan solo no hubiera pasado eso, esa pequeña acción, que era tan espontánea y a la vez, parecía conspirativamente actuada.

El hombre avellana acercó una arma punzante a su cuello mientras ponía un picahielos adornado sutilmente elegante a su corazón. Todos estaban atentos mientras sus cuerpos temblaban de excitación y sus ojos brillaban, ellos parecían estar locos de felicidad, ante esta escena indudablemente admirable delante de ellos.

Cuando la chica termino de hacer los ajustes, un pequeño botón se ilumino y un enorme grito de éxtasis sonó por todo el complejo, el hombre se suicido con los ojos inyectados en sangre mientras se aferraba al cuerpo de su víctima mientras gritaba lamentos, rogando que le perdonara. Cómo si hubiera alcanzado el arrepentimiento tratando de salvarse del infierno, lugar al que seguramente iría.

Caos Sin IdentidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora