I. Despertar en un nuevo día

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Era tan extraño lo que sucedía, que la idea de aún seguir dormido rondaba con fuerza en su cabeza. Sin embargo todo se veía y se sentía tan real. Ojos grises; grandes y redondos que se reflejaban como suyos. Cabellos cobrizos alargados que se extendía por completo en aquella redonda cara de tez clara como porcelana, eso no eran algo que le perteneciera. Ni siquiera ese cuerpo.

― Hime-chan, abuela te llama ¡Dice que ya está listo el desayuno!

Escuchó mientras dormía, para cuando las sábanas que cubrían su cuerpo fueron arrebatadas de pronto ya había ahogado un quejido de molestia en sus labios. Con desgano abrió sus ojos, esperando ver alguna de sus hermanas como responsable del hecho, pero, en vez de ellas. Una niña de cabellos chocolates recogidos en un moño y ojos oscuros le sonreía traviesa con las sábanas de su futón entre manos, la tela de rosa pálido se mecía despacio a los leves moviendo que la niña ejercía.

―Obaa-chan dice que te apures, que llegaras tarde al instituto. —Añadió rápido, dejando las sabanas en el piso y dándose la vuelta, para asomar su cabeza del otro de la puerta medio abierta con su mochila roja puesta― ¡Adiós ¡Hime! Nos vemos más tarde― Y así como llegó finalmente se fue. Tan fugas y repentino.

Parpadeó con cierta incredulidad, frunció el entrecejo ¿Qué rayos acababa de pasar? Tal vez seguía durmiendo, o eran aquellas ilusiones que causaban una mala indigestión, ya ni sabía qué pensar.

Sí todo esto era un sueño o alguna ilusión, cada una de las sensaciones y cosas pasadas ocurrían de forma muy nítida. Tan real.

Enderezó su cuerpo sentándose repentinamente, de esta manera notó por completo el prominente bulto que sobresaltaba en su pecho. Por reflejó sus manos llegaron hasta él, apretujándolo de manera débil. Sus mejillas ardieron, sonrojándose a sentir como suavemente esa parte era mucho más moldeable de lo que hubiera imaginado. Se frenó en seco notando que actuaba como un pervertido desalmado, y que era inmoral lo que hacía. Pero ... esa parte era tan suavecita ante el tacto que retomó la acción.

―¡Orihime, niña ya es hora de irte!― Súbitamente la puerta se abrió, atrapándole en el acto. Una anciana de cabellos grisáceos le miraba con diversión. Socarrona se rió de su nieta, sin intentar de ningún modo ocultar la gracia que le generaba encontrarla en esa situación ― Hime, sé que han crecido mucho pero ya es hora de bañarse. Si no quieres llegar tarde a clase.

Tragó grueso, sintiendo la sangre acumularse más rápido en sus mejillas ... Sí todo esto era un sueño, había una cosa simple que Ichigo Kurosaki quería preguntar ... ¿Por qué tenía que ser su compañera de clase?

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Karakura se considera una ciudad muy activa, sin embargo, a pesar del contaste movimiento que le rodea, una de las habitaciones de una modesta casa permanecía en silencio, mientras que en la cama de sábanas desparramadas ya en el piso, un joven dormitaba de lo más profundo. Su respiración pausada y honda causaba leves movimientos en su adormitado cuerpo. Sus cabellos anaranjados ya empezaban a ser tocados por los cálidos rayos del sol que se colaban por la ventana medio abierta.

El chico se despertó un tanto atontado gracias al celular que vibraba con constancia debajo de su almohada. Estiró con pereza sus extremidades, cubriendo con su mano un bostezo. Al abrir sus cafés orbes, sorpresa le generó lo que veía.

La habitación de azul marino, no se parecía en ningún aspecto a la que, como todas las noches se acostaba después de despedirse de Oba-chan y Momo. Su atención nuevamente se dirigió al móvil que con insistencia no había dejado de sonar. Lo tomó con cuidado, tratándolo con delicadeza.

Había varios mensajes.

― Ishida ...― Leyó pausadamente el nombre que la pantalla rebelaba, sus dedos se posaron con suma sorpresa en su garganta luego de escuchar la voz- demasiado- grave que había salido de sus labios al hablar ―I-shi-da― Pronunció despacio cada sílaba, generando el mismo efecto. Una voz claramente masculina.

Así que aún sobre la cama se hizo bolita girándose de un lado al otro, con su imaginación conspirando con ideas llenas de fantasía que podrían dar respuesta a lo que pasaba. Todo en la habitación era completamente desconocido, afirmó boca arriba de la cama con sus orbes pensativos sobre el techo del lugar, cualquiera de las cosas que en él hubieran no eran de su pertenencia en lo más mínimo.

Se retiró de la cama sintiendo el frió repentino del piso al tocarlo con los pies descalzos. Con calma colocó las sábanas en su lugar dejando la cama lista e impecable.

―Tal vez Momo-chan tenía razón al decirme que no mezclara las judías rojas con wuasabi, piña, kiwi y estofado de cerdo, o a lo mejor, algunos de esos marcianitos azules quisieron hacer una broma pesada por no dejarlos jugar con los ovillos de Oba - chan. ¡Sí es eso! ―Dijo golpeando su puño cerrado en la palma abierta de su mano al encontrar respuesta aparente a lo que ocurría.― Ahora, ¿dónde estarán? ―Buscó por cada rincón del cuarto, incluso se agazapó debajo de la cama y ¡Nada! Esos marcianitos eran expertos en esconderse.

Había bajado a la planta baja de aquella casa, tal vez ahí los encontraría y le exigiría volver con Oba-chan y así que su voz volviera a la normalidad. ¡Eso haría!

Con ánimos entusiastas se adentró a lo que parecía ser la cocina. Sí en algún lugar donde deberían estar esos pequeños rufianes sería ahí.

―Ah, ¿qué esto? - Musitó con curiosidad. Sobre la barra del comedor había una nota. La tomó leyendo lo que en ella decía; - Ichi-nii, como estabas muy cansado por trabajar todo el día de ayer, Karin y yo dejamos que descansaras a gusto. La comida está en el microondas ... ¡Suerte en tu proyecto! Has trabajado mucho y sabemos que lo harás bien. Att: Yuzu y Karin ― Al final dibujado había un pequeño corazón conjunto a caritas sonrientes con la palabra "Suerte" en letras grande.― Pdta. El viejo llamó, dijo que vendría mañana. - Esta sí no tenía lindos adornos que llamaran su atención, incluso la caligrafía era distinta.

Cuando terminó de leer hizo un mohín de confusión que expresaba su dificultad de comprender lo que pasaba ¿A quién se referían con "Ichinii"? meditó con una mano en la barbilla, como si de esa manera las respuestas sean a llegar.

El celular que había dejado en la mesa junto a la nota volvió a sonar. Se debatía entre contestar o no la llamada entrante. Mordió su labio inferior con duda al leer el nombre de nuevo en la pantalla. "Ishida" parecía querer contactar con urgencia al dueño del celular. ¿Sí era una emergencia lo que pasaba?

Ya no había marcha atrás ante lo que haría, deslizó su dedo en la pantalla y finalmente contestó.

―Hola ...― Su voz sonó débil gracias a los nervios.

¡Kurosaki! No sé cuál sea el motivo para que andes de haragán a estas horas, pero, necesito que te muevas y llegues al instituto ¡Ya! ―Alejó el aparato por los repentinos gritos. Ishida, siguió hablando reclamándole algo al parecer. No supo si fue su creciente nerviosismo por escuchar al chico en ese estado, que en un acto un tanto desesperado y de forma atalantada colgó la llamada, dejando al joven con las palabras en la boca.

Apegó la espalda en la pared votando todo el aire en sus pulmones en un suspiro tratando de relajarse, cerró sus ojos llevando una de sus manos hasta su corazón que palpitaba con fuerza. Más no se fueron preparada para lo que sus ojos verían al alzar la vista. Por casualidad, reparó por completo en su apariencia al ver su reflejo en la puerta de vidrio que desde la cocina daba al jardín. Soltó un grito horrorizado.

Es que ese de ahí no podría ser ella o ¿Sí? Cabello anaranjado; corto y revuelto. Ojos achocolatados y pequeños. Cuerpo atlético y claramente masculino se pintaban en el vidrio. Ese chico, denotando shock en su mirada al igual que ella.

― ¿Kurosaki-kun? ― Musitó con asombro.

Orihime Inoue comenzó a dudar de algo ¿Acaso sí existía la posibilidad de ser el chico del reflejo?

Continuará

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Mi historia en fanfiction traída hasta acá para su disfrute :3

Att: Evis

En el cuerpo de alguien más | Ichihime 《 BLEANCH 》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora