Capítulo 3

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No supe exactamente en que momento, pero mi cuerpo de repente dejó de tocar el cuelo en el que me había dormido, aunque lejos de asustarme, solo me acurruque en los brazos ajenos, una suave mezcla entre cigarrillos y perfume con aroma a coco me invadio y me sentí en casa. 

Podía sentir la música alejarse de mis oídos y ser reemplazada por el silencio de la noche, solo el suave tamborilleo de las gotitas de lluvia que caían desde las hojas de los árboles hasta los techos vecinos rompían aquella armonía natural. 

El teléfono sonó y desperté desorientada, el cielo estaba pintado de un naranja precioso, casi parecía brillar, y los truenos y relámpagos adornaban e iluminaban el paisaje, parpadee un par de veces tratando de recordar si el aroma y esos brazos habían sido reales o solo un sueño.

Trastabille cruzando la habitación para contestar la llamada, un número desconocido se leía en la pantalla y mordí mi labio debatiéndome por dentro si debía contestar o no. Finalmente la llamada termino por colgarse y reí nerviosa, si volvía a llamar quizás iba a contestar.

No pude siquiera soltar el aparato antes de que este volviera a sonar, conteste y con un leve temblor en la voz pregunte quien hablaba. 

-Lamento la hora, y la molestia... - la voz me anudo el estómago tan rápido como la oí. Quería colgar pero nuevamente mi cuerpo me ignoraba.- Pero necesito verte con urgencia. Necesito que me escuches, aunque... Entiendo si no quieres hacerlo.

La curiosidad era algo que llevaba en la sangre, y por mucho que quisiera resistirme, me era imposible hacerlo. Suspire pensando una respuesta que no fuera lo suficientemente confiada pero que tampoco le demostrara que había alguna posibilidad, porque no la había.

-Esta bien, mañana tengo el día libre, tomemos un café en el centro de la ciudad, hay una bonita cafetería donde...- me callé en el acto, golpeando mi frente, ¿Qué demonios creía que estaba haciendo?.- Bien, tomemos un café mañana- dije totalmente seca, su risa me enojó y arrugue la nariz molesta.- Podemos ir a algún sitio y ya. Debo dormir ahora, adiós.

Colgué la llamada y tiré mi teléfono al montón de ropa que había en un pequeño cesto de mimbre en un rincón de la habitación, corriendo a la cama y cubriéndome hasta las orejas, mi corazón retumbaba por todo mi cuerpo y una extraña sensación me recorría el cuerpo. 

Estaba furiosa, eso era coherente, pero mi eso no podía superar a la extraña bola de sentimientos ajenos al enojo que comenzaba a desenmarañarse en mi cabeza. 



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