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Para cuando llegaron las tan ansiadas vacaciones de navidad, la amistad que tenían las dos serpientes ya había florecido, haciendo sus cimientos.

A partir del día donde Izaro había terminado con la serpiente que le engaño y Regulus le había dado su bufanda, ella pudo notar como el último pasaba cada vez más tiempo a su lado.

Formando una amistad que para los demás era rara pero verdadera.

Ninguno tenía malas intenciones.

Ahora las dos serpientes sangre puras caminaban lentamente hacía uno de los jardines del colegio, a paso lento y bondadoso, sin preocupaciones o algún sentimiento de inquietud, tan siquiera de la parte de Izaro.

Regulus era un caso totalmente diferente.

Estando ya en el sexto año, el sabía que estaban a punto de llegar al último y más importante, tanto en la vida de un alumno normal, como en la suya, un mortifago menor de poco rango, pero aún así con muchas responsabilidades.

El tenía la presión de ser el orgullo de la casa Black, habiendo entrado como mortifago oficial en las filas de Lord Voldemort, y después obtenido un puesto, y habérselo informado a sus padres; el no tenía la opción de fallar, y ni siquiera pensar el retirarse.

Regulus no tenia opción.

Era obedecer y enorgullecer o ser olvidado y desterrado de todo el linaje de su familia.

El simple recuerdo de ver a su madre quemando el nombre y rostro de su hermano mayor Sirius Orion Black, le daba escalofríos, no quería  si quiera imaginar lo que sería que le hicieran lo mismo pero con su nombre, justo en la rama inferior del tapete familiar en forma de arbol, justo abajo de donde estaba la quemadura que antes tenía el rostro de su hermano.

Su cuerpo tuvo un leve movimiento, un temblor, que Izaro al no ser consciente de todos los pensamiemtos en la mente del pelinegro, lo interpretó por frío, siendo que estaba nevando en la fría escuela de Escocia; no era un particular clima cálido.

Recordó entonces, que cuando ella había tenido la misma reacción física, el chico a su lado le había dado su bufanda tiempo atrás, bufanda que traía en su bolso/mochila, puesto que nunca se había separado de ella, la pequeña tela aún conservaba el olor del muchacho.

Colonia de menta y árboles, un olor parecido al bosque, combinación de los libros viejos que leía y un poco de té.

A ella le gustaba el té, al igual que los libros y la naturaleza.

Tal vez tambien le llegase a gustar su colonia.

Se regaño por perderse en sus pensamientos, aplazando el cuidado a su compañero, y después de momentaneamente ocuparse, lo hizo.

Le dió su bufanda.

Pero no la que le pertenecía a el originalmente, por supuesto que no, le dió la que hace unos instantes decoraba su cuello, protegiéndola a ella del frío invernal.

Regulus se sorprendió al notar algo calido en su cuello, algo demasiado suave y con un olor que reconocería donde fuese.

Arandanos y flores.

Pera y toronja.

Sus olores favoritos.

Y por supuesto, el olor que el reconocía al hacer amortentia en pociones.

Volteó totalmente sonrojado a ver a la pelinegra a su lado, como siempre, observandole atentamente sin ninguna emoción en el rostro, más que confusión y análisis.

Izaro no lo sabía pero esa era su expresión siempre.

Una expresión que a el le había cautivado profundamente, dejandolo totalmente perdido en una marea de sentimientos rojos.

Sentimientos románticos.

Colores de amor.

— Me haz colocado tu bufanda, Iza— observó, aunque fuese algo evidente, había veces que tenía que repetirle las cosas o simplificarselas a ella para que pudiera entender situaciones humanas de la vida cotidiana, a veces, por su extraña condición, Izaro llegaba a ser un poco despistada, y también cruel al no tener tacto, no sentía las emociones de los demás o las suyas propias, no era su culpa.

— Si la tengo yo, tu podrías enfermarte, cariño — su suave y varonil voz estaba cargada de preocupación y amor, cautivado completamente por el acto que ella había tenido con el, tal vez, y solo tal vez, ella empezaba a sentir algo por el, la propia idea le causaba una extraña sensación en el estomago, era algo rara pero placentera, calida.

— No deberías hacerlo, Iz, no quiero que te enfermes — y cuando sus delgadas y blancas manos fueron camino a la tela en su cuello, dispuesto a retirarsela y ponerla en el ajeno donde estaba, otras bonitas manos agarraron las suyas y le detuvieron, evitando cometiera la acción, Regulus paso de ser pálido a estar completamente sonrojado, incluso sus orejas podían verse rosas, aunque de cerca fueran más rojas.

El rojo del amor adornaba su rostro.

— Detente — oh, incluso su femenina y delgada voz era tan hermosa, una completa melodía ante sus oídos, totalmente divina — la puse ahí por que tienes frío, esta bien, no me la regreses.

Ignoró totalmente como es que la chica había llegado a esa conclusión, solo contemplando que ella se había preocupado por el, era lo unico que le importaba.

— Pero Iz... ¿Que hay de ti? Tu también eres muy friolenta.

Sin quererlo su mano fue a parar en la mejilla derecha de la chica, notando su fría piel a comparación de su cálido tacto, cuando se dió cuenta de su acción, la quiso retirar, pero al igual que antes, las manos ajenas se lo impidieron.

— Quedate así — pidió — el tacto de tu piel contra la mía es... cálido, muy cálido, me gusta.

El rostro de Regulus definitivamente era rojo ahora, un violento y notable rojo.

— Izaro, la bufanda — trato de encontrar una excusa para dejar de ponerse nervioso y cambiar el tema, algo que consiguió, puesto que Izaro lo soltó y buscó entre su bolso algo que desconocía.

Se sintió triste al dejar de sentir su tacto.

Pero tan pronto llego ese sentimiento, fue lo pronto que se marchó.

Ahora, en el cuello de la chica descansaba una muy conocida bufanda verde y plateada, con unas negras letras en ella.

R.A.B

Regulus Arcturus Black.

Era su bufanda.

— Siempre la haz tenido, todo este tiempo — estaba sorprendido, atónito si era sincero.

— Jamás me desharía de ella — le informó.

Y siguió caminando a la banca, dejandole atrás.

No era propio de el, pero agradeció a su madre por su enseñanza.

Si no fuera por que le enseñó autocontrol, Izaro Edevane, hubiera sido su primer beso.

Alexitimia [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora