Capítulo 4

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Capítulo 4. 

Pague el taxi con un billete de cincuenta. El conductor hizo una mueca cuando me vio extenderle el dinero, porque tenía que darme el cambio y al parecer no tenía. 
Sonreí, nerviosa.

—Disculpe.

Él me devolvió mi billete.

—¿No tendrá cambio? Un billete menos grande, por ejemplo.

Negué con la cabeza. Lo único que llevaba conmigo era mi teléfono y el billete que se suponía era mi pasaje de ida y vuelta. En ese instante me lamenté no haber traído más dinero.

Levanté la vista para dar una mirada rápida a todos lados. Una librería quedaba a la vuelta, pero era demasiado lejos. Cerca del parque no había ninguna tienda, pocas personas aparecían por lo que los puestos de comida callejera, aún se encontraban cerradas. Una boutique de ropa muy conocida quedaba al lado del restaurante, pero no tenía en mente comprar ninguna prenda el día de hoy. Como último recurso recordé una posible solución.

—Aquí cerca hay un pequeño supermercado. Si me permite iré a comprar una botella de agua y regreso. Seré rápida.

El señor me miró con desconfianza, apagó el motor y salió del taxi. Se dio la vuelta y se plantó delante de mí.

—¿Acaso me quiere estafar? Si es así, no se lo voy a permitir.

—No, claro que no. No pretendo estafar a nadie —me defendí—. Le pagaré lo que corresponde, solo que es el único billete que tengo en este momento. No su adrede.

—Sí claro. La última vez que confíe en una persona huyó y no me pagó —me contó, exaltado—. Era rubia, igual que tú. ¿Casualidad? 

Trague grueso, la situación se tornaba complicada.

—Señor por favor no hable así de las rubias, no robamos. Somos buena onda. 

—Me quieres robar, y no pienso caer por segunda vez.

—Le prometo regresar rápido, solamente deme cinco minutos y estaré de regreso. Hasta menos, creo.

—¡Patrañas! Págueme mi dinero—exclamó. Extendió la palma de su mano, esperando el dinero.

Volteé en dirección al restaurante para buscar ayuda, no había nadie. Lo que me ponía más inquieta, dejándome entre la espada y la pared. No sé me ocurría nada más que hacer. 

Me encontraba en blanco.

—¿Y si usted me acompaña? No está muy lejos después de todo —le propuse. Por unos segundos la expresión del señor cambió y se tranquilizó. Aún me miraba con desconfianza—. ¿Le parece bien mi idea? 

—Si, se ve razonable.

—Está bien.

—Perfecto, déjeme echar llave a mi auto... —él se quedó en silencio.

—Okay.

—¡¿Planeas robar mi auto?! Ese fue tu plan desde el principio —gritó, lo suficiente cerca para que un par de novios volverán, susurraron lo suficiente alto para oír que me llamaban ladrona. Negué con la cabeza—. Como es posible que haya sido tan tonto, no pudiste conmigo ladrona. Soy más inteligente que tú.

¿Pero qué le pasa? 

—Está malinterpretado mis intenciones —dije, mi corazón late rápido.

—No, y ahora voy a llamar a la policía para que te metan en prisión —saco un pequeño teléfono del bolsillo de sus vaqueros y marco.

Middle of the night [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora