《 • Capítulo Dos • 》

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Nos separamos para poder reencontrarnos.
– Anónimo –


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Amar a las personas es un sentimiento indescriptible, estar al lado de ellos era sentirse que pertenences a un lugar, pero aún así ella se sentía vacía...
Él hecho de que no podía recordar con exactitud su adolescencia, sentía que algo le faltaba, sentía que estaba incompleta, y por estar lejos de su familia se sentía aún más vacía, los necesitaba más que nunca y ella no pudo despedirse, ¿ellos estarían preocupados? Esa pregunta no dejaba de rondar en su cabeza.

La opresión en su pecho le impedía poder respirar, después de tanto tiempo volvía a tener aquel sentimiento que tanto odiaba... Miedo, el mayor enemigo del ser humano y no solo de éste, también lo era para cualquier criatura en el mundo.

Lo único que podía ver a su alrededor era simple oscuridad, a lo que ella más le temía.

— ¿Ella estará bien? — Preguntó un joven de cabellos cobrizos que no aparentaba tener más de 13 años.

La joven azabache escuchó aquella voz y no pudo evitar el sentirse en casa. No reconocía la voz de la persona que había hablado, pero esa voz le hizo sentir una gran calidez en su corazón.

— Ella estará bien, ya traté sus heridas. Deberías de ir con Kaede, Shippo. — Sugirió la Miko joven de cabellos negros y rostro impasible.

— Pero... Yo quiero estar con ella, señorita Kikyo. — Rebatio el adolescente.

|¿Por qué no puedo abrir mis ojos?| Pensó con angustia  la zabache que se encontraba recostada en un futón.

— Debemos dejar que descanse... — Kikyo trató de hacerle entender al pequeño kitsune que ella debía estar en reposo, pero al ver los ojos de él entendió que nada podía hacer. — Puedes cuidar de ella. Yo iré a hablar con él monje Miroku.

— ¡Muchas gracias, señorita Kikyo! — Dijo alegre el joven de cabellos cobrizos. La mujer de cabellos negros dejo la cabaña y el chico dirigió su mirada a la azabache. — Yo te protegeré.

|¿Quien eres? ¿Donde estoy? ¿Por qué me siento tan cómoda con su presencia? ¿Por qué no puedo abrir mis ojos? | Pensaba con desesperación.

Kagome tenía tantas dudas y  sentía que esas personas que la curaron sabían algo que ella no... Como si hubiera olvidado algo, ¿podía ser eso posible?

No muy lejos de la cabaña se encontraba Kikyo, junto con el monje y su esposo.

— ¿Cómo está ella? — Interrogó el de cabellos plateados a su esposa Kikyo.

— No tardará mucho en despertarse. — Se limitó a responder.


— Senorita Kikyo. — Llamó el hombre de cabellos azabache. — Si la señorita Kagome está de vuelta, quiere decir que...

La joven interrumpió lo que iba a decir. — Así es. La leyenda/profecía está por dar comienzo. — La mirada de los dos hombres se endureció, sabían lo que aquello significaba.

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— Jaken, cuida de Rin. — Ordenó el Daiyokai de ojos dorados.

Profecía De Amor 《 Sesshomaru Y Kagome 》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora