《 • Prefacio • 》

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Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga.
- Victor Hugo -


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Las estrellas abundaban en el cielo nocturno, la brisa cálida de verano se sentía como un acojedor abrazo... Todo era paz para los habitantes de las aldeas, las sonrisas que había en sus rostros eran tan brillantes como las estrellas.

Pero nada era duradero en la vida.

Los demonios estaban preparados para atacar, las bestias inferiores querían poder y las de mayor poder querían ver correr sangre.
Para los demonios, la raza humana era una peste que debía de ser eliminada. No faltaba mucho, en cuanto la luna llegara a su punto más alto... No habría quién pudiera escapar de las garras de la oscuridad.

Lamentablemente, los humanos no sabían el infierno que se acercaba aquella noche.

De entre las sombras había un ser más poderoso que todo los demonios juntos que habían allí. El observaba desde un árbol como demonios pasaban, por donde él estaba, a una velocidad inhumana hacia las aldeas. Gracias a sus sentidos bien desarrollados, podía escuchar los gritos desgarradores de los humanos, podía escucharlos como si estuvieran a su lado. Alcanzaba a sentir el olor de la sangre humana ser derramada, a su olfato llegaba el olor de desesperación, de miedo, del dolor. No lo soportaba, era una sensación desagradable.

| ¡Tsk! Asquerosos humanos. Raza insignificante. | Pensó el Daiyokai de cabellos plateados.

Se bajó del árbol en el que se encontraba y emprendió su andar, ¿a dónde? Ni él lo sabía.
Se puso en alerta en el momento que sintió la presencia de alguien, se estaba acercando a donde él se encontraba; pero no le dio importancia y siguió con su camino.
Alcanzó a ofaltear el olor a sangre, pero no a cualquiera... Era sangre humana, arrugó su ceño en señal de repugnancia.

— A-Ayúdame.... Por favor. — Susurró la voz de una mujer. El de cabellos plateados se giró y dirigió su mirada detrás suyo, allí se encontraba una mujer que se arrastraba por el suelo. En sus ojos se podía presenciar la desesperación para aferrarse a la vida. — P-Por favor, se lo suplico.


Él Daiyokai le miró con frialdad y desprecio. Después de todo, esa raza no era digna de permanecer viva. Se dio media vuelta y volvió a emprender su camino, pero se vio interrumpido cuando la mujer tomó el borde de sus vestiduras para detenerlo.

— Sueltame, humana despreciable. — Dijo, sus ojos estaban inyectados de sangre. Se notaba que odiaba la existencia de esa raza tan débil.

— P-Por favor... — La mujer volvió a suplicar, sus pocas fuerzas se estaban desvaneciendo.

Él la miró, se colocó en cuclillas para acercarse a su rostro y en un rápido movimiento le cortó la cabeza. No sintió clemencia y mucho menos culpa, es más, fue gratificante el ver el miedo en sus ojos.

— Tsk. Tan débiles e insignificantes. Nunca debería de existir una raza así, es una indignación. — Le dio una última mirada al cuerpo inerte de la mujer, luego se dio vuelta y volvió a emprender su andar sin rumbo.

— Sesshomaru, Lord de las Tierras del Oeste, el demonio más poderoso... El Daiyokai de la leyenda. — Dijo una voz femenina.

— ¿Quien eres? — Interrogó sin darse vuelta. Había sentido el olor de la bruja a kilómetros... Pero en su olor había algo más, algo que le inquietaba; sin embargo, no lo demostró.

— ¿Por qué no ayudaste a la mujer? — Respondió con otra pregunta. Seshomaru se giró sobre sus pies y miró a la mujer con la típica frialdad de sus ojos.

— Tsk. — Se limitó a chasquear su lengua con fastidio. ¿Quién era ella para preguntarle por lo que hacía?

— ¿No sientes remordimiento? — Volvió a preguntar la mujer de cabellos dorados.

Él le dio la espalda y volvió a emprender su camino. No tenía por qué responderle, después de todo, él era el gran Seshomaru. Seguía con su andar, ignorando que la precencia de la bruja lo seguía.

— Ya veo...— Dijo con pésame. — Seshomaru, Lord de las Tierras del Oeste, el Daiyokai de la leyenda. Un día lamentarás las decisiones que has tomado, desde hoy no serás capas de usar tus verdaderos poderes y Yako, tu bestia interior, será sellado hasta el día en que encuentres y aceptes a tu compañera de vida... Ella será tu salvación y perdición, te enseñara lo maravilloso y lo cruel del amor... Ella será una Miko-humana.

— Muere. — Dijo con voz ronca, sus garras con veneno se encajaron en el pecho de la mujer y está se esfumó en una cortina de humo.

El peliplateado se sintió furioso por las palabras de esa mujer, ¿cómo se atrevía decir semejante cosa? Él un Daiyokai de sangre pura, jamás, se relacionaria con humanos... Ellos eran lo que más despreciaba y odiaba.
Aún con el enojo corriendo por su cuerpo, se alejó del lugar... Sin percatarse que la mujer de antes, realmente no estaba muerta y que lo estaba observando desde la copa de un árbol.

— Mi Lord... Espero que pronto pueda encontrar a su compañera, la única capaz de calentar su frío corazón. — Ella miraba por donde se había ido el Daiyokai. — Perdóneme Mi Lord, fueron órdenes del amo Inu No Taisho.

Las palabras que habían salido en un susurro, desaparecieron con el viento... Una nueva historia estaba por dar comienzo.

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Maravillosa portada hecha por lobuna_12, gracias por tu hermoso trabajo ^_^

En esta historia, Kagome y Sesshomaru no se conocen.

La pequeña Rin/Lin se queda al lado del Lord Sesshomaru.

Kikyo, en realidad no muere.

Por último, Sesshomaru no perdió su brazo izquierdo (creo que era ese)

Profecía De Amor 《 Sesshomaru Y Kagome 》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora