Es Imposible no caer de nuevo en ti, y no extrañarte como te he venido extrañando la última semana.
Te me cuelas en sueños... 'Los sueños son deseos reprimidos', me contestó mi madre cuando le hablé de ti apareciéndote en mi inconciente.
Y no me quedó más que aceptarme que eres mi deseo reprimido. Aún un poco, o quizás mucho. No puedo decirlo honestamente, decir la verdad supondría para mí, debilidad.
Te extraño por todo, pero más allá de extrañarte, me faltas.
Me faltas porque no hay con quien beber café a las dos de la mañana ni con quien besarme después del cigarro de la tarde. No hay quién saboreé mis labios sabor tabaco.
No hay quien valga la pena para pasar una tarde de pereza y una noche de desnuda alegría.
Pienso que me visitas porque quizás, sólo quizás, de repente, por un segundo, menos que un parpadear, me recuerdas; allá en lo más profundo de tu mente dices mi nombre, ese nombre que has preferido callar desde entonces, todo eso que soy en cinco letras.
Te me apareciste tres noches seguidas, tan diferente y luego tan tú. Tan llena de luz y sonrisas; creí haber olvidado tu voz y tu risa... No imaginé tenerlas cicatrizadas en la memoria.
La cuota sin embargo se está acabando y presiento que en uno o dos días volverás al rincón donde te has venido empolvando los últimos siglos.
Te llamas capítulo incompleto, de una historia que prometía mil páginas más...
Me voy a inventar otra historia, donde en sueños, entregada al dios Morfeo te da gusto verme y podemos platicar, me tomas la mano y me llamas amiga y así, te cuento mi día a día con una taza humeante de café negro. Me pones los pies en la tierra, el alma en su lugar y le das cuerda a mi reloj para sentir al mundo de nuevo.