II.- Neblina

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La neblina permanece; diario por la mañana me asomo a la ventana para ver si el clima frío ha cedido un poco. No, no lo hará.

Bajo la calefacción y enciendo la del baño; me daré una ducha, me prepararé algo sencillo -pan con mortadela y un vaso de jugo de bote- y luego saldré a andar las calles que caminamos juntas.

Sólo para borrar tus pasos con los míos, y que no quede nada tuyo. Me voy a dar una vuelta por nuestros rincones para hacer una limpia a base de rezos a la cordura y así poder exorcizar los fantasmas que has dejado en cada esquina, bar, hostal y museo.

Cierro la puerta de la cocina comunitaria y me voy al cuarto a ponerme el abrigo negro y el gorro gris. No se me ha secado el cabello pero sabrás que no temo enfermarme porque este frío húmedo le hace bien a mis vías respiratorias.

Ya tampoco me duele la cara al respirar porque ¿te acuerdas que me operaron de sinusitis el año pasado?

No uso guantes, me gusta tocar la escarcha en las ramas de los árboles pequeños y en las hojas de los arbustos, me gusta sentir el metal helado de la parada de autobús. 

No los usaba contigo porque me gustaba tomarte de la mano.

Los camiones aquí siempre son puntuales, el reloj digital anuncia que la ruta seis, la que nos lleva al centro, llegará en cinco minutos.

Los botes de basura están rebosantes y los ceniceros alojan decenas de colillas. De pronto se me antojó fumar, pero no he traído cigarros conmigo. Nada, me aguanto las ganas.

Hoy me toca ir al Danubio. Me voy a quedar unos minutos en el puente y voy a borrar el reloj de la torre, voy a borrar también la estatua del hombre que parece que está defecando. Después voy a caminar a la parte solitaria de la ciudad y me sentaré a descansar un rato.

Puedo ver mi respiración salir de la nariz, me meto las manos a los bolsillos del abrigo y te imagino conmigo, callada, aburrida, infeliz.

Te cuento, sin decirte nada, que te extraño harto; que pese a que mi vida es buena y ya no me siento tan amarga me haces más falta que antier.

Te has quedado con buena parte de mi alma y te amo como se ama una idea y un recuerdo grato. Te amo como se aman las cosas viejas que te encuentras en un día de limpieza general.

Ojalá que pudiera cambiar las cosas, aunque quizás, esto que pasa es mejor que cualquier cosa pues el destino es sabio y siempre hay una razón inteligente para el dolor y la calma que le sucede después de meses de agonía.

Es como morirse, y luego vas por la vida sin sentir mucho o sintiendo nada. 

-Pero es que sí te extraño.-

Camino mis pasos de vuelta y me ordeno un döner; sabe igual que entonces, solo que esta vez lo disfruto más porque ya no tengo jetlag ni el estómago revuelto por los nervios de volver a verte; por ello me sabe diez veces mejor.

Son las cinco de la tarde y parecen las nueve. Y siento que voy a verte en las bancas del parque y me acompañarás a tomar fotos al cementerio por el que pasamos tantas veces.

Pienso que vas a estar esperándome con ansias y no pensarás en ella cuando te bese yo.

El camión me llevará de vuelta en tres minutos. Cuando llega me tomo de los tubos color amarillo y me siento casi al final. Pasamos el edificio donde celebramos año nuevo, con cerveza amarga, electrodark y el olor a sobaco de los que prefirieron no bañarse ese día. Borro también ese lugar, le quito importancia a sus letras estiló gótico. A su techo de dos aguas.

El camión me deja en la misma parada, me acomodó el cuello y la bufanda y vuelvo al edificio. Llevo en la bolsa tres cervezas de distintos tipos porque me prometí probarlas todas, y llego con los chinos que venden pizzas de queso y nada más.

Subo a la terraza y pongo las cosas sobre la mesa que hay ahí. Puedo verte sentada con la espalda pegada a la pared, me sonríes, aunque no sé si por gusto o a fuerza.

Te extraño tanto. Te borro y como una maldición vuelves a mí una y otra vez. Me persigues sin darte cuenta. Te siento como nudo en la garganta y como piedra en el corazón.

Te quiero contar que mi vida es buena, hace mucho que no pienso en morir, incluso fumo menos.

Te cuento que estoy sola; me acabo media cerveza de un trago y devoro en un santiamén la rebanada de pizza. Estoy sola; y aunque no me duele me pesa.

Y te extraño en mis brazos y en estos labios que hace mucho que no besan y extraño tu risa sincera y el aroma de tus manos y tu cuello.

Termino borracha y caigo como un muerto sobre la cama. A la mañana siguiente me invade la resaca y allá afuera al asomarme, la neblina que parece que nunca acaba.

KatarsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora