Capítulo 4

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— Mierda. — Fue lo único que dijo. Tiró la linterna a un lado, adquiriendo su arma, descargando en su pecho varios disparos. Le desequilibró, su cuerpo echándose hacia atrás por el impacto de las balas... Pero no sucedió nada más. En menos de un santiamén, Jungkook se encontraba con aquel chico sobre él. Seguía disparando, sus penetrantes ojos amarillos perforándole.

Con un gruñido, Jungkook se deshizo del 9 mm, rodando por el piso con aquel sujeto en un aparente combate cuerpo a cuerpo. El chico era más fuerte y más agudo. Jungkook sólo tenía para sí la mitad de su visión gracias a la linterna, por lo que aquel chico tenía media ceguera. Aun así, era perfectamente capaz de localizarle. Jungkook acertó varios golpes en diferentes facciones de su cara, nariz, mandíbula y boca. El desempeño de su auto-recuperación era impresionante, la rojez en su piel no duraba la mitad de un segundo.

El chico bajo su peso, revolcado, agarró ambos de sus puños juntos una vez se hubo cansado, atrayéndole hacia él para liberar sus pies, dándole una patada que le envió hasta el otro extremo de la cueva. Jungkook estuvo a punto de escupir su intestino chico. El muchacho se levantó y así mismo lo hizo Jungkook, escupiendo sangre a un lado y recuperando sus guantes tácticos, colocándoselos en las manos. Dieron vueltas alrededor del otro, dando la introducción al encuentro. Jungkook estudiaba sus inexistentes puntos débiles con sus profundos ojos marrón mientras el contrario le veía con sus ojos amarillos, como si fuese una presa y él, un depredador. Su nariz se arrugaba con un gruñido acompañándolo desde lo más recóndito de su pecho. No había inseguridad, había fuerza, saña, intensidad. En más, presencia, una fiera presencia.

Por primera vez en todos sus puñeteros años en el jodido ejército, Jungkook se sintió pequeño.

El golpe llegó hasta él tan rápido como un rayo, como el rasguño de un tigre, con la potencia de su relámpago. Una vez estuvo lo suficientemente cerca, el chico lanzó su mano hasta la altura de su garganta, ahogándolo, girando en sí a la velocidad de la luz para darle una patada en la cara que, pudo jurar, que hasta el cuello le había descolocado. Se sorprendió, ni siquiera lo vio venir. Cuando lo supo, estaba en el suelo otra vez, con una muela harta en rojo frente a él. El tipo se exhibía a su alrededor con un aura de "Aquí mando yo", que hacía enfurecer hasta lo más escondido en Jungkook. Era oficial, iba a asesinarle, pero antes, iba a darle la paliza más grande de su vida.

Se levantó, haciendo sonar sus dedos. El chico quería que le golpeara, iba a hacerlo. Esto ni siquiera se trataba de matarle y luego comérselo. Peleaba con él porque el chico había llegado primero a donde Jungkook planeaba quedarse. Esto no era cuestión de pelea por placer tampoco, aquello era algún extraño tipo de distinción de territorio. Pero él así lo quería y Jungkook se lo daría. Le enseñaría como se hacían las cosas de donde él venía.

Dejó que se acercara otra vez, dejó que le intimidara con su penetrante mirada. Esquivó el siguiente golpe, viendo como el chico perdía el equilibrio por la fuerza que aquel tiro dirigido a su cara, se lo llevaba. Como lo había supuesto, era joven. Y aquel niño seguramente no esperó lo siguiente; Jungkook le tomó del cabello, sus dedos enredados en gruesos y firmes mechones castaños, enterrando el filo de la chapa de su rodilla en su cara, duro, justo en su tabique nasal. Aquello habría matado a un ser humano apenas el hueso se hubiese puesto en contacto con su cerebro. Pero él no era un humano y Jungkook no le daría más tiempo del necesario. Así que profundizó el tabique dentro de su cráneo con uno, dos, tres codazos aún sin soltarlo. A cada golpe era un gruñido más cabreado. Aprovechó para golpear ambos ojos, que pronto se inundaron en rojo. El hijo de perra perdería los malditos ojos si él así lo quisiera. Dio una fuerte patada elevada, directo a su nuca, todo tan rápido que el muchacho estaba completamente inmovilizado a su lado. Aprovechando su actual posición, el chico tendido en el piso, le hizo comer tierra; pisaba repetidas veces en donde el cuello se unía con la parte de atrás de su cabeza, queriendo romper su jodida columna. Pero el chico fue más rápido; predijo uno de sus movimientos, hundiéndole consigo, halándole del tobillo para derribarlo. Soltó un grito, adolorido por la fuerza con la que había caído. Le miraba con ojos sangrientos, la nariz desviada y la cabeza hacia un lado, desacomodada. Le dolía o eso era lo que podía ver, pero el maldito no estaba dispuesto a perder. Le hizo rodar otra vez, curándose completamente en el proceso. Incluso el arreglo de su cuerpo se veía doloroso para Jungkook, quien daba puñetazos al aire, intentando retrasarle. Jamás había estado más furioso en toda su vida, se habían zarandeado de derecha a izquierda de arriba abajo y no había fin para aquella pelea. Le tomó de las muñecas, Jungkook gruñó, frustrado, de verdad quería matarlo. Con ambos forcejando y luchando, pensó que en su vida había estado tan obsesionado con ganar. No fue hasta que Jungkook quedó sobre él, enterrando el puño en su cara tantas veces que ya no podía sentir sus nudillos, que recordó el puñal amarrado a su pantorrilla.

Centauri (タウリ) ᵏᵒᵒᵏᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora