Capitulo 6

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Bakugou despertó de golpe cuando un profundo alarido reverberó en la planta alta de la
casa, y no dudaba que si hubiese habido alguien en la de abajo también se habría enterado,
suspirando se giró sobre su espalda y se quedó mirando el techo mientras los insultos y
maldiciones seguían de manera rápida y seguida mientras algo se arrastraba por el suelo, suponía que aquel ruido sería producido por los pies del humano Izuku.
Katsuki se cubrió los ojos con el brazo y dejó escapar un suspiro de resignación.

—¿Qué parte de “no pierdas la pluma” no habrá entendido? —farfulló él antes de levantarse de la cama y pararse ante la pequeña ventana totalmente oscurecida por la condensación.

El cenizo pasó la mano por el cristal borrando un fragmento de humedad que le permitiera mirar al exterior. El cielo seguía oscuro, la nieve había dejado de caer con la intensidad de la tarde anterior pero estaba claro que no había cedido en la noche ya que ahora una inmensa capa blanca lo cubría todo, incluyendo el vehículo destartalado que había conducido el chico la noche anterior.

Abrió la ventana y la ligera brisa helada impactó contra su rostro y su torso denudo, recordándole que ya era hora de que buscara algo de ropa que ponerse, el salir desnudo a enfrentarse un día más con aquel desastroso humano sería igual que matarlo de un infarto, si de algo le valía de indicativo las furtivas y
asombradas miradas que el chico le había estado echando durante toda la tarde de ayer, sus alas le habían causado impresión, sí, pero había visto apreciación en aquellos ojos verdes, una apreciación típicamente sensual y aunque el chico no era su tipo en absoluto, tampoco le había molestado. Si llegaba a desesperarse por completo, siempre podría aprovechar esa atracción y tirárselo.

Sacudiendo la cabeza ante esa absurda idea contempló el paisaje nevado mientras estiraba los brazos y hacía crujir el cuello comprobando cada una de sus articulaciones. De un solo tirón arrancó el parche de tela que había cubierto su herida y frunció el ceño al ver la rosada y todavía fresca cicatriz de la herida, a estas alturas, no debería de quedarle marca alguna y en cambio la herida todavía no había curado por completo.

Gruñendo desde el fondo de la garganta volvió la mirada hacia el exterior y masculló varias coloridas maldiciones contra Momo, las apuestas y su propia estupidez al aceptarlas antes de volver a cerrar la ventana y mirar alrededor del dormitorio, no podía creer que hubiese dormido toda la noche de golpe y mucho menos en aquel pequeño cubículo en el que solo había una cama que a duras penas daba cabida su cuerpo, una mesita de noche con una lámpara y un pequeño armario de dos puertas, incluso la ventana estaba sin cortinas.

A Katsuki no le gustaban los espacios reducidos, prefería con mucho estar al aire libre
o donde pudiera moverse a sus anchas sin tropezar con nada. Un nuevo quejido llegó desde
el otro lado de la puerta cerrada, seguido rápidamente por una sarta de maldiciones, suspirando profundamente y alzando la mirada hacia el techo se vistió a sí mismo con un suéter y unos tejanos en color azul que aparecieron sobre su cuerpo al compás de sus pensamientos. Sus pies pronto quedaron cubiertos por unas botas de piel y su pelo atado completamente en la nuca en una coleta.

Satisfecho salió al pasillo encontrándose al pequeño humano contorsionándose delante del espejo de su tocador en un intento por aplicar alguna clase de pomada a su costado izquierdo el cual estaba cubierto por hematomas en distintas fases de madurez, una paleta de color que iba desde el amarillo y
morado claro, a un tono mucho más oscuro en la curva de sus pezones. Y menudos pezones pudo apreciar Katsuki ladeando ligeramente el cuello para ver el reflejo en el espejo, su piel tenía
una suave palidez y si bien estaba ligeramente delgado, aquello acentuaba su pequeña cintura.

Un jadeo de sorpresa y el rápido movimiento de la tela cubriendo lo que tan generosamente
mostraba rompieron el hechizo que parecía haberlo atrapado durante un instante, un profundo color rojo subió a sus mejillas y sus labios empezaron a abrirse y cerrarse sin que saliera palabra alguna de ellos.

Cuando la Nieve se derrita [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora