Willy William - Ego
Se llamaba Park Jimin.
Patricia nos presentó, pero yo la oí quedamente, porque los latidos de mi corazón me bloqueaban el oído.
Mierda.
El destino es un hijo de puta muy cruel. Las imágenes de los dos juntos no habían cesado de repetirse en mi mente desde que la había visto en la calle y se negaban a desaparecer. Pero en esas circunstancias era imposible que pudiese hacer nada respecto a mis planes con él. A no ser... a no ser que Park Jimin no trabajase en el bufete.
Yo sí era un hijo de puta por estar planteándome algo así. Pero no soy uno de esos cretinos que utilizan su poder para llevarse a alguien a la cama y, por tanto, no podía admitirlo en nuestro bufete.
«Pero tú no vas a perjudicarle... —me susurró mi conciencia. Sí, mi conciencia tiene una moral muy dudosa—. Tú vas a encontrarle otro trabajo, uno mejor que éste, el que él quiera, y así podrá convertirse en tu amante.»
Bueno, la idea no estaba mal.
«¿Lo ves?», se alegró mi conciencia.
Pero ¿qué demonios estaba pensando?
Patricia me estaba mirando y, si no quería que sospechase nada, no tenía más remedio que comportarme con naturalidad. Me acerqué a Jimin y le tendí la mano, igual que haría con cualquiera. Pero cuando noté su piel bajo la mía, no reaccioné como con cualquiera, sino que alargué el dedo índice para palparle el pulso y, al sentir que se le aceleraba, el mío hizo lo mismo.
Aquello no tenía ni pies ni cabeza. Era una locura. Tenía que poseerlo cuanto antes o alejarme de allí sin perder tiempo.
«Yo no soy así —me decía—, yo no me dejo llevar por las reacciones de mi cuerpo, ni por las miradas de personas a las que podría comerme para desayunar.»
Me puse furioso con él y conmigo mismo. Todo aquello era culpa de la falta de sueño, de la pesadilla de la noche anterior y de que Park Jimin fuese el primero —y único— hombre que me miraba como si realmente me estuviese viendo.
Esa última frase me hizo reaccionar y supe lo que tenía que hacer. No lo admitiría en el bufete. Podía hacerlo, al fin y al cabo, soy uno de los socios. Por desgracia, Patricia no parecía dispuesta a ceder con facilidad y, cuando una de mis preguntas al joven Park fue, lo reconozco, algo irrespetuoso y él chico me plantó cara, comprendí que debía tomar medidas más drásticas.
—¿Podemos hablar un momento, Patricia?
Por el modo en que mi socia me miró, supe que ella estaba a punto de pedirme lo mismo. Salimos de la sala de reuniones y fuimos hacia mi despacho. Mientras recorríamos el pasillo, Patricia no dijo nada, pero en cuanto cerré la puerta y nos quedamos a solas, me espetó:
—¿Se puede saber qué te pasa, Yoongi?
—No me pasa nada.
—A mí no me vengas con tonterías. Te conozco. Nunca te había visto ser tan maleducado con nadie. Has estado a punto de pedirle a Minnie que te enseñe el título.
¿Minnie? Ese nombre no le pegaba nada; la hacía parecer un adolescente y no el sensual hombre que en realidad era.
—Pretendía demostrar que no está preparado para trabajar con nosotros —afirmé, colocándome bien los puños de la camisa—. Nada más. Lamento si mi método te ha parecido excesivo.
—¿Excesivo? —Enarcó las cejas—. Te has comportado como un canalla. Y tú no eres así. Fuera del bufete serás lo que seas, Yoongi, pero aquí dentro siempre te he visto como uno de los mejores abogados que conozco, así que no empieces ahora a comportarte de otro modo.
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LA CINTA - |YOONMIN| #1.5 +18
RomanceMin Yoongi lo tiene todo bajo control. A pesar de su tormentoso pasado, o quizá gracias a él, se ha convertido en uno de los abogados más reputados de toda Inglaterra. Su vida, planeada al milímetro, está dominada por unas estrictas normas que rigen...