Capítulo 6

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Billie Eilish & Khalid - Lovely

Jimin y yo estuvimos juntos noventa días.

Y tengo intención de recuperarlo. Por eso he decidido dejar de comportarme como un cretino y coger el coche en plena noche para volver a Londres.

Lo que sucedió entre nosotros no puede acabar así, sencillamente, no puede. Sé que fui muy drástico; no tendría que haberle quitado la cinta cuando me dijo que no estaba dispuesto a seguir adelante con lo que yo le había pedido.

Yo había tenido toda la vida para prepararme para ese momento y él sólo un fin de semana. Jimin me había dicho que no podía hacer lo que le pedía, no que no quisiera hacerlo, y yo... no lo había escuchado. Estaba demasiado expuesto, me sentía muy vulnerable después de reconocer en voz alta lo que de verdad necesitaba, y la respuesta de él me dolió. 

Me avergüenza reconocerlo, pero me dolió tanto que quise echarla de mi piso, y de mi vida, cuanto antes. Pensé, equivocadamente, que quizá así lo olvidaría, que quizá así todo volvería a la normalidad. ¿A qué normalidad? Los últimos tres meses habían sido los únicos que merecían la pena de toda mi vida, en especial las últimas semanas.

Recuerdo incluso un día, un instante, en que pensé que era feliz. Yo, Min Yoongi, feliz.

Fue el día siguiente de que le contase cómo, o mejor dicho, quién me había hecho la cicatriz de la ceja. Yo estaba en mi apartamento, repasando un caso; me había ido del bufete porque sabía que Rufus Howell y su abogada iban a pasarse por allí y no tenía ganas de encontrarme con él. Se suponía que Jimin iba a venir a las nueve, como siempre, pero a eso de las ocho menos cuarto oí que se abría la puerta. Él era el únicaoque tenía llave.

—¿Yoongi? —Asomó indeciso la cabeza por la puerta—. ¿Estás en casa? ¿Puedo entrar?

Sonreí desde el sofá, estaba seguro de que si yo no hubiese estado, Jimin no se habría atrevido a entrar. Él era así.

—Estoy aquí —le respondí en voz alta—. Pasa.

Lo hizo y se detuvo junto a la mesa. Llevaba algo en la mano, una caja de cartón rosa con un lazo blanco, y la movía nervioso entre los dedos, como si no supiera muy bien qué hacer con ella.

—Aunque yo no hubiese estado, podías entrar igualmente —me sorprendí diciéndole. ¿De verdad me parecía bien que Jimin estuviese solo en mi apartamento? Extrañamente, sí.

—Oh, no, no podría —se apresuró a contestar él—. Te habría esperado abajo. Además, no habíamos quedado hasta las nueve.

Tendría que decirle al portero que si algún día venía Jimin y yo no estaba, se encargase de hacerlo subir.

—¿Qué llevas ahí? —le pregunté, al ver que seguía balanceándose sobre los talones.

—Magdalenas de chocolate —dijo sonrojándose—. El otro día —carraspeó—, el otro día te comiste la de Jisoo.

—Ah, sí, me acuerdo, y me lo hizo pagar muy caro. —Sonreí y Jimin pareció relajarse.

Tomó aire y se acercó al sofá.

—Son para ti.

—¿Para mí?

Enarqué una ceja y cogí la caja tras dejar los papeles que seguía sujetando entre los dedos.

—Sí. Esta tarde, cuando te has ido, parecías... cansado.

Supe que no había querido decir eso, pero al parecer ése había sido el adjetivo con el que al final se había atrevido a definir mi estado de ánimo.

LA CINTA - |YOONMIN| #1.5 +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora