Capítulo 3

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BTS - Dynamite

Alguna deidad debió de pensar que torturarme con Jimin en el ascensor y en la sala de reuniones no había sido suficiente y decidió que al terminar al día tuviese que compartir taxi con él.

Llovía a cántaros, nada raro en Londres, el metro no funcionaba, aquella mañana yo había decidido ir andando a trabajar y él no podía irse caminando con aquellos zapatos y lloviendo sin cesar. Y yo, siendo el bastardo que soy, disfruté de cada segundo de aquel doloroso trayecto en taxi.

Pero cuando llegué a casa, hice las maletas.

Era la única salida: o me iba a Escocia y encontraba el modo de quitármelo de la cabeza, o lo cogía en brazos, lo encerraba en mi apartamento y le ataba a la cama. Literalmente.

Jimin no estaba preparado para algo así. Y por eso la deseaba tanto. Había algo en aquel joven que me atraía sin remedio. Y sin lógica. Aun en el caso de que él estuviese dispuesto a entregarse a mí del modo que yo necesitaba, no soy tan hijo de puta como para permitírselo.

Jimin llevaba escrito «para siempre» en los ojos. Seguro que soñaba con formar una familia, con enamorarse y envejecer junto al mismo hombre, rodeado de nietos. Yo quería estrangular a ese maldito cretino, porque sin duda no iba a ser yo.

Él no parecía capaz de follar sin que tarde o temprano su corazón se viese involucrado, y el mío nunca cometía esas estupideces. Así pues, sería inevitable que entre nosotros hubiese reproches y discusiones.

Compré un billete para el día siguiente y mandé los correos pertinentes a Jisoo y a Patricia. El bufete llevaba varios casos en Escocia y mi familia seguía teniendo negocios allí, así que a nadie le extrañaría mi viaje. Visitaría a mi abuela y aprovecharía para resolver ciertos asuntos; quizá saliera una
noche y conociese a una persona que me interesara la milésima parte que Jimin. A esas alturas, me conformaría con eso.

Me acosté mucho más tranquilo, convencido de que había dado los pasos adecuados y necesarios para seguir adelante con mi vida y mis objetivos. Considerar tener algo con Jimin era una locura. Una temeridad, tanto por mi parte como por la suya, reconocí al fin.

Cerré los ojos y respiré hondo. Y cometí el primer error de esa noche, porque su perfume me recorrió entero. ¿De dónde diablos había salido? Volví a respirar y fue peor, porque entonces incluso olí su pelo.

Abrí los ojos, convencido de que lo encontraría tumbada a mi lado. Al ver que no estaba, suspiré ¿aliviado?, ¿furioso? No lo sé, lo que sí sé es que estaba completamente excitado.

Volví a cerrar los ojos y me dije que no iba a masturbarme, que un hombre como yo no se dejaba llevar... A la mierda. No podía dejar de recordar el modo en que los ojos de Jimin habían seguido las gotas de agua que resbalaban de mi cuello hacia el interior de mi camisa.

Tenía que parar aquello, tenía que recuperar el control; ni siquiera la había tocado, exceptuando aquel delicioso segundo en el taxi, y estaba tan excitado como si llevase horas con él.

Me senté furioso en la cama y me miré la entrepierna. No, no iba a darle a Jimin tanto poder. Una cosa sería masturbarme para satisfacer una necesidad física y otra muy distinta que lo hiciese pensando en él.

Me levanté y me quité la camiseta, como si la prenda me ofendiese. El pantalón del pijama siguió el mismo camino. Luego me metí en la ducha, abriendo el grifo del agua fría al mismo tiempo. Las gotas heladas cayeron sobre mi espalda. Cerré los ojos y apoyé la frente en la pared, mientrasMsentía como si mi cuerpo estuviese echando humo de lo que me hervía la sangre.

Apreté los dientes y recordé que, cuando estábamos en la sala de reuniones, había hecho eso mismo y Jimin me había mirado preocupado. ¿Por qué?

LA CINTA - |YOONMIN| #1.5 +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora