04 - Bendecido Sombrero

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(Punto de vista de Maite)

Día cuatro después de aquella tarde y sigo pensando en ella. He pintado mucho en estos días para distraerme, incluso he hecho un poco más de ejercicio físico que el habitual, pero nada de esto me sirve. Mi mente insiste en llevarme siempre a ella y a su sonrisa tímida. Creo que, inevitablemente, he terminado poniendo algo de ella en cada uno de mis últimos trabajos...

Ayer por la noche, era ya muy tarde, recebí una llamada de mi amigo y compañero de la Academia de Artes, Jean, diciéndome que estaría un par de días en Madrid. Como no nos víamos hace ya muchos meses, ya que Jean se encuentra constantemente en gira por el mundo con su obra de teatro, hemos prometido ir a comer hoy, al mediodía, a un restaurante de aquí del barrio.

Jean llegó a mi casa a las once de la mañana, más o menos, y nos quedamos charlando en el sofá un buen rato, hasta la hora de comer. Mi compañero me comentó sus últimas aventuras por América Latina, el amor prohibído que sentía por el director del espectáculo en el que participa actualmente y como su carrera había mejorado muchísimo desde una presentación suya a solo, en Viena. En cambio yo, medio distraída, he pensado que mejor sería enseñarle mis últimas pinturas y hablar sobre ellas. Pero es que Jean siempre ha sido el listillo de los dos, por lo que pudo entender que algo llenaba mi mente de una forma casi posesiva.

- Cuéntame que te pasa, allez allez. Déjate de rodeos. – Me lo comentó él, tomando mis manos y apretándolas, para darme fuerza.

Busqué el valor que creía no tener y, timidamente, le conté como había conocido a Camino y, desde entonces, no podía olvidarla. Jean supo entender que las conexiones entre personas no se interesan por la edad, la orígen o la profesión de alguién. Sin embargo, por lo que yo le contaba, Jean estaba mostrando alguna preocupación.

- Dime una cosa, cariño: Camino es menor de edad todavía?

- Je ne sais pas, Jean. Quizás. De verdad, parece que es como quince años más joven que yo. Pero puede que no sea tan joven y su apariencia inocente me esté confundiendo. No te lo puedes ni imaginar. Es simplemente encantadora. – Le he comentado.

- Ya veo, ya veo. Fait atention con eso de las edades, Maite. Mucho cuidado, mon amie. Si cres que también siente algo, pues... mucho cuidado. – Me recomendó mi amigo Jean, haciéndome caricias en la mano.

Le sonreí en respuesta, siendo plenamente conciente de los riesgos que podría correr al aproximarme de Camino y de lo cuidadosa que debería ser hasta estar segura.

- Bueno, y... Ahora cuéntame como es que alguién puede desequilibrarse de uma manera tan artística, como lo hizo ella? Cuéntamelo todo de nuevo, si vous plait. Es un historia extremadamente divertida! Menudo primer encuento, eh? – Pidió Jean, riendo.

Me levanté del sofá y fui al armario que había llenado recién. Lo abrí despacio y, despues de mirarlo un momento, finalmente encontré la botella del maravilloso vino Bruno Pailard que mi amigo me había enviado por correo antes de mi mudanza a Acacias. Llené dos copas y las dejé sobre la mesa de centro, cerca de Jean. El tiempo se nos fue volando, entre las historias que íbamos compartindo y confieso que hace mucho tiempo ya que no reía tan entusiasmadamente como en aquella mañana, en su compañía.

            Jean era como un hermano menor que yo no había tenido. Siendo hija única, al conocerlo muy joven, en la Academia donde ambos estudiábamos, nos conectámos tan bien que podía decir que él era parte de mi familia. La gente nos preguntaba si éramos novios, pero desde siempre supimos, Jean y yo, que nuestro amor era el más platónico y familiar del mundo. Él amaba a los hombres; yo, a las mujeres. Así que... no. Pareja, no. Pero nos amábamos y cuidábamos muchísimo. Su gran viaje de gira por el mundo fuera, con la compañía de teatro en la que ahora trabajaba había llevado a un alejamiento natural, digamos, pero siempre que posible, enviábamos cartas y contábamosnos todas las noticias.

Descubrimientos - Una fanfiction MaitinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora