Te odio

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Halloween es el único día en el que puedes darte el lujo de ser verdaderamente tú mismo

Se acercaba la hora, le estaban acabando de dar los últimos retoques a su disfraz. Un poco de morado debajo de los ojos para simular ojeras, base blanca sobre su rostro y unos colmillos alargados pegados a los suyos.

Estaba sentado en la taza del váter, con la tapa puesta, mientras permitía que su hermana le maquillara para verse lo más realista posible.

Podría haberse tratado de algo humillante para cualquier chico de diecinueve años, pero él estaba tan acostumbrado a que su hermana le utilizara para practicar maquillaje, que ya ni le importaba.

Tenía tres años más que él, y ya en la adolescencia de ella empezó a maquillarle por diversión. Él, obviamente, intentó negarse muchas veces, pero al final siempre acababa sucumbiendo a los deseos de la mayor.

Por esa misma razón tenía cientos de fotos vestido y peinado de niña cuando era pequeño, porque a ella le dio por querer una hermanita y no un hermanito y ponerle sus vestidos.

Por lo menos, el chico podía agradecer que a su hermana le hubiera dado ahora por la caracterización y no por el maquillaje de belleza. Juraba que si tenía que volver a oír "deberías hacerte un smokey eye y ponerte pintalabios rojo oscuro para salir de fiesta" se pegaba un tiro.

–Listo –dijo ella, una vez hubo acabado, con una suave sonrisa en sus labios

Se miró al espejo, observando el resultado de su duro trabajo.

Iba vestido con uno de sus trajes habituales, pantalón negro y chaleco rojo oscuro, con una camisa también negra debajo. Alrededor de su cuerpo, una capa negra por fuera y burdeos por dentro, que caía sobre sus hombros con gracia.

Gracias al maquillaje que le había hecho su hermana, conseguía verse extremadamente pálido, como si llevara días sin dormir, pero con una mirada oscura y penetrante, tremendamente atractivo. Los colmillos quedaban muy realistas, parecían suyos propios. Incluso se veía sexy.

La mujer le había propuesto hacer algo con su pelo, pero él se había negado en rotundo. Por ahí sí que no pasaba, no pensaba engominarse el pelo y dejar sus ridículas cejas al descubierto.

–Reiju, esto es... –dijo él, admirando el resultado.

– ¿Alucinante? ¿Impresionante? ¿De un talento increíble? –preguntó ella, adivinando sus pensamientos. Pero el chico era demasiado orgulloso para decirlo en voz alta.

–Tampoco te pases –dijo él, mirándola con aburrimiento. Su hermana le sonrió silenciosamente, como acostumbraba a hacer.

– ¿Seguro que no quieres que te pinte los labios? –preguntó ella, más para molestarle que por otra cosa.

–Ni de coña. –respondió tajante. Si no lo decía así, seguro que acababa haciéndolo.

–De acuerdo. Las lentillas, ¿te las pones tu o lo hago yo? –preguntó la chica, buscando la caja que había comprado hacía un par de días en la óptica y empezando a sacar el contenido.

–Dame, no quiero que me saques un ojo. –dijo tomando el pequeño estuche donde se encontraban.

Estuvo como diez minutos luchando contra ellas para conseguir ponérselas, mientras su hermana se reía de él a su lado y volvía a ofrecerle su ayuda.

La verdad era que con sus ojos azules el disfraz quedaba ya bastante bien. Siempre le había gustado su color de ojos, tan azul e impactante. Contrastaba con el maquillaje negro que le había puesto su hermana, pero ese rojo intenso le daba el toque.

A Halloween TaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora