Epílogo

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Si el miedo llama a tu puerta, ten confianza, ábrele y regálale unos dulces

Llegaron al hotel hora y media después de despertar. Por lo que pudo notar Sanji, no debían estar a más de veinte minutos a pie, pero esa distancia con Zoro era relativa. A saber la de vueltas que dieron por culpa del Marimo.

Esa noche se les había hecho realmente eterna, habían pasado muchísimas cosas en muy poco tiempo. Querían volver a ver a sus amigos, tenían la sensación que llevaban meses sin verles.

Se les hacía raro pensar cómo les dirían lo suyo y qué trola se inventaban –porque, obviamente, la verdad no se la creerían ni locos. Bueno, Luffy seguramente, pero tampoco lo entendería.

– ¿Qué coño...? –dijo Zoro en cuanto se adentraron al jardín del hotel. No daba crédito a lo que veían sus ojos.

¿Seguiremos bajo la maldición de ese demonio?

– ¿Qué cojones ha pasado aquí? –dijo Sanji, sin salir de su asombro.

¿Hemos muerto y será éste el infierno?

Eso hubiera sido una explicación mucho más fácil a lo que tenían delante.

Sin duda, la Dantesca escena que tenían enfrente de sus ojos llevaba la marca personal de su grupo de amigos. Siempre, siempre, siempre, acababan en desastre. Todo destrozado, copas tiradas por ahí, gente durmiendo la mona en la calle...

Pero tenían que reconocer que esta vez se habían superado, y eso que eran dos menos. Claro que, conociendo a Luffy, seguro que había reclutado más gente a su "tripulación".

Al tratarse de un hotel rural, tampoco era que fuera un jardín demasiado grande o lujoso. Se distinguía que se trataba de la propiedad del hotel por el césped del suelo, que hacía frontera con el bosque que empezaba al fondo.

Por el resto, se entraba a través de un camino de piedras que se desviaba de la entrada del hotel, pasando por debajo de un arco formado por dos árboles unidos por sus ramas.

Siguiendo el camino de piedras, se llegaba a un espacio más romántico, pequeño, con algunos bancos y una fuente al medio, todo decorado con flores y arbustos.

El resto del jardín estaba cubierto de césped, con una piscina al centro, algunas tumbonas alrededor y unas mesas a la derecha, cerca de una caseta donde se vendían todo tipo de bebidas y snacks.

Cerca de ese chiringuito, la tarde anterior habían visto una especie de tienda con todo de artículos esotéricos, como si se tratara de un puesto de un vidente, con su bola de cristal y todo.

Al fondo, para la fiesta, habían montado una pequeña mesa con altavoces y luces, donde el Dj había reproducido la música la noche anterior.

Esa era la teoría, porque a la práctica, el jardín poco tenía que ver con lo que recordaban.

Primero de todo, se encontraron a Brook, el tipo de la entrada, abrazado a uno de los árboles, manoseándole. Se le veía la cara muy pálida y los ojos hundidos, no le hacía falta el maquillaje para que realmente pareciera un esqueleto.

Oían que susurraba algo, pero no lograban entender bien el qué, hasta que se agacharon un momento para comprobar si seguía respirando.

–Bragas... señorita... por favor... podría... enseñarme sus... bragas...

El hombre estaba convencido que el árbol era una mujer.

–Tarde para eso, colega –respondió Sanji, mirando con sorna a Zoro. Éste ni siquiera le contestó. Sencillamente pasó por encima del esqueleto, pisándole, mientras seguía observando ese desastre.

A Halloween TaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora