Dulce pesadilla

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Empezaba con un hormigueo en la punta de los dedos seguido del pulso acelerado, era casi imposible evitar aquello cuando centenares de ruidos se agolpaban en su cabeza. Por eso nunca iba a la ciudad, prefería el bosque. Allí tenía una vieja cabaña con todo lo necesario para aislarse del mundo, no le gustaban las personas y tratarlas no era menos. Él no sabía por qué, quizá sospechaba, cuando el ruido le atacaba, se le nublaba la vista y desaparecía. Cuando volvía se encontraba en el rincón del sótano de su hogar, sentado, rodeado de sangre y sin saber por qué.
Mientras limpiaba aquellos charcos rojos iba recordando, lloraba mientras lo hacía, quitarle la vida a alguien no le llegaba a agradar del todo pero lo necesitaba al igual que respirar. Sabía que nadie le entendería, que incluso a él le costaba entender pero por más que lo evitaba no lo conseguía. Lo comparaba con un caramelo, te lo metes en la boca pensando que es dulce y a medida que lo humedeces, desprende aquel sabor a canela que tanto aborreces pero al rato casi desaparece y acabas comiendote ese caramelo aunque sepas que te dejará un mal sabor de boca. Pero para siempre.

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