En el techo se reflejaban los faros de los coches que entraban por las persianas a medio bajar. Había contado cinco y una ambulancia, una madrugada ajetreada, aunque esta semana había sido particularmente inusual. Seguramente se debía a la luna llena, la gente se vuelve completamente loca y los locos tienen una escusa para hacer lo que hacen, aunque realmente no se lo que hacen pero tampoco me importa.
Ya estaba acostumbrado, el reloj marcaba las cuatro de la mañana y no tenía ni una pizca de sueño. Al principio odiaba ese despertador con esos números rojos pero ahora me era indiferente. Utilizaba las noches de insomnio para fumar más, escribir más y beber menos. No es que escribiera cosas de calidad ni mucho menos, escribía lo que se me pasaba por la cabeza, lo que necesitaba salir o cualquier gilipollez que haya visto por la calle. Últimamente fumaba más que escribía, fumaba más que cualquier otra cosa, fumaba más que respiraba. En el rincón de mi habitación bajo la ventana estaban todas las cajetillas que había fumado desde el lunes, alineadas perfectamente las unas con las otras y ordenadas cronológicamente.
Siete de la mañana, hora de la ducha.
Ocho de la mañana, llegar casi tarde al trabajo.
Trabajar de cara al público no es que me guste, no me gusta la gente y por tanto tampoco el contacto con ella, solo es una manera de poder cubrir mis necesidades básicas.
Estoy un poco harto de seguir así, de ser algo que no quiero ser, de no querer ser nada y no saber qué querer. Un trabalenguas de vida, un caos.
Ocho y un minuto de la mañana, la rutina de siempre.
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Retos.
Non-FictionAquí publicaré una serie de retos. También se pueden encontrar en mi blog. - Dulce pesadilla: consiste en escribir algo bajo el concepto de dulce pesadilla.