Esta noche tengo dos cosas para ti

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Esta noche tengo dos cosas para ti, una mala y una buena noticia, la buena es que me marcho y la mala es que no te volveré a ver. Ojala pudiera decírtelo en persona, ver como se dilatan tus pupilas, oír tu respiración acelerada mas me conformo con saber que lo leerás. No te echaré en cara el haberme engañado durante todo este tiempo, perdí los mejores años de la vida de cualquiera, fui un títere, tu marioneta y tú me supiste lucir. Al vernos juntos la gente se volteaba, sin necesidad de palabras te adoraban y como no, te deseaban mas era yo el que captaba sus miradas, no eran fugaces, todo lo contrario, había celos, odio, asco y envidia. En mi nuca se quedaban grabadas y mis oídos captaban toda serie de insultos conocidos y aún por conocer. Gracias al carnicero de la esquina he aprendido a maldecir en ruso y gratis.

Qué decir... en parte la culpa era mía, al principio fueron la chispa de tus ojos, tus carnosos labios y mi estupidez. Te vi fugazmente, si, pero pude captar aquello que más anhelaba, vida. Después tu sonrisa me enamoró y tus ganas de comerte el mundo y tu don de gentes hizo llamear mi corazón.

Estuve tan ciego durante esos años, quería estar contigo para siempre, hacerte feliz, salir a bailar, leer juntos mas un día llegué sin avisar. No sería necesario que escribiera la historia, tú bien la sabes, mas necesito que alguien escuche mis penas.

Entré a la casa, saludé a tu mayordomo y corriendo subí los escalones de dos en dos, el pasillo olía a lilas y vainilla, al final de éste se veía la puerta de tu habitación entreabierta. Emocionado era poco, nos habíamos visto mil veces y seguía nervioso, igual que el primer día. Entré sin llamar y os vi... Era una estampa preciosa, digna de enmarcar, se respiraba felicidad y amor en la habitación. ¿Mi hermano? ¿Por qué él? Interrumpí ese hermoso momento, los dos cogidos de la mano con las pupilas clavadas en el otro, amandoos en silencio y yo en la puerta con el corazón roto. Al giraros vi que solo uno tenía remordimientos, ahí me di cuenta de que jamás me habías querido, ni siquiera una pizca de cariño.

Salí, oí voces, fuera en el carro respiré hondo y bueno, el resto es desagradable de contar.

Te escribo esta carta para decirte que por mucho daño que me hicieras y aunque no me aprecies lo más mínimo, yo te quiero. Al irme, aún no se ni a dónde, he dejado todo hablado, podéis ser felices.

Lorren.

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