Cathy y su padre fueron al pueblo por la mañana, a comprar provisiones, así que Tom andaba aburrido sin saber qué hacer. Lo cierto es que desde que llegaron, él y su hermana se habían vuelto casi inseparables. Pues allí no había nadie más y eso los había unido mucho. Atrás quedaron las peleas que mantenían en la ciudad, donde cada uno iba por libre, con sus propios amigos y cuando regresaban a casa tenían las típicas disputas de adolescentes, que volvían loca a su pobre madre y que constituían el día a día de su relación.
En cambio, en el campo sólo se tenían el uno al otro para pasar el rato. Aunque Tom era un chico de acción, que siempre quería estar haciendo algo físico como explorar la finca e ir de aquí para allá, Cathy era más de sus libros y de curiosear sus redes sociales, para conocer cómo les iba a las amigas que había dejado atrás. Sorprendentemente descubrió lo fácil que se olvida la gente de ti en la distancia, de cómo poco a poco los mensajes se van a cortando y espaciando en el tiempo, hasta que te das cuenta de que todo ese entramado de amistades es artificial, de lo lejos que estás no sólo geográficamente de ellas, sino también mentalmente.
Así que los astros se alinearon y los hermanos que antes aparentemente se odiaban a muerte, terminaron haciéndolo casi todo juntos. Encontrando un especial goce en la lectura de las memorias escritas en aquel papel añejo que habían encontrado en el sótano y que mantenían como: "secreto de estado".
Por eso hoy tal vez Tom estaba tan desanimado. Sintió ganas de sacar el libro y ponerse a leer, pero sabía que no sería lo mismo, ya que le costaba mucho entender aquella letra tan temblorosa y aquel lenguaje antiguo, algo que a su hermana se le daba extrañamente bien y que, sin ella, definitivamente no sería lo mismo. Así que, sin rumbo fijo, terminó en el establo, donde su padre tenía cuatro caballos que había comprado a un anciano granjero vecino para dar paseos por el campo, uno para cada miembro de la familia.
Al entrar en el establo oyó un relincho, esto no le llamó la atención particularmente, pero luego, una voz femenina sí que lo hizo. Al acercarse descubrió que ella trataba de tranquilizarlo, y lo que vería a continuación, ¡sí que lo dejaría petrificado!
— So caballito bueno, qué precioso eres... —oyó Tom acercándose a las cuadras donde estaban los caballos.
No cabía duda era la voz de su madre, pero, ¿qué hacía ella allí? —se preguntó, mientras intrigado se acercaba a hurtadillas. Normalmente era su padre quien se ocupaba de los animales.
Con cautela se aproximó a la cuadra de dónde venían los ruidos y miró por entre las rendijas de las maderas que formaban la puerta de la cuadra. Dicha puerta tenía dos mitades, la de arriba y la de abajo, de manera que durante el día se podía abrir la superior a los caballos y que estos se asomasen sin poder salirse de la cuadra y durante la noche, si hacía frío, cerrarla.
Entonces vio a su madre junto al caballo, estaba acariciándolo por sus cuartos traseros. Le llamó la atención que el animal estaba muy excitado y su enorme tranca apuntaba hacia el suelo y le caía hasta la mitad de sus patas. Así que intrigado por lo que allí ocurría, se agazapó detrás de la puerta y espió a su madre secretamente, como el prota de las memorias había espiado a su madre mientras ésta estaba con el joven negro, tal vez en aquella misma cuadra muchos años atrás.
Su madre no paraba de acariciar al caballo y le decía cosas como: "caballito bonito" y por el estilo, pasando sus manos primero por encima de su lomo, luego por sus patas traseras y finalmente bajo su vientre. Tom podía ver cómo le acariciaba la panza, muy cerca de aquello aquello que tan escandalosamente colgaba entre sus patas. Se la notaba nerviosa.
Tras mucho dudar, su madre se atrevió a acariciar aquel grueso y negro miembro del animal, ¡tras lo cual quedó estupefacto!
Antes tomó precauciones, separándose del cuerpo del equino, por si este reaccionaba violentamente, pero fue algo que no sucedió. Al contrario, sus acaricias parecieron gustarle, pues empezó a hacer ruidos guturales.
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Las Memorias de Adam
RomansaTras el ataque al corazón de Richard, Tom y Cathy se trasladan a una granja al sur de EEUU. Un lugar perdido donde su padre trata de reponerse de la estresante vida que había llevado hasta el momento como agente de bolsa en New York City. Sin nada m...