Capítulo 1

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—¿Ya tienes una respuesta? —su voz era una suave melodía que inundaba la habitación

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—¿Ya tienes una respuesta? —su voz era una suave melodía que inundaba la habitación.

Yo estaba tan inmersa en mis pensamientos, que se me había pasado por alto que tenía su presencia frente a mí. Lo miré y le dediqué una pequeña sonrisa que no llegaba ni a la mitad de mi rostro; con eso le di a entender que no. Aún no tenía una respuesta.

Llevaba la camisa pegada a su cuerpo con manchas de sudor a causa del calor que estaba haciendo el día de hoy.

Se detuvo unos segundos en el marco de la puerta antes de salir, me miró y hecho un gran suspiro al aire.

Nuevamente quedaba sola y nuevamente mis pensamientos eran libres para salir de mi cabeza y hacer de mí lo que desearan.

Caminé por toda la habitación de la nueva casa que, ahora iba a ser para el bebé que venía en camino.

Me paré frente a la ventana, pasé las yemas de mis dedos por el marco de esta. Me quedé observando el columpio que se veía en el jardín.

Me llevé la mano al vientre, y el cuerpo se me llenó de un terror inmenso, cuando sentí la pequeña criatura que habitaba en mí, brincar de emoción al sentir mi contacto.

Cada vez faltaba menos para tenerlo o tenerla en mis manos, y no sabía que era lo que me daba más temor, si el solo hecho de que iba a ser madre o... que fuera a ser el mismo retrato de Mark.

Santin se la pasaba repitiendo todos y cada uno de los días, de que era momento de visitar un obstetra, para saber la salud y el sexo del bebé y como era común, yo me la pasaba negándome. Yo sabía que el bebé estaba bien y crecía bien, porque mi cuerpo así lo sentía.

Después de los cuatro primeros meses, mi cuerpo dejó de sentir nauseas, incluso había días en los que no recordaba que estaba embarazada, hasta que Santin le hablaba, y el bebé quería salir de mi cuerpo.

Suspiré y decidí bajar a la primera planta. El bebé quería comer algo y yo también.

Cuando Santin sintió el sonido de mis pasos bajar las escaleras apareció de inmediato para ayudarme a bajar.

—Mis dos más grandes amores, ¿tienen hambre? —preguntó lleno de emoción.

Asentí.

Desde el día que le comenté a Santin mi estado, y que venía en camino un bebé que no era de él, no le importó. Aseguro que iba a amarlo como si fuera propio. Que quería verlo crecer y estar conmigo en cada paso; que ahora éramos una familia.

—Lo siento —solté.

—¿Por qué?

Me corrió la silla para que pudiera sentarme. Ahora vivíamos en una casa nueva. Era mucho más grande, tenía un jardín muy bonito con juegos para niños, y Santin, Santin, Santin; ese hombre había mandado a quitar el árbol que había en mi antigua casa y lo hizo sembrar en la nueva.

Liberada [Libro 2 Amarrada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora