Capítulo 3

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Todo pasa por algo. Esa era la frase que había perseguido a Leah durante toda su vida. Solía pensar que todo tenía una razón de ser. Cada acción y palabra, todo sucedía porque así debía ser. Sentía que todo ya estaba escrito, cada decisión que fuera a tomar venía con una consecuencia.

Un rayo de Sol se escapaba por la cortina de la habitación de Leah, le apuntaba justo a sus ojos. Así, ella se despertó y volteó todo su cuerpo al otro lado. En ese momento su teléfono suena. Antes de reaccionar se extraña de una llamada a tal hora de la mañana y es por eso que revisa su celular. Entonces contesta.

-¿Sí?- Pregunta Leah. Espera una respuesta y nadie habla. Escucha llanto. El número era desconocido. La persona cuelga. Leah se queda extrañada y se levanta por completo. Decide pararse de la cama y abre sus cortinas de par en par. Baja al primer piso, entra a la cocina y abre el refrigerador, saca una botella de jugo de naranja. Intentaba no hacer mucho ruido para no despertar a sus padres, su teléfono vuelve a sonar, era Laurie.

-¿Laurie?- Susurra Leah.

Silencio. Un largo silencio.

-Laurie me asustas, ¿eras tú? ¿Qué pasó?

-Te necesito, pero por favor. No le digas a nadie esto, ¿puedes venir?- Leah cogió las llaves de su carro y salió de inmediato.

La escuela, la oficina de dirección, el jefe de policía sentado en el escritorio. Leah observando por la ventana. Un golpe en la mesa.

-Señorita Green, le hice una pregunta.

Leah voltea a ver al padre de su mejor amiga. No podía decirle nada, las palabras no le fluían desde hace mucho tiempo y mucho menos con él.

-No señor, nunca me comentó nada extraño. Siempre era muy reservada con sus cosas personales. Usted es el padre, ¿de verdad no sabe nada?

El jefe de policía se queda en completo silencio. Le indica con la cabeza a Leah que se retire. Leah sale de la oficina y se encuentra con Charles.

-Hay que encontrarla, ya.- Dice Leah molesta dirigiéndose hacia la salida del colegio. Charles la sigue y voltea a ver quien solía ser su Rapunzel.

Subió la colina solo, abrió el portón, aún había música en su casa. Se sentía cansado, ya eran las tres de la mañana. Subió las escaleras y se dirigía a su cuarto, en ese momento recordó que le había prometido a Leah unos audífonos para su celular, así que bajó otra vez y abrió la puerta del armario situado a la derecha de las escaleras flotantes.

Entonces la vio, era su madre, pero ese no era su padre, sino el señor Forman. Cerró la puerta y buscó a su amada. Había sido un largo día y llevaba horas sin verla. Fue al jardín y no la encontró, llegó a la piscina y tampoco. Pensó que se había ido y subió a su cuarto deseando que ella estuviese ahí, en su cama, tan delicada con aquellas sábanas de seda gris cubriéndola. Abrió la puerta. Estaba solo. Se tumbó en la cama y se puso a pensar en cómo si no hubiese huido tendría al amor de su vida a su lado, más nunca hubiese encontrado a aquellas personas, ni se hubiese sentido tan él mismo por tanto tiempo. Subió a la terraza con un vaso de agua fría en su mano y mientras se acercaba a su sitio favorito la vio, sentada en el borde, el viento enredaba su cabello, había poca luz, pero la podía divisar a ella y a alguien más.

-Nunca lo había visto desde ese punto de vista, y tienes toda la razón.- Danielle se reía y señalaba las estrellas.

-Haces mucho esto, ¿no?- Pregunta el muchacho.

-Solo cuando estoy sola, a Charles no le interesan este tipo de cosas. Es extraño porque aunque sea muy observador o sensible, nunca aprecia las cosas simples de la vida.- Ella voltea a mirar al muchacho. Charles se queda quieto en silencio.

Una de las leyes de NewtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora