𝙶𝚛𝚊𝚌𝚒𝚊𝚜, 𝙼𝚊𝚑𝚎 (4)

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No puedo creer que estuvimos caminando por horas y ninguna galletita de chocolate me dieron —dijo con tristeza el de perlas verdes con ámbar, caminando con Mangel de vuelta a casa.

El de anteojos solo rodó los ojos, tratando de acomodarse mejor ese estorboso disfraz del cual se vio en la obligación de alquilar para acompañar a Rubén en esta noche, el día de halloween.

Joe' macho, no sé ni cómo me convencihte para salir esta noche, ¡se supone que ehta gilipolleh eh para niñoh! Nosotroh somoh adultos, subnormal —y el tan esperado golpe el la cabeza no se hizo espera para el castaño, un golpe que le hizo acariciar la zona afectada con su mano.

Podría verse muy simple, pero al peli-negro le costó una eternidad darle ese golpe a causa del disfraz.

Mira el lado positivo, tenemos dulces —sonrió.

—¿Cuántos? ¿Unoh dieh dulces que noh dieron por pena? —contraatacó el de piel un poco más bronceada, cabreado.

Rubén soltó una pequeña risa al aire, provocando que Miguel se enojara más y lo mire fulminante.

Vale la pena si te veo como una calabaza —se descojonó hasta más no poder.

Miguel solo lo observaba reírse como retrasado en medio de la calle, hasta algunos niños con sus madres veían con curiosidad a ese ser tan escandaloso, pero no se atrevían a decirle que se callara.

El de anteojos, contagiándose de su risa, empezó a reír de igual manera.

Dos adultos con disfraces ridículos riendo en medio de la calle.

Cuando los dos calmaron un poco sus respiraciones después de tanto reír, retomaron su rumbo a su departamento compartido.

Tampoco te quedah atráh —el castaño lo miró confundido—tú parece una calavera vomitada por una planta —rió por lo bajo.

—Este frunció el ceño con una sonrisa divertida—hey, te dije que podías improvisar tu disfraz.

Tú no ereh más flojo eh, pintándote de verde y arreglao', ¿no?

En efecto, mi estimado.

Más risas se hicieron escuchar en toda la calle esa noche.

(...)

Rubén volvió a ver con tristeza su bolsita de dulces, uno en los que habían dulces pero... ninguna galleta de chocolate.

No es justo que su pena no sea tan grande como para darme aunque sea una galleta —se quejó tristemente con la vista al suelo.

Su acompañante no hizo más que suspirar, para sacar de su calabaza -uno que hacía juego con su disfraz- una galleta de chocolate.

Rubén se quedó flipando, ya que no había visto que alguien le haya entregado esa galleta de chocolate.

Al no escuchar respuesta alguna, Miguel tomó la palabra.

Mientrah tú veíah al niño vestido de batman y le preguntabah cosah —rió unos segundos al recordar como la señora que lo había dejado solo un momento veía con horror a Rubén junto a su niño, pensando lo peor—un niño me dio ehta galleta.

Sonrió, pero Rubén no lo hizo, no al menos con ganas.

Suerte la tuya, Mangel.

Sonrió como enternecido por su ingenuidad, agarrando su mano en la que tenía sostenida la bolsa, dejando dentro la galleta de chocolate.

Deja de poner esa cara. La galleta eh tuya —así se separó del castaño y lo miró, esperando una reacción o siquiera una sonrisa pequeña.

Pasó unos segundos de silencio algo incómodos, pero fueron eliminados en un instante.

—¡Gracias, Mahe! —así Rubén se abalanzó contra Mangel hasta caer al suelo, dándole un fuerte abrazo.

El morocho correspondió gustoso de que su mejor amigo tuviera otra vez esos ánimos arriba, aunque ese disfraz y con él encima lo dejaban con poco aire.

-Axva.

Gʀᴀᴄɪᴀs, Mᴀʜᴇ || RᴜʙᴇʟᴀɴɢᴇʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora