Capítulo IV

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Es viernes por la tarde; hace ya cuatro días que nos enteramos todos de que íbamos a hacer la obra de Romeo y Julieta... habrá que preparársela. Me dirijo al salón de actos. El salón de actos no es sólo el edificio donde se representa una obra, se hacen discursos, las elecciones a capitanes o los recitales de Navidad... Tampoco es sólo dónde me sienta más a gusto o donde sienta que pertenezco... es más que eso... es también el sitio donde tiene su despacho Molly. Y allí es donde yo voy.

Doy tres golpes perfectos en la puerta. Espero unos tres segundos. La voz de Molly se cuela por la pared de madera.

-Adelante.

Camino hacia el interior.

-¡Amanda Brighton! ¿Qué te trae por aquí?

En cuanto me enteré de que el lunes haríamos Romeo y Julieta y cuando digo haríamos me refiero a Jake y a mí y no haría, supe que eso no era nada bueno. No había motivo por el cual tuviera yo que compartir el protagonismo de una obra. Toda la tarde del lunes estuve pensando qué podía hacer. Era mi último curso y haría todo lo posible para ser la protagonista en él o, al menos, sentirme protagonsita. Pero ese Jake me lo impedía... Dos tazas de té más tarde, comprendí que no era para tanto y que, tenía que admitirlo, Jake era muy, muy bueno. Seguro que haría bien el papel. Hasta que...

-Molly, se me ha ocurrido que podríamos hacer otra obra de teatro -Molly deja de hacer lo que está haciendo y me mira fijamente.- No tiene por qué haber dos protagonistas. Eso podría suponer un coste adicional de vestuario. Así que me he tomado la libertad de buscar algunas opciones. Por ejemplo, Ana Karenina o Emma o...

-Amanda, Amanda... -me dice Molly intentando detenerme.- ¿Por qué iba a cambiar la obra?

-Bueno, es que Romeo y Julieta es muy típico, ¿no crees?

Se echa hacia atrás en su silla reclinable. Entrelaza los dedos y se los coloca bajo la nariz, apoyando los codos en los reposabrazos de la silla. Continúa mirándome a través de sus gafas rojas.

-Sí, tienes razón.

No puedo caber de alegría dentro de mi cuerpo. Siento que estalla en los poros. Apenas reprimo una sonrisa.

-Lo cierto es que le he estado dando vueltas y... lo tuyo ha sido exactamente lo que me ha empujado a decidirme.

-Oh, gracias, Molly, no sabes cuándo aprecio esto...

-Definitivamente, creo que cambiaré el final.

-¿Qué? -No entiendo lo que está diciendo.

-Sí, bueno. Reconozco que Romeo y Julieta es una obra perfecta, es... como decirlo... imprescindible e inigualable pero... nunca me ha gustado el final.

-¡¿Cómo?! -me apoyo en la silla y después me siento en ella. Casi me flaquean las piernas de la decepción. Está loca.- ¿A qué se refiere con que no le ha gustado el final?

-Pues que mueren, Amanda.

-Es que es así exactamente como tiene que ser.

-Bueno -niega con la cabeza.- Sinceramente, creo que es dramatizar demasiado.

-¿Pero cómo...? Molly, Romeo y Julieta es una expresión de sentimientos. William Shakespeare utilizaba sus obras para expresar las pasiones del propio ser humano y ¡Romeo y Julieta es un ejemplo de ello! Lo que intenta mostrar Shakespeare es hasta dónde puede llegar el amor y que el amor va más allá de la propia muerte.

-Sí, sí, lo sé -parece que intenta excusarse- si lo entiendo. Pero es muy triste y ya hay cosas tristes hoy en día. No tenemos por qué hacer el mundo más complicado.

Estoy atónita. No puedo creer que vaya a cambiar el final.

-Entonces pretende cambiarlo y quedarse tan tranquila -le sugiero con un matiz de ofensa para hacer cambiar su opinión.

-Bueno... simplemente creo que a la gente podría gustarle más. Qué quieres que te diga, el club de teatro tampoco es que traiga muchas visitas y eso sería fantástico. 

-¿Y cómo quieres que la gente se entere? ¿Pretendes poner en los carteles "con final alternativo"? -digo expandiendo las manos, simulando que ésas son las palabras que aparecen en el cartel.

-Exactamente así.

Miro a Molly para saber si es de verdad todo esto o una broma. Parece la primera opción. 

Media hora después me bajo del Audi y subo los pequeños escalones. Entro en el recibidor y veo que Laura está allí, esperándome.

-Hola, Laura. No ha vuelto, ¿no?

-No -dice ella con un gesto de excusa. Aunque no tiene por qué excusarse por nada.

-Vale -contesto mirando hacia el suelo.

-Te haré algo de cena.

-Déjalo, no tengo hambre.

Antes de que pueda decir nada más, subo las escaleras y entro en la segunda puerta a la izquierda. Llego a la cama y me quedo mirando el techo. Dos horas después de canciones de Regina Spektor y algunas del repertorio de Glee, me dirijo a mi ordenador. Enciendo la pantalla del Apple y espero pacientemente a que me pida la contraseña.

Cuando se ha encendido, abro Google Chrome y busco la empresa de mi padre "Fillbroke Company" tiene más de dos mil resultados en google. Busco en noticias y me entero de que mi padre ha cerrado un trato esta misma mañana y que se encuentra en Chicago. Exactamente, fue donde me dijo que se iba. Sólo que me dijo que volvería hace dos días. Suspiro. Sigo buscando noticias que me puedan decir algo más de él. Recuerdo que más de una vez he buscado información en Wikipedia. Ni siquiera aparezco en su biografía.

Apago el ordenador. No hay nada más interesante que ver.

La historia de Amanda BrightonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora